Describiendo al Hatha Yoga, Ramiro Calle decía: “Cuando estoy en el ásana (postura) estoy en mí, estoy en el ahora”, porque “esta forma de Yoga requiere de la atención consciente, para que todas sus técnicas no sólo tengan implicaciones fisiológicas sino también mentales”, con lo que “se eleva el umbral de la conciencia y se logra una armónica interrelación entre cuerpo, mente y espíritu”.Al referirse a los métodos de nuestra disciplina, el mismo autor puntualizaba: “además de sus finalidades psicosomáticas concretas, también tienden a “desautomatizar”, a hacer más consciente al practicante. Son métodos de contramecanicidad que, por tanto, siempre exigen una atención consciente y vigilante, que así va diluyendo los automatismos.” Y completaba esta idea recordando que “desde hace miles de años el Yoga conocía lo que nuestra ciencia actual indica: las estrechísimas conexiones entre cuerpo y mente, y cómo todo aquello que afecta al cuerpo repercute en la mente y todo aquello que altera la mente alcanza al cuerpo.”Y eso sucede en la colchoneta, en el presente, respirando en las posturas, en lo que Ivonne Millerand describía como “espacio de calma”, respetando las limitaciones que gradualmente irán disminuyendo con la práctica mientras aumentan la flexibilidad, la buena energía y el disfrute. Obviamente, no es nuestro propósito acceder a altos grados de destreza rayanos en la acrobacia o el arte circense (admirables y respetables en su ámbito, donde el objetivo predominante de esos logros es la exhibición), porque, obviamente, dejaría de ser Yoga; “porque nuestra práctica es una actitud de vida, basada en la atención consciente, la focalización de la mente, la tolerancia, el equilibrio y el sosiego”, acompañada de una inefable sensación de completud.Puntualmente, el Dr. Roger Cole –citado en un manual publicado por la prestigiosa revista española Yoga Journal- refiere que algunas personas tienden a exigirse más allá de sus posibilidades, causándose ciertas lesiones que revelan puntos débiles, como una deficiente alineación o intentos de forzarse en las posturas. En tal sentido, destaca la importancia de la buena técnica, que protege zonas expuestas como la parte posterior e interior de las rodillas, los músculos isquiotibiales, los ligamentos de la corva, las articulaciones sacroilíacas, así como los segmentos lumbar y cervical de la columna vertebral. Entre esas buenas técnicas cita la alternancia tensión-distensión así como el cuidado en la alineación, la tonificación y los movimientos, como por ejemplo que la articulación sacroilíaca (SI) siempre sea movida como unidad, particularmente en los giros, dejando que la pelvis gire con la columna en lugar de mantenerse fija. Y aconseja: “acceder a la postura lentamente y si algo te duele, sal de la postura cuidadosamente. No todas las posturas funcionan para todos. Además, la atención especial y constante a la articulación SI ayuda a estabilizarla más.”Resumía Indra Devi: “En Yoga los movimientos son armoniosos, lentos, suaves, plásticos, relajados, siempre conscientes, y exigen una permanente y activa participación mental. Todo el trabajo es una dialéctica tensión-relajación, para aprender a mantenernos saludables, alertas, receptivos y mejorar nuestra percepción del mundo exterior, para sentirnos internamente armonizados, con una mejor calidad de vida y equilibrio espiritual”. Namasté.Colabora: Ana Laborde Profesora de Yoga [email protected]
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