La escasez de combustibles que afecta a buena parte del país configura una crisis singular para las postergadas periferias de Argentina.
La gravedad se profundiza en contextos complejos como el nuestro, donde se entremezclan situaciones de contrabando y especulación, factores que crecen al calor del desinterés de los sucesivos gobiernos centralistas en desarrollar soluciones específicas para cada región del país.
Así llegamos a instancias inéditas como que comience a ser evidente la escasez de garrafas de gas (lo que vuelve a dejar al desnudo el centralismo del Estado), o que peligre el normal abastecimiento de alimentos.
Precisamente esa fue la advertencia que quedó expuesta en un informe interno que circuló entre los gerentes de al menos dos de las alimenticias más grandes de la Argentina.
Los empresarios ponen sobre la mesa una presión adicional a la dinámica inflacionaria. La crisis por la falta de gasoil se agravó en las últimas horas y se esperan faltantes en las góndolas para los próximos días.
Semanas atrás las cámaras de autotransporte ya habían alertado sobre la cuestión, pero ahora se suman los eslabones más sensibles de la cadena del gasoil: la industria alimenticia. Sin embargo, nada se hizo al respecto.