En un nuevo aniversario de la muerte del escritor uruguayo afincado en Misiones, ocurrida hace exactamente 81 años, recuperamos este artículo publicado hace diez años en PRIMERA EDICIÓN.Horacio Quiroga, entre el cine y la literatura
Por Javier Figueroa (profesor y Licenciado en Letras – Facultad de Humanidades de la UNaM)
Horacio Quiroga todavía sorprende con facetas poco estudiadas. La relación literatura y cine, por ejemplo, ocupó un lugar preponderante en la creación artística del escritor uruguayo.
Entre los años 1880 y 1910 se produce una evidente modernización del sistema literario que se exterioriza en el abandono de la pretendida homogeneización de campo por parte de la clase dirigente y el creciente avance de nuevas formas literarias populares creadoras de nuevos tipos de lecturas. Al mismo tiempo una democratización de la palabra va creciendo hacia el centenario, en franca disputa con el academicismo y las corrientes literarias tradicionales.
La literatura argentina provee representaciones que la vinculan claramente con el lenguaje del cine. Este constituye sentidos fuertes y marca, muchas veces, las orientaciones de los relatos.
En este contexto polémico surgen las primeras exhibiciones cinematográficas. Comienza a presentarse una técnica desconocida hasta entonces que despierta la curiosidad de un público que la toma primero como entretenimiento y luego como arte: el cine pone la cuestión técnica en la frontera de lo imaginario.
En este marco, Horacio Quiroga es un actor preponderante del fenómeno discursivo del cine y propone el surgimiento de nuevas formas narrativas.
El lenguaje cinematográfico opera una profunda transformación sobre su estilo narrativo, fundamentalmente a nivel de la expresión. (Jitrik, 1967). En el folletín Miss Dorothy Phillips, mi esposa (en La novela del día. 1919), se asiste al descubrimiento de una sombra cómplice, sin voz, sin movimiento en que los sentimientos y las pasiones de la pantalla, pasan como a través del vacío del alma de los espectadores.
El personaje Grant declara: “Así, provisto de esta sensibilidad, un poco anormal no es de extrañar mi asiduidad al cine, y que la más de las veces salga mareado. En ciertos malos momentos he llegado a vivir dos vidas distintas: una durante el día, en mi oficina y el ambiente normal de Buenos Aires y la otra de noche que he prolongado hasta el amanecer. Porque sueño, sueño siempre. [
] A tanto he llegado que no sé en esas ocasiones con quién sueño: Edith Roberts
Wanda Hawley
Dorothy Phillips
Mirian Cooper
” (Quiroga, 25).
En El vampiro (en Más allá. 1935) Quiroga rescata los efectos de ilusión, fantasía o sueño, recursos propios del cine que los ojos no pueden percibir. Al morir la actriz, cobra vida absoluta su figura siempre joven. Este efecto de horror esconde una hipótesis de la representación como un aura mágica producto de un hiper-realismo.
Quiroga propone un nuevo proceso: la reanimación en el mundo real como un desdoblamiento, mecanismo parecido al de la teletransportación.
La temática del vampiro es revivida a partir del cine gótico que se identifica con temas específicos como los sueños perturbadores, el amor denigrado, la romantización
melancólica de la muerte: estos elementos del celuloide ayudarán a crear la atmósfera de sus cuentos.
El motivo de la muerte es un núcleo significativo en Quiroga. En el cuento la insolación (en Cuentos de la Selva. 1921) se remite a la experiencia, la soledad, la muerte y la actividad. Igualmente, el autor recurre a la estética gótica en el sentido de la experiencia del vagabundeo que pierde a los personajes en un automatismo inconsciente.
Esto se da en la escena en que los perros avistan a la muerte, una realidad evadida por el personaje: “Los perros comprendieron que esta vez todo concluía, porque su patrón continuaba caminando a igual paso como un autómata, sin darse cuenta de nada. El otro llegaba ya. Hundieron el rabo y corrieron de costado, aullando. Pasó un segundo, y el encuentro se produjo. Mister Jones se detuvo, giró sobre sí mismo y se desplomó” (Quiroga, 39).
El amor y la muerte representan otra creación nueva e inesperada de Quiroga. En el cuento El espectro (en El desierto. 1924), la furtiva relación amorosa de los personajes Grant y Enid provocan una represalia de parte del actor Duncan Wyoming, la que se exterioriza en un estado de culpa.
Según Morales Castro, este contexto discursivo funciona de tal modo que el cine es la posibilidad de realizar la fantasía de sus protagonistas, quienes continúan en la escena real las pasiones de escenas filmadas y proyectadas. Esto tiene que ver con la convicción de que del mismo modo que el cine debe adoptar espontáneamente su propio formato sin ataduras de tipo y resolución, también la literatura puede escoger el género más convincente a la creación del autor.
Dice Grant: “Con lentitud de fiera y ojos clavados sobre nosotros Wyoming se incorporaba del diván. Enid y yo lo vimos levantarse, avanzar hacia nosotros, desde el fondo de la escena, llegar al monstruoso primer plano
Un fulgor deslumbrante nos cegó, al tiempo que Enid lanzaba un grito” (Quiroga, 1924).
El aporte de Quiroga resulta fundamental en el proceso de construcción de una narrativa argentina ligada al campo cultural y al código del cine. La propuesta discursiva de la imagen traza un arco compositivo que ejerce una fuerza decisiva en la configuración de la escritura literaria del momento.
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