A un endeudamiento externo creciente se suma un fuerte proceso inflacionario, junto a sucesivas caídas de la producción que generan desempleo y depreciación de los ingresos familiares con el consecuente aumento de la pobreza.
Los recientes datos sobre desempleo, actividad industrial y precios al consumidor abonan esa visión en un proceso de decisiones políticas donde pareciera que lo único válido es contraer más deuda externa y adherir a las recetas económicas del Fondo Monetario que profundizan esa espiral decreciente.
A lo que se suman declaraciones oficiales esperanzadas –ya no tanto– de una mejora que desde principios del gobierno viene posponiéndose para un semestre siguiente que nunca llega.
Para más la dolarización de las tarifas públicas y la especulación financiera atentan ferozmente contra cualquier política de desarrollo y de bienestar.
Miguel Ángel Palacio
Posadas (Misiones)