Las grandes ideas tienen pequeños comienzos, que brotan en corazones puros, llenos de principios, de amor y respeto por los demás, forjados a partir del ejemplo de los padres, convencidos de que la pereza es del diablo y que hay que trabajar duro. La historia de este kilómetro de la ruta nacional 12 y su posterior Fiesta Provincial del Envasado y Producciones Artesanales Regionales no es distinta. Elena Goralenski la soñó, la proyectó y la hizo realidad.
La tierra curte las manos, el sol tizna los rostros, el peso arquea la espalda, pero nada la detiene, porque aquí está la historia de una vida y su descendencia. “En el año 60 mi mamá se afincó acá, había más de cuarenta familias alrededor, ahora son todo pinares, se fueron al pueblo, otros fallecieron, no quedó nadie, sólo ella, hoy con 81 años, y sus doce hijos”, recordó e hizo hincapié en que su madre siempre dijo que “es una zona donde no hay empresas, en la que no hay dónde buscar un trabajo, te lo tenés que hacer. Nadie muere de hambre por falta de trabajo, la tierra produce y eso fuimos haciendo, plantando, innovando, porque lo que en el 60 era bueno, después no fue tanto, el tung, el tabaco, los cítricos; el espacio también se redujo, llegamos al envasado porque nos dimos cuenta que uno quiere naranja y ya no hay, entonces hacemos dulce, almíbar, así comenzamos”.
“Las recetas eran de las abuelas, tal es así que para mí es un placer más que una ganancia”, reconoció y apuntó que siempre que tuvo la oportunidad de compartir sus conocimientos, como a partir de los talleres que brindó de la mano de Desarrollo Social de la Nación, enseñó estas fórmulas, que no están en los libros y que valen oro, “las compartí de corazón y les pedí que lo vuelquen a sus hijos; también les enseñé cómo preparar la tierra, uno puede servir al otro, uno planta, otro envasa, otro vende, siempre hablé desde el corazón porque a pesar de toda situación difícil, hay que seguir, pasamos por varias, mi mamá también, pero siempre las sorteamos y llegamos a esto”.
“Hay que aprovechar los productos que tenemos, hay mucho en la provincia; todo lo que sale de la chacra, todo se envasa, se pueden hacer combinaciones, mermeladas, almíbares, hay tanto, hay guayabas, pera, frambuesa, melones, zapallos, guabirá, que tuvo mucho éxito; incluso ahora somos más perezosos, buscamos las frutas más fáciles, ellos hacían dulce de chuchú, a nosotros no nos gusta y ya no hacemos; dulce de berenjena, nosotros sólo en escabeche; de zanahoria, nosotros hacemos pickles; tenían el sótano lleno de nísperos, nosotros ya no, porque es muy trabajoso.
También hacían dulces y salsas de tomate que ponían en las botellas que cerraban con corchos y sellaban con cera de abeja. Hoy es totalmente distinto y en algunos aspectos era mejor, incluso a pesar de las comodidades, se compartía y se conversaba más”, reconoció Elena.
Y añadió que “ella trabajaba en la chacra, recuerdo un 27 de septiembre, se formaban nubes, hacía mucho calor y fue a terminar de plantar las ramas porque después de la lluvia se pudren, volvió a las 11 y dijo ‘no puedo más’, a las 12 nació mi hermano, tenía ampollitas en el cuerpito, seguramente por el calor que pasó, esa era la vida, después una semana y de vuelta a la chacra, los más chiquitos todos atrás y los más grandecitos en la casa, cocinando, limpiando, dando agua a las gallinas”.
En otra oportunidad, contó, “se juntaron unos 800 kilos de poroto para trillar, había luna llena y comenzaron los nubarrones, era enero, 7 u 8, mamá estaba embarazada, pesada ya, no había con qué tapar todo eso, no se conseguían plásticos como ahora, entonces nos dijo si la acompañábamos el premio era bañarse en el arroyo Garuhapé, era novedoso para nosotros, llevamos los bueyes con la carreta y fuimos, trillamos, ya se sentía el viento, cuando terminamos de cargar todo en el carro fuimos a bañarnos, al otro lado los animales berraban por nuestros gritos, volvimos a las 3 y a las 5 se largó a llover. Para nosotros fue una fiesta, mucho más que un regalo de Papá Noel, porque nuestra mamá estaba junto, al otro día nos dejó dormir hasta las 10, sino a las 5 todos arriba, nos enseñó a trabajar, a vivir la vida de cada uno, no a pedir, no nos enseñaron a pedir nada”.
Encuentro con el sabor
“El Parador de la ruta 12” es punto de encuentro de turistas y locales que llegan en busca de exquisiteces caseras cuya historia se remonta a varias décadas atrás, incluso cuando se transitaba la vieja traza de la arteria nacional, aún de tierra, y alguna lluvia imprevista o inconveniente en el viaje obligaba a detenerse y pedir auxilio en casa de Elena, un almuerzo o una cena, “también pasaba gente que pedía huevos, miel, un pollo, poníamos canastos de naranja y así estamos hasta hoy, crié a mi hijo, tiene 36 años, en el 2000, tiempos difíciles, de trueque, tenía una huerta y vendíamos lo que se producía, me ayudaron, era cuestión de sobrevivir, pero algunos se dieron cuenta que se podía vivir y pusieron sus puestitos”, reconoció la trabajadora.
Las puertas se fueron abriendo y así llegó a La Rural y a la Feria Sabores, por ejemplo, trabajando con Hecho en Misiones, en Buenos Aires, donde la gente comenzó a indagar sobre Garuhapé, sus espacios turísticos y, sobre todo, fiesta popular, para lo que Elena no tuvo respuesta. “Me golpeó duro no tener nada especial para decir, empecé a proyectar, pensé en un parque temático, pero quién va a mirar mis plantas, un día sentada en Montecarlo pensando me dije ‘perdimos la Fiesta de la Sandía, porque nos dormimos, pero podríamos hacer la fiesta del envasado, entonces los porteños van a tener algo’, era sábado, el lunes presentamos la idea y salió”, reconoció la productora.
“Llegamos a ser interés municipal, luego provincial, hoy somos Capital del Envasado, llegué a la Cámara de Diputados, algo que jamás pensé, fui tumbando todo y no puedo parar”, confió y sumó que “este año quiero ver si puedo enganchar a alguien que me ayude, estoy juntando plata para tramitar una personería jurídica, porque es más amparo, en la fiesta estuve sola y no es fácil, si bien la Municipalidad me ayudó con la movida de suelo, inclusive me trajo personal, me instaló la luz, hizo un muy buen trabajo, había detalles para los que uno necesita ayuda, por ejemplo, mover la gente, cobrar las mesas, tengo que poner más gente”.
“Una vez me dijeron que cómo quería hacer una fiesta, que no soy nadie, que se necesitan años y un título para hacer algo así, pero dije que si era para bien de la provincia, del pueblo y la gente, porque yo pienso en eso, detrás de todo esto va a haber fuentes de trabajo, entonces adelante y así fue, no soy nadie, una simple trabajadora”, confesó.
“Se perdió la idea de pensar en el otro, pero yo me sentí segura porque no quiero para mí, es para la gente, quería mostrar a los turistas que Garuhapé tiene, que Misiones tiene, me siento feliz con eso, no tengo nada, pero eso me hace feliz”, finalizó Elena.