POSADAS. Uno de los crímenes que generó mayor conmoción en Misiones durante los últimos años comenzará a ventilarse hoy desde las 8.30, cuando en el banquillo de los acusados se siente Aldemar Francisco Bourscheid (53), acusado de haber ultimado a Angélica Ramírez (14) en un camino vecinal de Puerto Rico en la madrugada del jueves 27 de septiembre de 2012.Como PRIMERA EDICIÓN lo había anticipado meses atrás, el “panadero” deberá responder ante el Tribunal Penal 1 de Posadas por el asesinato de la adolescente. Llegará a la sala de audiencias de la calle La Rioja al 1.500 acusado por el delito de “homicidio calificado por el ensañamiento y la alevosía”, que prevé la pena de prisión perpetua.A cargo del tribunal estará el magistrado Martín Errecaborde, secundado por Eduardo D’Orsaneo y Ángel De Jesús Cardozo, mientras que el Ministerio Público será representado por la fiscal Liliana Picazo. La defensa de Bourscheid está en manos del letrado Mario César Cáceres.El “panadero” -tal como fue dado a conocer por los medios más allá de que su verdadero oficio era el de repartidor de pan- fue detenido el miércoles 3 de octubre de 2012, es decir, seis días después de que el cuerpo de Angélica apareciera masacrado a golpes a un costado de la calle Pionero Khun, a unos 200 metros del acceso norte de Puerto Rico.Desde entonces jamás recuperó la libertad y, al contrario, quedó seriamente comprometido con la causa una vez que se agregó al expediente el examen genético que confirmó que restos de ADN recolectados en una mancha de sangre hallada en sus zapatillas coincidían con los de la víctima.Bourscheid fue procesado y posteriormente la causa fue elevada a juicio oral y público por la fiscal Mabel del Rosario Luna, a cargo de la Fiscalía de Fuero Universal de la Cuarta Circunscripción Judicial, con asiento en Puerto Rico.Según consta en la acusación formal de la funcionaria pública, alrededor de las 19.30 del miércoles 26 de septiembre de 2012 el acusado se dirigió desde el centro de Puerto Rico hacia el barrio San Francisco a bordo de su camioneta Renault Kangoo por la avenida Alejo Rauber. En el camino se encontró con un conocido al que trasladó hasta la intersección con la calle Pionero Nicolás Stoffel. En ese lugar ambos mantuvieron una conversación por aproximadamente treinta minutos.Siempre según la reconstrucción de la fiscal, tras despedir a ese joven ingresó al barrio San Francisco y luego salió nuevamente en dirección al centro de Puerto Rico. Fue entonces que abordó a Angélica Ramírez mientras ésta caminaba por Stoffel.Aquella noche la menor aparentemente no había tenido clases en la Escuela Provincial 114 “Fragata Santísima Trinidad”, a la que asistía. Por eso, se supone, fue a jugar al hockey al club Casam y, alrededor de las 23.30, tuvo el último contacto con su madre por mensaje de texto, avisándole que se iría a dormir a la casa de una amiga.De regreso al expediente, para Luna queda acreditado que entonces Bourscheid condujo acompañado por la adolescente hasta su casa de la calle Línea Paraná. Ingresó con el rodado al garage y luego salió solo hasta una despensa emplazada a pocos metros, donde compró la cena. Todo mientras Angélica lo esperaba en su casa.De la acusación se entiende que el “panadero” compartió la noche junto a la menor de edad, hasta que en horas de la madrugada decidió llevarla de vuelta a su casa del barrio San Francisco por la calle Pionero Khun.“A la altura de un exsecadero la bajó del rodado por un entredicho, le aplicó un rodillazo en la mandíbula y, ya inconsciente, la arrastró boca abajo y la arrojó a un costado del camino, donde en dicha posición le aplicó cuatro golpes con un palo de pino que se rompió en cuatro pedazos”, reza el escrito acusatorio del Ministerio Público.Sin embargo, para la fiscal la agresión no terminó ahí, sino que luego Bourscheid aprisionó la cabeza de la menor sobre el suelo, causándole la muerte “por fractura de base de cráneo y sofocación, alejándose del lugar y dejando huellas de sus zapatillas cerca de las huellas del calzado de la misma víctima”.El cotejo de las huellas halladas en ese escenario con el de las zapatillas del “panadero”, manchadas con sangre, coincidió. Y después las pericias genéticas terminaron de acorralar la suerte de Bourscheid, quien desde entonces permanece tras las rejas y no ha dejado de clamar por su inocencia. Parte de la verdad comenzará a conocerse hoy. “No tengo ningún temor al juicio; sólo espero que se haga justicia”En noviembre del año pasado PRIMERA EDICIÓN visitó la Unidad Penal III del Servicio Penitenciario Provincial, en Eldorado, donde hasta ayer permanecía tras las rejas Aldemar Francisco Bourscheid (53).Ante este diario, el repartidor de pan sostuvo su inocencia y desarrolló sus argumentos ante las pruebas que constan en su contra. En ese sentido, aunque no lo dijo abiertamente, dejó deslizar que la muestra de sangre de la víctima encontrada en una de sus zapatillas fue “plantada”.“Eso es para lo que yo no tengo explicación. Para mí es imposible, no sé, un error. De mi casa llevaron, hicieron el luminol y que yo sepa no hubo una zapatilla que tuviera una mancha. No sé qué camino siguió lo que llevaron. Como que pudo haber una equivocación”, sostuvo el “panadero” ante los cronistas de este diario, tras lo cual agregó que “decir ‘me pusieron’ es muy fácil, pero no sé cómo expresarme. Por ahí es una palabra que ni siquiera debería decirla, porque no entiendo nada de leyes, pero no tengo una explicación. Para mí es algo imposible”.Tal como este medio tituló en su momento, Bourscheid aseguró no haber tenido ningún tipo de relación con la menor. “Niego terminantemente todo eso, porque es totalmente mentira. Jamás tuve relación alguna con Angélica. Lo niego totalmente delante de cualquiera”, sostuvo el imputado.Sobre las huellas de zapatillas halladas en la escena del crimen, que coincidieron con las suyas, el acusado explica que “mi zapatilla era una zapatilla común, que compré incluso en ‘La Placita’, porque no suelo usar una zapatilla de marca. Es algo común que pueda haber muchas del mismo tipo. Y yo por ese lugar no estuve en ningún momento, ni antes ni después, y mucho menos en el m
omento del hecho”.Consultado sobre si se declaraba inocente, Bourscheid respondió: “Sí, ciento por ciento. Y me gustaría que más allá de que lo que quiero es mi libertad, caigan el o los autores del hecho. Yo no permitiría siquiera que alguien lo haga enfrente mío. Me gustaría que se haga justicia, porque tenemos familiares y también está el riesgo de que le pase a cualquier otra persona”.Por último, el entrevistado aseguró que espera que la inocencia que defiende salga a la luz en el juicio, que finalmente comenzará hoy. “Yo no tengo ningún temor al juicio porque no fui yo. Sería el colmo quedarme encerrado acá, sería muy injusto que eso me llegue a pasar. Sólo espero que se haga justicia”. “Voy a estar en el juicio, quiero que se aclare todo lo que pasó”“Si hasta hoy no bajé los brazos es porque quiero que se haga justicia y se aclare todo lo que pasó”. Nelson Ramírez habla con firmeza desde el otro lado del teléfono con PRIMERA EDICIÓN. “Voy a estar en el juicio”, confirma luego, horas antes de que comience el debate.Un antes y un después marcó la muerte de su hija. Aunque actualmente sin trabajo, se las arregla en Puerto Libertad para vivir de changas. Eso sí: desde que todo pasó entregó su vida a Dios y, asegura, desde entonces entendió las cosas mucho mejor.“Esto para mí es una bomba de tiempo, el debate no va a ser fácil para nosotros”, asegura Nelson, quien quiere cerrar ese círculo en su vida de una vez por todas.Sobre la culpabilidad de Bourscheid en el homicidio, Ramírez explica que se apoya en el expediente. “Yo no puedo decir que él es el culpable, pero confío en la Justicia y me baso en eso. Para mí, está comprometido, sino no se explica cómo encontraron sangre de mi hija en sus zapatillas. Si él no participó, ¿por qué tiene esa sangre?”, opinó al respecto.Desde que todo pasó, Nelson cambió su perspectiva de la vida. Se convirtió al cristianismo y hace siete meses colabora con su padre en el templo “Encuentro con Dios”, que funciona en Puerto Libertad. “En la iglesia encontré paz, la contención que sólo el Salvador puede dar”, afirma.Sin embargo, reconoce, aún extraña a Angélica: “Cuando veo alguna chica de su misma edad me pregunto qué hubiese sido de mi hija hoy, cómo iba a estar ahora, más gordita, con el pelo largo, más alta o más seria… A veces me acuesto y me pregunto si alguna vez la voy a volver a ver, o por ahí presiento que está por golpear a la puerta. El que hizo esto me sacó un pedazo de mí”, finalizó.
Discussion about this post