Después de casi 20 años de permanecer fuera de la Argentina la hija del recordado locutor Silvio Orlando Romero, afirma que “es sumamente difícil irse. Literalmente sentís que el corazón se te parte”. Es que emprender una “aventura” como esa implica “dejar tu historia, tu gente, tu mundo conocido, solamente aferrándote a los recuerdos que el alma y la mente retienen como un tesoro”. Y se acentúa más aún “cuando emigrás con hijos. Lentamente te vas dando cuenta que no sólo es difícil para vos sino para tu descendencia porque has trasplantado a alguien que va a vivir entre dos mundos. Como dice la canción no sos de aquí ni sos de allá”, acotó haciendo alusión a su única hija, ahora estudiante universitaria.
Primero se establecieron en Miami Beach, luego Fort Lauderdale (condado de Broward, en el estado de Florida) y desde hace 12 años residen en Lakeland, una ciudad entre Orlando y Tampa.
A entender de Romero, el hecho de “irte lejos te abre una perspectiva diferente, aumenta tu capacidad de opinar y de observar. Se extraña el querer estar con amigos, compartir un mate con tus padres, ver a tus hermanos pero al no tenerlo el vínculo a tu pequeña familia es más fuerte. Aprendés a hacer de todo. Entendés que a veces hay que bajarse del caballo y caminar”, reflexionó.
Confió que después de seguir la carrera de geografía en el Instituto Montota de Posadas, los 40 años la encontraron regresando a la universidad y recibiendo el título de radióloga. “Digamos que estoy reciclándome una vez más. Obtuve el título y de ahí en más, a trabajar de eso se ha dicho. De eso se trata la vida, de tratar de encontrar el camino. Después de casi 20 años de estar afuera, el balance es satisfactorio pero agridulce”.
Exalumna de la Escuela 1 “Félix de Azara” y de la Escuela Normal Mixta “Estados Unidos del Brasil”, rememoró que “una vez hablando con alguien me di cuenta que después que emigramos nosotros, un total de 18 personas nos contactó con ese mismo fin, y esas personas trajeron a otras. Es decir que elementalmente cambiamos la vida de esos ciudadanos. Y no todos se adaptan. Es muy difícil”.
Cosas que no se ven
Romero, quien tuvo la dicha de viajar y conocer diversos países, contó que lo que más le impactó de su lugar de residencia “es ver que no se estilan las pegatinas en tiempos políticos. No existen, son penadas por la ley”. Otra cuestión es que los políticos no inauguran una ruta o una escuela, y cuando una obra se termina se utiliza, “porque así tiene que ser. Cuando te descuentan en impuestos, al hacerse la declaración, te reintegran lo que te sacaron durante el año. Y eso pasa cada año fiscal”, comparó.
La discriminación existe como en todos los lugares, “es algo humano te diría”. Al igual que los obstáculos que van desde la lengua, la documentación, el trabajo, la escuela, la vida diaria, “pero todo eso ayuda a superarte. Lentamente te vas dando cuenta que tu hogar, tu mundo, sos vos mismo. Que no importa donde estés porque en tu alma siempre vas a tener el recuerdo de lo que te hace feliz”.
Admitió que la pregunta que le formula “el millón, es si quiero regresar. La respuesta es… sí y no. Yo lo llamo: síndrome del que se fue”.
La fruta debajo del árbol
Siguiendo los pasos de su padre, tanto “Ganti” como su hermana Silvia Ester incursionaron en la locución sin que sepa Don Silvio Orlando. Empezaron en FM Estilo donde concurrieron a la prueba como “cualquier hijo de vecino”. Dante Alcaraz les había tomado la “evaluación” de pronunciamiento y comentario y cuando ya estaban trabajando les preguntó: “¿por qué no nos dijeron que eran hijas de Silvio Orlando Romero?.A lo que respondimos ¿y qué cambiaría? A lo que él agregó: ¡hijas de Tigre!”.
Allí comenzamos junto a otros tantos “como Jorge Castro que hizo sus primeras armas en Estilo. Después de pasar por LT4 grabando los comerciales y cubriendo turnos, pasamos por LT17, donde todo fue como una prueba más. No es fácil trabajar con un familiar y más aún cuando ese familiar se llamaba Silvio Orlando Romero”, alguien multifacético que podía transmitir de todo, desde un partido de básquetbol o de bochas, desde un noticiero hasta programas en vivo.
“Él era, y pienso que aún es, El Señor de la Radio en todo su sentido. De mi padre aprendimos la sencillez y la nobleza. “Donsi” era un hombre bueno, sin dobleces, y era divertido trabajar con él. Era un honor y, a la vez, un peso muy grande”, dijo.
Recordó que la última vez que estuvo de visita por Posadas, “el remisero que me transportaba hasta la casa de mi madre me miró y preguntó ¿vos sos Ganti? ¿la hija de Don Silvio? ¿cómo anda Palomita? Ya habían pasado doce años. Esas son cosas impagables, el recuerdo y el cariño de la gente, heredado gracias a mi amado padre”, que dejó de existir a principios de 2000.
Al referirse a su madre, Juana Ester Navas, sostuvo que es “el horcón de la familia. De temperamento fuerte y derecho que, como todo, se fue ablandando con el paso del tiempo. Una vez le pregunté: ‘Ma ¿por qué no le retás a Paloma que rompió una de tus figuritas de cristal (mi padre siempre le regalaba cristales durante el aniversario) y ella respondió con toda calma: soy la abuela y la malcrío, para educarla están los padres”.
Residente en el barrio Rocamora, de Posadas, añadió que su madre es una de esas personas “que te habla tranquila y educadamente pero puede tirarte con una molotov. Esa es Juana Ester, una señora con todas las letras como lo era mi padre”. Su hermana Silvia Ester también vive en Posadas y continúa desempeñándose en el ámbito de la radiodifusión y medio ambiente, y de su hermano, Sebastián Orlando, opina que “es la fiel imagen de mi padre, grandote y bonachón”.
Qué tiempos aquellos
Según “Ganti”, “no era fácil trabajar con Silvio, no sólo porque fuera mi padre sino por lo que los demás esperaban de su hija. De todos modos fu una aventura en la cual aprendí a conocer a la gente desde los medios de comunicación. La gente que escuchaba sus programas de la madrugada era especial. Te hacía sentir que eras parte de la familia. Era una sensación única”.