Días de mucho frío o de calor intenso, siempre existen niños en las calles. Me he cruzado varias veces con ellos. No me olvido de uno en especial cuando me extendió su manito pidiendo recibir plata. Tendría 5 o 6 años.
Sus ojos eran oscuros y su mirada triste. Preguntar por qué lo hacía o dónde estaban sus padres, no lo hice porque tuve la sensación que se sentiría incómodo.
Me acuerdo como si fuera hoy aunque han pasado los años, cada vez que llega agosto que es el mes del niño, me trae el recuerdo de aquel pequeño. No le dí plata, fui a comprar alfajores y se los regalé.
Qué injusto, hasta hoy pienso lo mismo, ese dulce niño tendría que haber estado en la escuela o jugando con alegría.
El destino lo llaman algunos, yo no.
Pienso que tal vez falta más organización para que no estén más en las calles.
No sé dónde estará aquel pequeño, ojalá hoy sea un hombre de bien, defendiendo a otros tantos niños de la calle.