El profesor de yoga José María Ansaldi egresó en los años ‘70 de la Escuela de Estudios Orientales de la Universidad El Salvador, en Buenos Aires. Fue un notable protagonista de la divulgación y expansión de nuestra disciplina en las décadas de los ‘80 y ‘90, tanto por su valiosa tarea docente como por su participación en diversos eventos en nuestro país y en el extranjero, además de la publicación de un libro siempre vigente y de gran utilidad para practicantes y docentes de yoga.
Partiendo del principio de que “es más importante conducirse a sí mismo que mandar a diez mil hombres”, el profesor Ansaldi consideraba relevante la utilización del conjunto de técnicas psicofísicas de nuestra disciplina, tanto para controlar el cuerpo y la mente como para saber tomar las riendas de nosotros mismos y de lo que está sucediendo, a fin de poder asumir las vicisitudes de la vida y manejarlas a la manera de cada uno, con un centro de paz y serenidad en nuestro interior que nada ni nadie pueda alterar.
Siempre aconsejaba “aprender a controlar nuestra mente antes de que otros lo hagan y lleguen a dominarla”… ¿qué les parece?
Esto se debe a que el yoga nos beneficia con técnicas sencillas que ayudan a disfrutar de la existencia, a vivir con un óptimo nivel de energía y a intervenir activamente en el proceso de recuperar, mejorar y mantener nuestro bienestar, a partir de que esta disciplina no produce cansancio sino descanso y sensación de salud plena, porque desbloquea, relaja, purifica, sana y reenergiza el organismo, al tiempo que prepara los cuerpos físico y psíquico para obtener mayor vigor y resistencia, rejuvenecimiento y longevidad, como paso activo hacia la auténtica paz interior.
Es más, “si nos concientizamos de la multiplicidad de mecanismos internos que tiene el organismo para optimizar la salud”, nos predispondríamos a efectuar siempre estas prácticas que “no sólo nos salvaguardarán de los perniciosos efectos del estrés, sino que también nos permitirán vivenciar los estados más elevados del ser”.
En efecto, luego de cada clase de yoga podemos experimentar una agradable e indescriptible sensación de bienestar, sonreír y encontrar la mejor manera de abordar las tareas cotidianas y las relaciones con las personas de nuestro entorno. Por eso el profesor Ansaldi aconsejaba no dejar pasar esta oportunidad de cuidar y mantener la salud, de conectarnos con los verdaderos valores y de permanecer bajo la luz del amor, la paz y la felicidad procedentes de la divina fuente universal, de la que el yoga aporta una vivencia profunda que cada persona experimenta en forma diferente y que propicia su despertar interior.
Yendo a la práctica, ésta se basa en posturas denominadas asanas que se realizan, mantienen y deshacen con suavidad, sin brusquedades, siguiendo el principio de no violencia. Cada asana es permanencia confortable, en quietud, con la atención en el ritmo respiratorio lento, natural, nasal y silencioso, en conexión profunda con el cuerpo y sin exagerar esfuerzos.
Asimismo, toda postura es completada con su contrapostura, a la que sigue una breve relajación con percepción plena de las sensaciones producidas. Entonces, con constancia y regularidad podemos obtener los mayores beneficios, manteniendo una actitud serena y evitando llegar al extremo de la resistencia, para así sentirnos ágiles y flexibles por acción del universal prana o energía vital que incorporamos y no por algún espectacular esfuerzo muscular.
De esta manera, las posturas tendrán un efecto favorable sobre el metabolismo, el sistema nervioso, las glándulas endocrinas, la eliminación de impurezas y la capacidad de relajación del cuerpo y la mente, practicadas con lentitud, atención y serenidad. Y… recién estamos comenzando la clase con el profesor Ansaldi. Hay mucho más para la próxima nota. Ahora cerramos los ojitos, distendidos en el presente, en la hora del ahora. Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
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