Jugos, jaleas, dulces, productos de pastelería, colorante en la industria textil, en perfumería y cosmetología, también en rubros como la artesanía; aceite comestible; alimentos para aves y abono orgánico son algunos de los tantos usos de la Flor de Jamaica al que Julia Gómez sumó uno más.
Ella sumó el bellísimo color y el ácido sabor de la Rosella a originales ravioles que comienzan a hacer historia en la tierra colorada.
El plato, exquisito desde la vista hasta el sabor, surgió en un curso de gastronomía, cuando los productos de la zona debían ser la estrella. “Cuando se habla de Rosella se piensa en ella en licores, mermeladas, jugos, siempre se la asocia a lo dulce, pero es muy ácida, destacar esta cualidad llevó a que el profesor me planteé el desafío de elaborar una pasta”, recordó Julia.
Obviamente el reto no fue sencillo de abordad, principalmente porque “en ningún lado había una receta, los profesores, tampoco Google tenían respuestas, hasta que un docente me dio un consejo sabio, ‘prueba y error’. Así comencé, conseguí la flor seca, pero el color no era el que buscaba, hasta que con una amiga que se dedica a los preparados tradicionales conseguí la pasta”, apuntó la chef.
Y confesó que los primeros resultados fueron realmente malos, pero, “a prueba y error” fue adquiriendo otra consistencia. “Es indescifrable, no sabes si es salado, si es picante, tiene un gusto muy exótico”, confió. Finalmente el sabor de la masa estaba listo. Pero “en fideos no quedaba, entonces empecé a probar con ravioles, a buscar rellenos alternativos, probé con verduras, con muchas cosas pero lo que más me convenció fue la ricota y el pollo. Así fue surgiendo, además se puede variar con muchas salsas y formas, sorrentinos, agnolotis, capeletis, empanaditas, también se puede fritar, hay muchas variedades”, confesó.
La Flor de Jamaica no es extraña en Misiones, incluso es dueña de muchos jardines, incluso Julia tiene algunas plantas, “no mucho, porque es delicada, necesita tener buena tierra y le tiene miedo al frío, por eso cuando necesito recurro a una colega que tiene su plantación y siempre tiene una reserva, así que por ahora la estoy comprando”, mencionó, aunque no descartó la posibilidad de, cuando tenga tiempo, incursionar en el rubro, pues “hace muy poco volví a Capioví, preguntándome qué podía hacer”.
Es que no fue un trabajo sencillo y el camino por recorrer también presenta sus inconvenientes; “es algo nuevo, cuesta mucho ingresar al mercado, como con todo lo nuevo, lo raro, lo exótico que a la larga, si no se es constante no se llega a imponer en el mercado, aunque llama muchísimo la atención”, sostuvo y añadió que “soy nueva en esto, hace poco empecé y ya estoy hablando de un proyecto a largo plazo, creo en esto, Capioví está en el centro de una provincia que es virgen en lo que a gastronomía se refiere, así que es cuestión de seguir apostando”.
Si bien hoy Julia habla de un emprendimiento, los ravioles de Rosella nacieron como un trabajo final para su curso de gastronomía, por el que el docente “me felicitó porque esperaba algo diferente, un sabor agridulce, y la verdad que no, los ravioles son salados, es un gusto indescifrable. Para mí fue un desafío, lograr algo que hasta ahora según mi profesor no existe, que en ningún lado está la receta fue importante”, remarcó Julia y subrayó que está haciendo las averiguaciones pertinentes para patentar su receta y, sobre todo, seguir explorando porque “la cocina es un mundo donde cualquiera puede ser chef, pero no cualquiera puede lograr cosas sabrosas y un plato que llame la atención”.
Una flor muchos beneficios
Estudios publicados por el INTA señalan que el consumo de rosella tiene beneficios para la salud, ya que ayuda a reducir la presión arterial, disminuye los niveles de colesterol, regula la producción de insulina y tiene efecto diurético, lo que contribuye a la limpieza interna del organismo. Es rica en vitamina C, y en sales minerales, lo que hace que su jugo es ideal para deportistas que buscan hidratarse.
El ciclo de la Flor de Jamaica es primavera-verano y la fecha de siembra es preferentemente septiembre-octubre, mientras que la floración se inicia en diciembre y se cosecha en forma escalonada hasta el inicio de las heladas.
La planta se cultiva para el aprovechamiento de sus cálices carnosos, en donde radica su valor comercial y para su cosecha se toma como indicador la abertura de la cápsula, de los cinco a seis meses después de la siembra, cuando la recolección puede hacerse en forma tradicional, es decir cortando los cálices carnosos y dejando el fruto o cápsula para luego cosechar las semillas.