Si ya de por sí solo cada cuatro años se llega a la fecha del 29 de febrero, hubo una ocasión en que ese día incluso fue seguido por un 30.
Ocurrió en 1712 en Suecia, como una estrategia para abolir el calendario local y retornar al calendario juliano entonces predominante, aunque actualmente ya tampoco está en vigencia tras su reemplazo por el calendario gregoriano.
En cualquier caso, la decisión no se tomó de un día para el otro: en noviembre de 1699 se decidió que Suecia empezaría a adoptar el nuevo calendario a partir de 1700. El proceso debía reducirse gradualmente un día por año, durante once años. Según el plan, el año que era bisiesto en el calendario juliano no lo fue en Suecia, pero no se efectuaron más reducciones suplementarias en los años sucesivos.
En 1711, el rey Carlos XII declaró que Suecia abandonaría este calendario, que no se utilizaba en ninguna otra nación, y para volver a sincronizarse hizo falta añadir un día al mes de febrero de 1712.
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