Las historias de amor siempre tendrán un encanto especial que las hará únicas entre tantas historias. Algunas estarán cargadas de magia de principio a fin, otras en cambio tendrán comienzos cargados de desencuentros, y tramas que se develan con apasionados besos, como solemos ver en algunas oportunidades en esas películas románticas; en que los finales suelen ser más ideales que reales.Otras en cambio, guardan ese encanto y ese misticismo que lleva al observador a pensar de que nadie sabe a ciencia cierta cuáles son las causas que nos llevan a enamorarnos.Esto me llevó a recordar a un grupo de adolescentes que residían en un populoso barrio a orillas de Posadas. Entre ellos se encontraba la joven más hermosa que se había ganado el amor de los muchachos de aquel lugar. Ella era un alma libre y honesta, todas las tardes se juntaban en alguna vereda o escalera para pasar la tarde haciendo bromas y riéndose de cualquier cosa. Incluso, el grupo de jóvenes caminaba a orillas del río para ver el constante cruzar de los ferrys o simplemente sentarse sobre unas piedras y disfrutar de la maravillosa vista. Por supuesto que detrás de la ingenua sonrisa de aquella adolescente se escondía ese hechizo, que mantenía cautivados a los chicos del barrio. Incluso todos soñaban con estar cerca de su cabello castaño, sus grandes ojos azules y escuchar su voz despierta y dulce. Fue así que, una tarde calurosa bajo la sombra de Chivato y el canto de las chicharras, el grupo estaba compartiendo un refrescante “tereré” cuando imprevistamente pasó por la polvorienta calle, “El Hilacha”, con su bolso a cuestas y su remera atada a la cabeza para protegerse del sol, su pantalón sucio y arremangado y con la vista siempre al frente. A veces se lo veía con su botellita de caña hablando en voz baja en alguna esquina, pero nunca él se daba con ningún vecino, ni siquiera tenía un perro que lo acompañe, siempre estaba solo y no molestaba. Era como un acuerdo de esos que no hace falta firmar o conversar de ante mano. Este personaje era el linyera de la zona a quien todos los vecinos le tenían un cierto respeto y sobre todo, algunas veces lo ayudaban con algo de comer o les regalaban algunas prendas de vestir. La joven miró detenidamente a “Hilacha” cuando pasó y dijo “si ese hombre se corta el cabello, se baña y cambia su ropa sería muy hermoso”. Esas palabras fueron como una puñalada a los nobles sentimientos que tenían los jóvenes hacia ella, de pronto uno de los adolescentes le preguntó: -¿Vos te enamorarías de una persona como Hilacha?Ella lo miró seria con esos ojos azules que parecían cada vez más grandes y le reconoció que si cumplía esos requisitos, sin ninguna duda se enamoraría de él: -“me parece alguien interesante y atractivo debajo de sus harapos”, manifestó ante la mirada atónita de los muchachos de la cuadra.Por supuesto que “El Hilacha” nunca se enteró que la más hermosa de aquella cuadra por la que siempre pasaba, se había enamorado de él. Luego de esa confesión, siempre se veía al vagabundo recorrer las calles con su bolsa recogiendo botellas, juntando alguno que otro cartón para pasar la noche, quizás estaría maldiciendo su suerte, sin advertir las miradas de los jóvenes del lugar que lo envidiaban porque él había conseguido algo que el grupo no había podido: conquistar a la más linda de sus integrantes. Los años pasaron y el barrio cambió completamente, incluso parecía otro, muchas de esas familias fueron relocalizadas y nadie supo del destino de “Hilacha”. Lo único cierto es que este hombre a pesar de su soledad y las dificultades que tuvo que afrontar en su vida se ganó el tesoro más deseado: El amor de la más hermosa del barrio. PorRaúl Saucedo [email protected]
Discussion about this post