En mi casa tengo una bicicleta fija, pero la uso muy rara vez. Envidio a mi vecino cuando lo veo salir con zapatillas y su equipo deportivo. Más aún, cuando unos 30 o 45 minutos después regresa sonriente, todavía con fuerzas para trotar.
Después se introduce en la rutina cotidiana de casi todos nosotros. Ir al trabajo, estar horas encerrados para regresar por la tarde con caras de agotados y aburridos. Con ganas de descalzarnos, preparar un mate, hacer algunas cosas en la casa, atender las inquietudes y demandas de los hijos, jugar con ellos y luego sentarnos a leer o mirar televisión. Hasta la cena, con una larga sobremesa donde cada uno brinda sus puntos de vista u ordena las actividades para el siguiente día.
Y en la mañana recomenzar el ciclo cotidiano. Él con zapatillas y ropas deportivas…
Julio César Montaña
Posadas (Misiones)