En estos días la comunidad internacional está inmersa en atender la gran ola de migrantes que abandonan las zonas más afectadas por la pobreza, guerras civiles, persecuciones étnicas y religiosas, etc. A diario los medios de comunicaciones exponen los tremendos sufrimientos que padecen nuestros hermanos del Tercer Mundo para cumplir el sueño de una vida más libre y digna. El fenómeno de la gran ola de migraciones es un llamado a la solidaridad y a la reflexión para toda la humanidad. Son miles y miles de connacionales que se sienten forzados a abandonar el país de forma irregular por la falta de condiciones dignas de vida. Son millones de niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores privados de los derechos fundamentales de alimentación, salud, educación, vivienda, propiedad, empleo digno, familia y el que se ha agravado mucho más en los últimos cinco años, el derecho a la vida y a la seguridad.Así como el mundo vive tantas situaciones de pobreza y migraciones y busca una vida con mayor seguridad y mejores condiciones, también en nuestro país hay situaciones similares con otras características que merecen nuestra atención. En primer lugar toda falta de solidaridad y desarrollo que no tiene en cuenta a la totalidad de la población, van dejando a muchos al margen del sistema, del verdadero progreso y desarrollo. Son tantos los que prefieren abandonar el campo, y dirigirse a las ciudades por falta de trabajo digno, condiciones dignas de vida y falta de perspectivas.También nos damos cuenta que las desigualdades socio-económicas no son sostenibles a largo plazo y el verdadero camino de desarrollo es el de la solidaridad y del compartir. La falta de oportunidad de empleo digno, el despojo de tierras, la inseguridad alimentaria, falta de desarrollo de los pueblos del interior provoca la emigración de nuestros hermanos y hermanas.Esta ola de migraciones nos invita a iniciar un camino de paz, más allá de nuestras fronteras. El papa Pablo VI en su Encíclica Populorum Progressio, de 1967, afirmó que la Paz es la ausencia de todo y cualquier tipo de violencia, es el desarrollo integral del ser humano. El ser humano, más allá de su color, su raza o su nacionalidad. Nos invita a una fraternidad más allá de los intereses egoístas de cada país. En esta búsqueda de paz sigamos los pasos de Jesucristo y salgamos de nuestro egoísmo, del deseo de ser, tener y poder para ir al encuentro de las personas migrantes, de los más pobres y abandonados compartiendo nuestro tiempo, tención, capacidades y bienes. La corresponsabilidad en la construcción de un mundo de justicia y paz es otra fundamental enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia.Oremos a Dios, en especial por aquellos que tienen la posibilidad de atender las necesidades de tantos hermanos que sufren, para que haya cambios estructurales, que la inversión mayor del dinero público sea para garantizar una vida digna a toda la población y no para aumentar el capital de unos pocos, salvaguardando su integridad e intereses. Pues, la construcción de Paz es posible cuando la prioridad es garantizar el desarrollo integral de todos los ciudadanos y ciudadanas.
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