La masiva manifestación de movimientos sociales que se instaló ayer en la plaza 9 de Julio, en una pacífica demanda de trabajo y la violenta represión policial en la fábrica de Pepsico en Florida, provincia de Buenos Aires, pueden ser vistos como hechos de muy diferentes características, si se los define por el nivel circunstancial de confrontación. En lo esencial, sin embargo, responden a la misma realidad, la emergencia de una cada vez más inocultable conflictividad social, provocada por las políticas de ajuste del gobierno de Cambiemos. En las últimas semanas, casos como el de la fábrica de alimentos se repiten casi a diario en distintos puntos del país, afectado en especial a las zonas industriales. No hace falta más que seguir la crónica diaria para comprobar que la tendencia a la destrucción de empleo y al desmantelamiento industrial es una constante en las políticas del macrismo.Frente a ello, la estrategia oficial, de mirar para otro lado y festejar un presunto despegue técnico de la economía, abandonando a su suerte a los sectores más vulnerables agrava la situación. El sesgo regresivo del ajuste, y el impacto negativo en el mercado laboral, es tan evidente, que los únicos comentarios que se oyeron de boca de los principales referentes del Gobierno nacional, en el caso del desalojo violento en tierra bonaerense, fueron palabras de apoyo a la represión. El debate sobre el uso de la violencia en la resolución de conflictos; lógicamente, es vital para un Gobierno que genera cada día nuevos conflictos. Pero algo no está bien si en lugar de debatir los cierres de fuentes de trabajo y dar respuestas a la emergencia en que quedan las familias de los trabajadores despedidos, el discurso gubernamental se preocupa por legitimar la represión violenta.Aunque no se quiera ver, empero, el conflicto en Pepsico es una señal de que la llamada “desocupación por goteo” va en camino de confluir en una crisis de proporciones. En la provincia, el contexto pacífico de la demostración, que convocó a centenares de jóvenes frente a la Gobernación también es una señal de los estragos del ajuste. En ambos casos, se intenta hacer visible para los gobiernos la realidad de la gente.
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