Entre las principales virtudes de las redes sociales hay que destacar sin dudas la accesibilidad inmediata a los archivos. Y, como se dice popularmente, nadie resiste un archivo.Por ello los políticos en general pero los funcionarios en particular podrían practicar un ejercicio muy saludable para ellos y para la sociedad: escucharse más y, si no les es posible, grabar lo que dicen y luego escucharse.A quien puede alcanzar este consejo por estos días es al ministro de Trabajo, Carlos Alfonso Tomada, abogado laboralista, asesor de gremios y funcionario de más de una administración. Y ministro récord del Gobierno de los Kirchner.Y justamente por todos esos datos, pero especialmente por el último, es interesante repasar algunas de sus últimas declaraciones.Una de las cuestiones que destacó fue el logro de este Gobierno de haber bajado el trabajo en negro. Algunos escasos puntitos en doce años del “País de las Maravillas” -encima comparado con una de las etapas más negras de la República en materia económica y social- no sólo resulta insignificante e insuficiente, sino hasta rayano en la ironía para con la sociedad.El abogado y casi seguro legislador porteño (un premio bastante modesto para el responsable de un área y protagonista de una gestión que debería tener un brillo casi impar… de acuerdo con los propios autoelogios) insistió en que se han impulsado leyes para bajar el trabajo en negro.Las leyes, señores y señoras, ayudan y promueven, pero cuando la economía anda tratando de no hundirse en el pantano no hay normativa que valga. El empleo en general y el empleo en blanco nacen por imperio de la prosperidad económica y no por voluntarismo legalista. Menos aún puede prohibirse la caída del trabajo: cuando una actividad se desmorona, muere el trabajo, y sanseacabó, como diría el hijo presidencial.Además, no debe olvidarse que la Ley Nacional de Empleo (la famosa flexibilidad laboral) pergeñada por el menemismo con la impronta de Domingo Felipe Cavallo estableció la promoción del empleo en sus diversas formas, varias de ellas precarias, y sirvió de matriz para muchos otros proyectos posteriores. Y así están las cosas.A la vez, Tomada avaló la reunificación de la CGT para que haya “una mejor defensa del trabajador”. Quizás con la mira en la intensa actividad que le espera como concejal de la ciudad de Buenos Aires esté olvidando que es el ministro con más continuidad en un Gobierno que se ocupó especialmente de dividir al gremialismo para dominarlo y que, además, dejó de atender reclamos fundamentales desde hace años. Si no, que lo digan los que sufren la mutilación de sueldos vía Ganancias, por ejemplo.Palabra más, palabra menos, Tomada aseguró que “siempre” estuvo “a favor de la unificación de la CGT. Siempre he creído por mi formación, por mi origen político, por convicción, en la unidad del movimiento obrero”. Obvio, debe recuperar la simpatía de un ambiente en el que trabajó como abogado laboralista y del cual se puso enfrente cuando lo eligieron ministro para cumplir órdenes de Néstor y Cristina. Aunque también estuvo del otro lado del mostrador en un Gobierno radical. El de Raúl Alfonsín, y justamente en el área del Ministerio de Trabajo.Luego del recuerdo de la reciente exposición ministerial mediática, sería oportuno recomendar nuevamente a los políticos que nunca es saludable que en esa cartera prohijada hace más de 70 años ni más ni menos que por Juan Domingo Perón se pose un gremialista o un abogado vinculado a los sindicatos.El archivo -maldito archivo- puede dar cuenta de las tormentas previas y posteriores que hubo cuando el mandamás del área provino de esas filas. Hay dos situaciones contra natura inevitables: favoritismo y enfrentamientos, cóctel altamente nocivo.También hay que analizar si, como el trabajo no puede crearse por ley, ni por decretos, ni por resoluciones, es necesaria la continuidad de un Ministerio, con las características elefantiásicas que ello implica. O sea, un monstruo burocrático donde pululan miles de dependencias, proyectos, planes y etcéteras varios, pero cuyos efectos prácticos están a la vista.La tarea más saliente que la gente conoce de esa cartera -y cuyos resultados recibe- es la de escenario para la resolución de conflictos y la homologación de acuerdos. El resto de las misiones declamadas y su efectividad están varios escalones más abajo. Por ahí sería cuestión de que los próximos Presidente de la Nación y Jefe de Gabinete evalúen la posibilidad de regresarlo al estatus de Secretaría.Pero en medio de la maraña de oscilaciones políticas -incluidas desorientaciones- en etapas de fin de ciclo como la actual, nadie pierde de vista que los dramas continuarán enhiestos (y quizás se agraven) durante bastante tiempo.El 11 de diciembre no retornará el pleno empleo ni desaparecerá el trabajo en negro. Según el Indec (hay que mencionarlo porque es la única referencia de la estadística oficial) uno de cada tres trabajadores no está registrado.Como en todos los rubros, los cálculos no gubernamentales y más serios suelen mencionar guarismos mayores, y la sospecha está avalada por el simple hecho de caminar un poco las calles y dejar de andar tanto en autos oficiales, con aire acondicionado y chofer ad hoc.Como viene ocurriendo desde hace rato, el menor índice de trabajo irregular se da en la Capital Federal, mientras en el norte del país se registran los valores más alarmantes, de hasta 45%.Los números del mundo del trabajo quizás sean el más claro reflejo de lo que ocurre en la economía de un país. Pueden “dibujarse” cifras en todas las materias buscando combinaciones y argumentaciones por doquier, pero cuando se llega al ámbito laboral, ahí canta la realidad.El desempleo (aunque también se maquilla) y el empleo en negro (ídem, pero no tanto) no dejan resquicio para las dudas. Y ni hablar de los niveles de ingreso, en promedio más cerca del infierno que del cielo. Además, la ecuación negativa cierra redonda cuando aparecen en la marquesina los millones de beneficiarios de planes sociales en todas sus variantes, que desnudan a un país paralelo sin trabajo.Podrá, en definitiva, haber muchas explicaciones y justificaciones, pero como les dijo Perón a sus discípulos nada podrá contradecir la única verdad (la realidad, claro), a lo que en estos tiempos modernos se suma el para muchos implacable y maldito archivo.
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