Noto que a veces estamos queriendo cambiar lo que sucede afuera, cómo se comportan los demás, lo que hacen, lo que hablan, la familia, el Gobierno, etc.
Es algo que todos hacemos, parece que vemos lo que el otro hace, pero no podemos vernos a nosotros, tenemos puesta la mirada afuera.
Así podemos encontrarnos muchas veces quejándonos, perdiendo nuestras energías en vez de detenernos y mirar nuestra vida, aunque esto signifique sentir angustia, enojo o algún malestar.
Queremos que cambie nuestra sociedad, pero no pensamos que la sociedad está formada por nosotros.
Hace algún tiempo cuando empecé a cambiar mi manera de ver las cosas, me encontraba criticando algo y aparecía mi conciencia diciendo: “vos también lo hacés, ¡cambiá vos!”.
Vemos el error en el otro, pero no podemos ver el ¡nuestro!
Me gusta la frase del Dalai Lama que dice: “El cambio verdadero viene de dentro, deja lo de afuera como está”.
Pensemos qué queremos cambiar afuera y cambiemos nosotros, si pedimos paciencia seamos pacientes, si pedimos respeto respetemos nosotros, no esperando nada del otro.
Parece difícil, pero vale la pena probar, a veces el otro es un buen espejo que refleja aquello oculto en nosotros, esa oscuridad que nadie quiere reconocer, pero que está.
Eso también es parte nuestra, abracemos nuestro mal humor porque atrás hay dolor.
Abracemos el egoísmo porque atrás hay rechazo, abracemos todo lo que juzgamos en los otros porque está dentro nuestro y son nuestras heridas. Cuando podamos verlas y sentirlas aparecerá el alivio que nos permitirá vivir más plenamente y ser más nosotros mismos.
Que Dios los bendiga.