El verano caliente que se prometía está aquí: la calle arde, la conflictividad y la economía le echan leña al fuego todos los días, mientras la luna de miel con el presidente Mauricio Macri se derrite de a poco. Adversidades y confusión de corto plazo, en medio de los esfuerzos que hace un gobierno aún no afianzado del todo y al que notoriamente le falta manija política para conservar el brazo fuerte que le permita cruzar “el disco triunfal”.Sin embargo, la carrera recién empieza y estos últimos días aparecieron obstáculos a cada momento. El inevitable tarifazo eléctrico y el modo primitivo de comunicarlo, el golpe inflacionario que conlleva, las paritarias envenenadas que se vienen, las broncas de los gobernadores peronistas, Milagro Sala y sus carperos instalados en el corazón histórico del país, las marchas de protesta por la salida del Estado de gente a la que se le inventó un puesto de trabajo, los dirigentes del fútbol que vuelven a zafar trasladándole su responsabilidad al Gobierno, y éste que lo acepta y hasta la discusión que no se quiso dar sobre los desaparecidos fueron piedras más o menos gruesas sembradas en el camino por terceros, pero también por una inconveniente mala praxis propia.¿Falta política porque no saben o como dice Cristina Fernández porque “vienen de las corporaciones” o es una estrategia de disimulo para salirse con la suya? Quizás haya de todo un poco, pero lo que está claro es que los gobiernos no son laboratorios asépticos y que siempre hay tropiezos, aunque todo junto en una semana desgasta hasta al más pintado y mucho más si se trata de un vehículo en ablande que no tiene respiro y además trae defectos de fábrica que hay que resolver.Afuera de esta realidad que muestra la calle, el gran entretenimiento es contarle las costillas a Macri, tras haber transitado una cincuentena de días como Presidente de la Nación. Hoy, las luces y las sombras de este primer escalón de gestión están depositadas sobre los dos platillos de la balanza y, a la hora de sacar una conclusión cuantitativa de tan poco tiempo de mandato, se podría decir que el fiel oscila bastante y que salta de un lado al otro, aún alocadamente, a medida que se va metiendo el bisturí sobre los desaguisados de la herencia.Más allá de muchos defectos de estrategia, analistas, políticos y economistas han hecho un conteo lineal y se la pasan sumando y restando cosas buenas, malas y no tanto de uno y del otro y de acuerdo a las visiones y a los prejuicios de cada uno. Allí están quienes critican al Presidente por derecha y por izquierda por cuestiones operativas e ideológicas, y los más fanáticos de ambos lados demasiado ferozmente, justo es decirlo. Desde la ortodoxia más rancia hay quienes ven a Macri demasiado populista, sobre todo por su gradualismo económico, como si se sintiera confortable con el actual colchón que ha conseguido luego de la salida del cepo, le endilgan. Otros, señalan que se copia de algunos tics de los Kirchner en el discurso puertas adentro. Del otro lado, los más duros del kirchnerismo, lo crucifican por cada cosa que hace y también por las que no hace, como si el Presidente tuviese la obligación de seguir pegado a lo que siempre dijo que vino a erradicar.Allí, en ese tironeo desgastante, es donde el gobierno todavía balbucea, como si le quedara grande el discurso de la avenida del medio que vino a llenar o como si estuviese gestionando todavía una ciudad importante y no un país, con todas las dificultades que eso conlleva.Estos problemas se observan con mayor claridad si se deja de lado el balance de sumas y restas de logros y asignaturas pendientes y se aborda el costado más cualitativo del análisis. Este punto de vista muestra cómo el Gobierno se ha perdido demasiado pronto en la selva del día a día y cómo esa distracción de objetivos le ha oscurecido rápidamente la visión más general, aquella que lo llevó a fuerza de pasión y sentido común a ganar las elecciones bajo la consigna de la institucionalidad, la verdad y el cambio.Hay algo de perplejidad en Macri y su gente, es cierto, pero también apichonamiento en muchos casos, a veces por prudencia y en otros por vergüenza y bastante de improvisación en cada uno de los tropezones que se autoinfligen. Es que la muñeca política poco aceitada se nota mucho a la hora del armado del conjunto y eso es lo que lleva a los macristas a cometer continuos errores.En este aspecto, mucho mejor se comporta la ciudadanía que el propio Gobierno, ya que lo que eligió la gente en octubre es lo que se sabía que iba a ocurrir, con el costo que supone que iban a tener la salida del cepo, la baja del peso del Estado en la economía, el quite de subsidios y la consecuente suba de las tarifas, la tensión por las denuncias de corrupción y terminar con la inflación, aun dolorosamente. Estaba claro que cada uno de esos temas iba a arrastrar inevitables secuelas de tensión política y social y, hasta ahora, los ciudadanos parece que se la aguantan. Son los que gobiernan quienes actúan como si hubiesen perdido la mística.Lo peor es que se nota demasiado porque también el Gobierno ha sacrificado el tono del discurso, ya que parece que no le pone las mismas pilas a lo interno que la impronta que ha logrado rápidamente a nivel internacional y porque, además, está quemando uno de sus activos más valiosos, como fue el de mostrar que se puede trabajar en equipo. Está claro que las inevitables internas por imponer estilos y estrategias han comenzado a jugar demasiado pronto.Lamentablemente, las autoridades sacrificaron rápidamente otro de sus grandes valores, como fue la promesa de la búsqueda de consensos a través del diálogo, intención que ni siquiera ha tomado en cuenta a los socios de Cambiemos y que se ha quedado estancada en varios DNU de dudosa efectividad.Como dice la jerga cuartelera, en dos de ellos, al menos, el Ejecutivo tuvo que recular en chancletas. Le pasó en el de los nombramientos en la Corte y en el de la Coparticipación extra para la Ciudad de Buenos Aires, una pillería barata para hacerse de fondos que le abrió además una grieta fenomenal con los gobernadores peronistas, hoy deseosos ellos de cambiar la plata que necesitan por pronunciamientos a favor de los proyectos que el Ejecutivo lleve al Congreso, votos que le aseguren a Macri la gobernabilidad y que le den las herramientas que necesita para reordenar la situación.Otra vez, tanta necesidad y tanta urgencia quizás pudo haber sido resuelta en estos pocos días de gestión con más política, aun arriesgándose a arrancar con las sesiones extraordinarias antes de marzo y posiblemente con el Frente para la Victoria aún unido. Este es un punto vital que desvela al Gobierno y a muchos opositores del peronismo histórico, quienes no se suman al apotegma de “cuanto peor, mejor” que enarbolan muchos kirchneristas.Como la división ideológica es muy notoria, la ruptura está a la vuelta de la esquina y solo se necesita que el Congreso se ponga en marcha y se debata una ley para que se verifiquen los dos puntos de vista diferentes. Pero, como los tiempos se han adelantado, es probable que antes de marzo
haya bloques diferentes en ambas Cámaras, lo que le restaría poder de fuego al kirchnerismo a la hora de trabar el desenvolvimiento del Gobierno.En el Senado estaría todo más claro, ya que los gobernadores del peronismo tienen línea directa con los representantes de las provincias y porque Miguel Pichetto ya rompió con Cristina, quien se quedaría con algo menos de la mitad de los 54 miembros de ese bloque. En Diputados las cosas serían al revés, ya que se podrían escindir algo más de una veintena, aunque el FpV dejaría de ser primera minoría. Justamente, son los gobernadores más racionales o quizás los más pícaros del pejotismo tradicional, quienes creen que éste es momento ideal para acompañar al Gobierno con las leyes que necesita para avanzar en cambios estructurales y para renovar la Corte Suprema. Si bien no se quiso hacer del tema un toma y daca, el canje de favores sobrevoló la reunión que tuvieron con el Gobierno por la Coparticipación.En esa charla con el ministro Rogelio Frigerio, la Nación se comprometió a pagar en cinco meses las deudas por obras públicas, unos 10 mil millones de pesos, que ya llevan 120 días de atraso, y a discutir el 15% de la distribución de recursos que la Corte Suprema restituyó a San Luis, Santa Fe y Córdoba.Y también a corregir ese decreto que favorecía a la Capital con la excusa del traspaso de fondos para atender los gastos de la Federal. Los 12 años anteriores dejaron muchos heridos aun entre quienes estaban alineados, levantaban la mano siempre y luego iban a aplaudir. Son políticos de mil batallas que hoy están peleando contra quienes parecen aprendices. Aunque allí podría haber agazapada alguna uña de guitarrero capaz de tomar el control de la estrategia política.
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