Ellos, nuestros guardianes, nuestros protectores, nuestros ángeles invisibles. Ellos, que pueden ver esos mundos sutiles, los cuales nosotros todavía no estamos preparados para entenderlos. Ellos, que siempre están atentos y vigilantes, que parece que viven en su mundo, pero que en realidad están más presentes que nosotros mismos.
Ellos, que cuando estamos enfermos vienen en nuestra ayuda y se ponen en el justo lugar que nos duele… solo para sanarnos, solo para decir: ‘yo te alivio y me lo llevo por vos’.
Ellos, que hoy están tan menospreciados, pero que en el pasado sus ancestros eran los encargados de cuidar y guardar los templos de aquellos que querían profanarlos.
Ellos siempre tan silenciosos e independientes. Acaso ¿podemos entenderlos?
Ellos son nuestros maestros. Tan sólo mirar cómo se desperezan, cómo se estiran para conservar su elasticidad y buen estado. Tan sólo mirarlos y aprender de lo medidos que son en su comer ¡Jamás se exceden! tan sólo observarlos y ver que nunca pierden la calma, pero no por eso dejan de estar presentes y reaccionar en el momento y con la energía justa.
Siempre tan medidos. Algunos piensan que son ¡holgazanes! Muy por el ¡contrario! saben utilizar su energía en la medida justa. Ellos que siempre están impecables, presentables, pulcros y limpios. Qué más te puedo decir, tan solo mirarlos y ver que siempre están alertas, hasta cuando duermen.
Ellos que son nuestros compañeros sigilosos, enigmáticos. ¿Los miraste alguna vez a los ojos, pudiste sentir su profundidad?
No dan trabajo, son independientes, cariñosos de buen grado, juguetones.
Ellos también limpian nuestra casa y los ambientes sin que nos demos cuenta. Son nuestros amigos, los gatos. Tan amados por algunos y por otros detestados.
No te van a complacer en tus necesidades, pero te van a acompañar incondicionalmente desde su presencia y con su ronroneo van a limpiar tus negatividades porque ese ronroneo nos relaja y es símbolo de su entrega incondicional.
Ellos se comparten y jamás te van a complacer, aparentemente viven su vida, pero el día que no están más te das cuenta de el gran vacío que dejaron a tu alrededor.
Presentes, simplemente ellos están presentes y ven lo que otros no ven. Llevan conviviendo con los humanos muchísimos años, pero su relación no es de obediencia sino de igual. El gato mantiene su corazón salvaje y su instinto, aunque haya vivido siempre en una casa. Es por eso que algunos de nosotros nos enamoramos de ellos porque nunca se domestican, conservan su independencia y liberad y están conectados todavía con su lado instintivo y salvaje.
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Patricia Couceiro
Consteladora
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