POSADAS. “Yo no maté a Angélica, no sé por qué me acusan. Aunque me crean o no, no fui yo; los que hicieron esto andan tranquilamente por la calle y pueden volver a hacerlo”, le dijo ayer Francisco Bourscheid (53), el “panadero”, al Tribunal Penal 1 de Posadas, en la apertura del juicio oral y público por el crimen de Angélica Ramírez (14), cuyo cuerpo fue hallado sin vida en la mañana del jueves 27 de septiembre de 2012 en un camino vecinal de Puerto Rico.Imputado por “homicidio calificado por el ensañamiento y la alevosía”, Bourscheid finalmente ocupó ayer el banquillo de los acusados e hizo uso de la palabra ante los jueces Martín Errecaborde, Eduardo D’Orsaneo y Ángel Dejesús Cardozo. Como en la entrevista que le había hecho PRIMERA EDICIÓN en noviembre del año pasado, reiteró que es inocente y que no sabe cómo rastros genéticos de la víctima llegaron a sus zapatillas.“Nunca tuve ningún tipo de vínculo o relación con esa chica. Jamás hablé con Angélica. La última vez que la vi fue con su madre, cuando era una nena”, afirmó Bourscheid, quien agregó luego que, según su punto de vista, “el que le pega a una mujer es un cobarde y yo no lo haría nunca”.Fueron las palabras más fuertes que se escucharon durante la primera jornada en la sala de audiencias de calle La Rioja al 1.500 de la capital provincial, que se vio rápidamente colmada ante la presencia de familiares de la víctima, del imputado y periodistas.Tras las lecturas de rigor, incluida la bochornosa requisitoria de la Fiscalía de Instrucción de Puerto Rico (ver apostillas), el repartidor de pan de origen brasileño tomó la palabra y brindó su relato sobre lo que hizo antes, durante y después del crimen.En ese sentido, reconoció que estuvo en el barrio San Francisco (donde vivía la víctima) pero para visitar a un hermano. Al no encontrarse con él, aseguró, cargó combustible en una estación de servicios, luego fue hasta su casa y alrededor de las 22 se acostó a dormir. Se despertó a las 5 para repartir pan y, en medio de sus labores, escuchó por boca de otros que habían “matado a una chica” en la zona.“A la tarde vino la Policía a preguntarme si había ido por aquel barrio. Dije que sí y pensé que todo había quedado aclarado”, dijo el imputado, quien reiteró como coartada que la noche anterior compró comida en el mercado lindero a su domicilio de la calle Línea Paraná.Además, agregó un dato desconocido hasta el momento: “Cuando llegué a mi casa y abrí el garage para guardar la camioneta, me encontré con una amiga mía con la que conversé unos dos o tres minutos. Después guardé el vehículo y fui al mercado”, explicó el “panadero”, quien aseguró que hasta ayer no había hablado de esa testigo porque su abogado anterior le había dicho que no era una cuestión de importancia. Ante esta situación, el letrado Mario César Cáceres, defensor de Bourscheid, pidió citar como testigo a esa mujer, identificada por el acusado como Diosnella Ledesma.Por otro lado, Bourscheid reiteró que las lesiones que presentaba al ser detenido el miércoles 3 de octubre de 2012 se las hizo de manera accidental: las del antebrazo derecho, mientras lavaba su camioneta de reparto; y una en el hombro, al cortarse con un precinto que utilizaba para fijar una estantería que instaló en la parte posterior del rodado.Acto seguido, la atención se centró en el allanamiento en el que las autoridades secuestraron las zapatillas del imputado, que resultaron tener restos de ADN. “No vi todo lo que hacían”, aseguró Bourscheid, quien contó luego que en ese lugar jamás habían hablado de manchas de sangre e incluso dio a entender que en un momento las dos testigos abandonaron la escena. Esas dos cuestiones fueron refutadas por la fiscal, Liliana Mabel Picazo, quien le mostró al “panadero” la declaración indagatoria en la que él mismo había reconocido que ya se hablaba de manchas de sangre aquella noche. “No lo pude haber dicho nunca”, fue entonces la respuesta del imputado.En esa línea, Errecaborde pidió por secretaría que se abran los sobres de evidencia. Salieron a la luz entonces las zapatillas, de las que Bourscheid dijo que “aparentemente” eran las suyas. Una buena parte de las sospechas al respecto comenzarán a aclararse entre hoy y mañana, cuando declaren peritos y detectives de la causa.“Ojalá encuentren al verdadero culpable”, cerró Bourscheid después de más de dos horas y media de declaración.El doctor Eliseo Molet fue el primer testigo en el juicio por Angélica. El exmédico policial recordó el examen al que fue sometido el “panadero” ya detenido y señaló que “no se puede determinar cómo se produjeron esas lesiones ni cuándo; podría ser un rasguño como algo metálico”, sintetizó, dejando el panorama abierto a ambas versiones.El siguiente ante el micrófono fue el médico psiquiatra Pedro Caminos, quien atendió al acusado por alcoholismo y depresión crónica, dos patologías por las que en su momento sugirió que Bourscheid abandone la cárcel de Eldorado para ser internado en una clínica. Picazo cuestionó duramente la falta de un análisis certero sobre el paciente.Luego de las declaraciones del psicólogo Marcelino Acosta, del Poder Judicial y que no aportó datos de mayor interés, llegó el turno de dos de los familiares de la víctima. Primero fue Alexis y luego Nelson Ramírez, hermano y padre, respectivamente. “Confío en que la Justicia es la que va a resolver todo. Yo no soy quién para apuntarle a nadie, dejo todo en manos de la Justicia”, sintetizó el papá de Angélica, quien reconoció que lleva “dos años con la mente bloqueada”. Emocionado, Nelson pidió que se sepa qué pasó con la adolescente: “Hasta ahora no tengo respuestas de por qué le sacaron la vida a mi hija”. Acusación bochornosaVerdaderamente vergonzosa es la acusación elaborada por la fiscal Mabel del Rosario Luna, de la Fiscalía de Instrucción de Puerto Rico. La lectura comenzó a las 8.40 y ya eran las 10.25 cuando el juez Errecaborde solicitó a las partes obviar el resto porque, según &eacut
e;l, demoraría “por lo menos una hora más”. El propio presidente del tribunal definió al documento como “una mera transcripción de constancias sin ningún tipo de valoración objetiva”. El magistrado hacía referencia a la increíble extensión del documento, en el que constaba todo tipo de pruebas que para nada tenían que ver con la acusación a Bourscheid. “Realmente es un bochorno, como si se hubiera copiado y pegado una buena parte del expediente sin valorar de manera criteriosa los elementos utilizados”, sostuvo un empleado judicial, sorprendido al igual que todos en la sala de audiencias.
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