Ramona Teresa Morel cursaba la semana 37 de embarazo de su tercer hijo. Al igual que sus embarazos anteriores, este fue muy controlado porque ella es diabética. Esta joven madre de 28 años que vive en Capioví comenzó a sentirse mal el 18 de agosto y fue al hospital de esa localidad “tenía dolores y contracciones. Estaba de 36 semanas de gestación y ahí le aplicaron una inyección para frenar el trabajo de parto”, contó su hermana, Gabriela a PRIMERA EDICIÓN. Los siguientes días Ramona se sintió un poco mejor pero, el domingo 30 de agosto, a la tarde, volvió a sentirse mal y apenas sentía los movimientos de su beba Nahiara. Junto a su mamá, ambas fueron al hospital de Capioví donde la revisaron y le escucharon el latido del corazón del bebé y, según el profesional que la atendió, estaba todo normal, “pero le recomendaron que al día siguiente fuera con su médica toco-ginecóloga”. Por ello, el lunes, Ramona tomó un colectivo rumbo al hospital de Puerto Rico donde atiende su médica pero cuando llegó, la profesional le dijo que no podía atenderla porque ese día solo hacía Papanicolaou (PAP). Sin atención, tuvo que regresar en colectivo otra vez a Capioví. “El martes muy temprano, a las 4 de la madrugada, mi hermana empezó con pérdidas, sentía muy mal… se fue otra vez al hospital de Capioví y, sin siquiera atenderla o escuchar el latido del bebé, le pusieron un calmante y le indicaron que se fuera al hospital de Puerto Rico por sus propios medios porque, en ese momento, no estaba la ambulancia. Mi hermana se fue caminando despacito, como pudo, hasta la casa de mi mamá, juntó sus cositas y las dos fueron en colectivo hasta Puerto Rico”, relató Gabriela. El momento más tristeEse martes primero de septiembre, cuando llegó a Puerto Rico, “la doctora le miró la panza y le dijo que el bebé estaba muerto… recién después el doctor Joel le hizo una ecografía y ahí confirmaron la muerte del bebé. Después de eso, le hicieron una cesárea inmediatamente”, contó su hermana. Hasta el momento, 22 días después de saber que su beba murió, Ramona aún no recibió una explicación que le permita entender un montón de cosas que no coinciden con lo que le dijeron los médicos. Según su médica ginecóloga, su bebé llevaba varios días muerto en su panza. Pero ella escuchó sus latidos dos días antes de la cesárea y apenas 4 días antes (el viernes 28 de agosto) había visto que todo estaba normal en una ecografía que le realizó el doctor Cáceres en Capioví. “Según la médica, la enfermera que le escuchó los latidos del corazón no sabe nada y lo que escuchó fue otra cosa”, detalló Gabriela. Otro dato que no encaja es el peso de su bebé: según la ecografía pesaba 2,400 kilos y apenas 4 días después, cuando sacaron su cuerpito mediante cesárea, pesaba 4,200 kilos. “Después de ver al bebé, uno de los médicos nos llamó a mí y a mi hermana y nos hizo pasar… el bebé estaba acostadito sobre una camilla, le tocó y le sacó una pielcita blanca y nos explicó que eso se formó porque hacía una semana que el bebé tenía que haber nacido. Nos dijo que había sufrido mucho la última semana y no aguantó más. El bebé era muy grande y mi hermana ya no tenía más líquido amniótico… Este es el único profesional que nos brindó una posible explicación de lo sucedido. Según el certificado de defunción, la causa de muerte de mi sobrinita es diabetes gestacional”, confió muy triste.
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