El 2 de abril de 1982, tropas argentinas desembarcaron en las islas Malvinas con el fin de recuperar la soberanía que en 1833 fue arrebatada por Gran Bretaña.
El conflicto bélico resultó ineludible y tuvo como resultado 649 bajas argentinas y más de 500 suicidios motivados por secuelas y traumas de posguerra. PRIMERA EDICIÓN decidió contar la historia de tres misioneros que vivieron cada uno de forma particular este conflicto bélico. Por los que fueron y no volvieron, y por los que volvieron y fueron olvidados durante mucho tiempo.
Recién en noviembre del 2000, a través de la Ley 25.370, el día 2 de abril fue declarado Día de los Veteranos y Caídos en Malvinas, en homenaje a todos los combatientes caídos y los sobrevivientes de la guerra de Malvinas y sus familiares.
“Quiero volver a ver flamear la bandera argentina en Malvinas”
Ramón Rotela es posadeño y allá por 1982 culminó el Servicio Militar Obligatorio en el Batallón de Infantería 5, en Río Grande (Tierra del Fuego), cuando se prestaba para volver a su Misiones natal, algo inesperado cambió su vida para siempre.
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El 2 de abril se despertó con la novedad del conflicto bélico, de forma inmediata quedó bajo bandera y a las órdenes del Batallón donde prestaba servicios. El martes 13 de abril desembarcó en Malvinas donde combatió por más de 60 días contra los ingleses, hasta el momento de la rendición.
El 2017, tras 35 años de aquella tremenda gesta, Ramón fue reconocido por su valor, hidalguía y entereza en su labor y recibió la medalla al Valor en Combate, una de las condecoraciones más altas recibida por un excombatiente misionero que luchó en Malvinas.
Ramón relató lo que sucedió desde aquel abril de 1982, Combatí en las Islas Malvinas en la Cuarta Sección de la Compañía Nacar de Tiradores, en el Monte Tumbledown. Esa fue nuestra posición a lo largo de más de 60 días.
El exdragoneante rememoró que el enemigo nos tomó prisioneros la madrugada del 14, sin saber que Argentina se rendiría ese día en Puerto Argentino. Tras dos años de servicio militar en el Sur y meterse de lleno en la guerra de Malvinas, Ramón cumplió sus 20 años (9 de junio) en pleno conflicto bélico.
En aquel entonces todo era emoción y euforia. Estábamos muy contentos de haber recuperado las Malvinas y no veíamos la hora de entrar en combate.
Una vez en el fragor de la batalla era adrenalina pura, estuvimos apostados en el foso y ahí sobrevivimos hasta el final de la guerra; nos bombardeaban por cielo y tierra, día y noche, repelíamos al enemigo con astucia, audacia y a diferencia de otros batallones nosotros estábamos muy bien preparados. Fueron dos años como infante de marina en el servicio militar y en el Sur, eso nos ayudó y mucho. Estábamos acostumbrados a ese clima terrible de frío, agua viento, lluvia y nieve.
El día final de la contienda recordó: Nos tuvimos que rendir, tras una cruenta batalla donde al final se luchó cuerpo a cuerpo, se nos terminaron las municiones, fue feroz; yo estaba a cargo de un mortero y en esa ofensiva final tenía 54 proyectiles y los tiré a todos. Ese día fuimos muy pocos los sobrevivientes, nos doblegaban en número en una proporción de 7 a 1.
De acuerdo a Rotela nos llevaron a los 8 o 10 soldados que quedábamos a un galpón fuertemente custodiados. Nosotros en realidad éramos conscriptos, pero con una destacada preparación, igual fue muy humillante y denigrante tener que rendirnos y que te lleven prisionero, yo no se lo deseo ni a mi peor enemigo una situación así.
A su regreso a Posadas, en los primeros días de julio del 82, Ramón fue recibido en su barrio como un verdadero héroe. Mi mamá me estaba esperando cerca de San Martín y ruta 12, donde vivía, al igual que los vecinos de mi barrio, tristes por lo que pasó, pero felices porque volví con vida, a casa, al barrio. Recuerdo que mi madre me recibió con santos en la mano y con una emoción incontenible al verme.
Los años siguientes a la guerra este posadeño siguió con su vida. Se casó, tuvo tres hijos (Angélica, Mariana y Juan Ramón -ya fallecido-), y no continuó la carrera militar. En el año 2000 se sumó al Ministerio de Gobierno y desde el 95 integra la Asociación Civil Centro de Combatientes Veteranos de Guerra de Malvinas, sobre la calle Junín.
Este Diario indagó sobre la situación actual, como fueron tratados por la sociedad a su regreso de la guerra y si algún día las Malvinas volverán a ser argentinas. A lo que respondió: Quiero volver a ver flamear la bandera argentina en Malvinas, por supuesto por la vía diplomática y no a través de las armas. La humanidad tiene que tratar de desterrar las guerras, porque un conflicto armado, no le hace bien al vencedor, ni al vencido.
Sobre los excombatientes aclaró que por muchos años fueron olvidados e ignorados por la sociedad en general, no así por sus familiares, amigos o nosotros mismos; ahora de a poco se están revirtiendo las cosas, se consiguieron varios beneficios, pensión, obra social, entre otros, pero aún faltan muchas cosas por hacer y una reivindicación de la sociedad al soldado de Malvinas.
Tardó, pero llegó
Pasaron 35 años para que este misionero reciba un reconocimiento a su accionar en el campo de batalla y él mismo lo cuenta así: En 2015 me condecoraron, en Buenos Aires, con la medalla al Valor en Combate. Uno sabe lo que hizo y lo que vivió en la guerra, pese a que nunca divulgué demasiado lo hecho.
Fue algo que no puedo describir con palabras, el momento de recibir la medalla. Fue una tremenda emoción y una catarata de recuerdos, de reencuentros con camaradas. Creo, si no me equivoco, que soy el único misionero que recibió esta medalla dentro de la Infantería de Marina, sentenció.
Roberto estaba feliz porque Dios lo había elegido para estar en las Islas
El Teniente (post-mortem Teniente Primero y Cruz al Heroico Valor en Combate), Roberto Néstor Estévez fue un soldado posadeño que combatió y murió en el conflicto bélico de Malvinas. Cayó de forma heroica en la Batalla de Pradera del Ganso, el 28 de mayo de 1982.
Tras su muerte, la figura de Estévez se transformó en una de las más importantes influencias en el Ejército Argentino, catalogado como un ejemplo de liderazgo, valor y coraje, y referente de lo que deber ser un buen soldado.
Parte de esta información se puede encontrar en notas de diarios, relatos, imágenes, en la recordada carta a su padre, en un libro, en el propio Colegio Militar e inclusive su nombre está presente en una plaza y un barrio en Posadas; en una estación de subte, en Buenos Aires; en una escuela en Jardín América; calles, avenidas y barrios, en distintos puntos de Misiones, Catamarca y Jujuy, y hasta en la Compañía de Cazadores de Monte 18, de la ciudad de Bernardo de Irigoyen, por solo citar algunos ejemplos.
Pero más allá del glorioso recuerdo del querido Estévez, quisimos hablar con su familia para que nos cuente en primera persona como era Roberto y como se vive con el recuerdo del que ya no está en esta fecha tan especial.
Si María Julia lo dice…
PRIMERA EDICIÓN se reunió con María Julia, la cuarta de nueve hermanos y muy amiga de Roberto, desde su infancia.
Roberto estaba feliz porque Dios lo había elegido para estar en las Islas, así comenzó su relato María. Aunque a muchos hasta hoy les sorprenda, él desde pequeño soñaba con ser militar y recuperar las Malvinas, resaltó.
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Luego, María toma una carta y dice: Inclusive lo recuerda en la ya famosa carta que le mandó a mi papá antes de ir a Malvinas y a sabiendas que iba a perecer en el conflicto diciéndole… Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todos destinados a recuperar las islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía. Dios, que es un Padre generoso, ha querido que éste, su hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria, por lo que al parecer él ya sabía el final de su destino.
Su hermana tiene recuerdos que al parecer afloran sin parar. Pero hace una pausa y explica que Roberto con 25 años era un comando de Regimiento de Infantería Mecanizado 25 del Ejército Argentino, con base en Colonia Sarmiento (Chubut).
Además, fue la primera unidad del Ejército en pisar suelo malvinense, el mismo 2 de abril. Colonia Sarmiento fue el único destino de Roberto, tras culminar sus estudios en el Colegio Militar, en Buenos Aires.
Fue un líder nato
Además dejó en claro según relatos y conversaciones recopiladas en estos casi 36 años con sus camaradas de fuerza que, Roberto era el jefe de su compañía, la cual hasta hoy lo recuerda con mucho cariño y devoción diciéndole ‘mi teniente’.
Él los preparó de muy buena manera, no solo en la parte militar, sino también en el cuidado entre ellos. Les inculcó respeto, solidaridad, honor, dándoles la palabra de Dios, rezando con ellos y siempre compartiendo comida y abrigo. Era un líder nato, y todos lo recuerdan de esa manera, aclaró.
Además contó que pese a tener múltiples tareas y obligaciones Roberto se las ingenió ya en Malvinas para escribirle a su padre, a sus hermanos y eso que eran nueve en total.
Así lo relata María Julia: A papá le escribió varias cartas, a mí me escribió tres y a mis otros hermanos también. Roberto era muy familiero, muy buen hermano, siempre estaba preocupado por como estábamos todos, desde joven fue así.
Se enteraron por la televisión
Pese a que la historia del teniente Estévez es conocida e inclusive como murió en el cumplimento del deber el 28 de mayo de 1982, salvándole la vida a su compañero Rodríguez y a su propio batallón; lo que muy pocos saben es que la familia recién se enteró que Estévez falleció a fines de junio y por televisión.
Una noche estábamos mirando un canal nacional con mi hermano José María y en una entrevista a un soldado el periodista le preguntó: ¿donde había estado? y él responde en Pradera del Ganso, prestando servicios para el Batallón de Infantería 25 de Colonia Sarmiento; ¿y a las órdenes de quién?, nuestro jefe fue un gran tipo, fue el teniente Roberto Estévez. Así nos enteramos que Roberto había muerto, dijo con los ojos llorosos María Julia.
Al otro día se presentó personal del Ejército y le entregaron un telegrama a mi papá donde confirmaban su muerte. Hasta el propio gobernador de facto, el interventor Juan Bayón le dio los pésames a la familia, en persona, recordó.
Además, en otro tramo de la charla contó que fueron a buscar sus pertenencias a Chubut junto a su hermano Fernando y ahí además de recoger sus cosas recibieron la famosa carta para su padre y su novia de entonces (NdR: Marta López, ya fallecida), ambas las escribió antes de ir en abril a las Islas Malvinas.
Verlo ahí me dio mucha paz
Roberto está enterrado en el Cementerio Argentino, en Malvinas. Nunca se nos ocurrió traerlo. Murió en las Islas y es donde él hubiera querido estar. En 1985 mi hermana María Mercedes y José María fueron los primeros en visitarlo y llevaron una placa, la cual está hasta hoy en su tumba. Yo viajé en 1999, y verlo ahí me dio mucha paz. El dolor y la tristeza uno la tiene siempre, porque es tu familia, tu hermano, sentenció María con un suspiro de dolor que llega directo al corazón.
Diciembre del ’81, una despedida
Por último, María Julia rememoró: La última vez que lo vi con vida a Roberto fue en diciembre de 1981. Vino a hacer una instrucción comando en la selva misionera. Pero pidió permiso un día y compartió un asado con nosotros. Cuando iba a volver fuimos al aeropuerto a despedirlo con mi papá y Fernando. Antes de despegar el avión le dijo a mi padre, Preparate Pipo (NdR: así le llamaba en forma cariñosa a su padre Roberto Néstor Estévez) algo grandioso va a pasar, aunque no te puedo adelantar nada más. Fue algo premonitorio, de que la guerra de Malvinas estaba al caer.
A lo largo de la entrevista María nunca dejó de decir que con Roberto siempre fueron amigos, compinches y que compartieron muchas cosas juntos: salidas, viajes, cine, teatro y cartas, entre otros. Todo en un relato envuelto de emoción, orgullo y una entereza admirable, que no solo se recuerda cada 2 de abril.
Yo estaba dispuesto a morir por la patria
Héctor Aníbal Torres (52) es otro posadeño que nos contó su singular historia en torno al conflicto bélico de Malvinas. No estuvo en las Islas, pero vivió todo el período de enfrentamiento como reservista listo para partir a la zona de conflicto, si así la situación lo hubiera requerido.
En un contacto también cargado de recuerdos reseñó a PRIMERA EDICIÓN: Comencé a realizar el servicio militar en el Comando de Brigada de Monte XXII, en Posadas. Veinte días después y en pleno trabajo de campo en Garupá, a principios de abril, llegaron unos militares. Nos hicieron formar y nos avisaron lo siguiente: Argentina entró en guerra con Gran Bretaña, y a partir de hoy quedan todos acuartelados en calidad de reservistas y listos para ir a las islas. En el cuerpo nos sorprendimos y todo fue duda y temor.
Al otro día ya comenzamos a disparar, entrenar y a realizar simulacros de distinta índole a la espera que nos vengan a buscar para ir a las islas, agregó.
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Chino, como le dicen cariñosamente, es reconocido por su trabajo dentro del fútbol femenino del Club Huracán donde trabaja desde hace más de 20 años; y también por su acción social en la chacra 70 del barrio Rocamora.
Ante la pregunta sobre si le contaron algo sobre la guerra de Malvinas, sobre todo porque eran apenas conscriptos que recién iniciaban el servicio militar, Torres lo graficó de una manera muy singular, Estábamos acuartelados y llegó un cura. Nos entregó a cada uno una Biblia y un Rosario, y nos dijo: Ustedes si van a Malvinas, irán a morir por la patria. Eso fue lo único que nos dijeron de la guerra.
Una respuesta contundente
Héctor no se amilanó, pese al ultimátum dado a conocer por el cura, y a sus 17 años -y hoy con sus 52 años a cuestas- tiró una frase contundente: Yo estaba dispuesto a morir por la patria. Y si hoy volviéramos a entrar en guerra por las Malvinas sería uno de los que iría a presentarme. Para defender lo que es nuestro y por los que no volvieron y dieron su vida en el archipiélago.
Lloré mucho, tras la rendición
De abril a junio vivieron con la incertidumbre de no saber si iban a ir a la zona de conflicto o no. Finalmente eso no sucedió. Pese a ello y en lugar de estar contento de no haber puesto en peligro su vida, el soldado Torres rememoró: El día que nos formaron a todos y nos avisaron que nos rendimos y que la guerra terminó, yo lloré mucho y hasta hoy lo recuerdo con mucha emoción.
A lo que agregó: mis padres me inculcaron desde chico el respeto, la responsabilidad, a tener un trabajo digno, el amor a la patria y a la bandera.
Tras el final del conflicto Torres no continuó la carrera militar y tampoco comentó a muchos de su rol como reservista. Por eso con un dejo de tristeza y emulando una situación futbolística explicó: si sos el ganador, todos están con vos, pero si sos el perdedor, solo algunos. Así les pasó a los excombatientes, en especial, y a nosotros los soldados reservistas también. En parte fuimos olvidados. Por eso creo que hubo tantas muertes de soldados después que terminó la guerra, por la indiferencia y el olvido.
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