En las góndolas de la capital misionera, la Navidad ya comenzó a asomarse “tímidamente”, según dijo a PRIMERA EDICIÓN el propietario de supermercados de barrio, Nelson Lukowski, de acuerdo a quien, “los compradores oscilan entre mantener la tradición, sin dejar el sueldo en la caja”, aseguró.
Por ello, mientras arranca la cuenta regresiva para las fiestas de Fin de Año, este Diario recorrió distintos comercios capitalinos donde observó changuitos moderados, calculadora en mano y compras de segundas marcas en primer lugar. El cotillón y la gastronomía típica navideña también va en ese sentido.
De acuerdo al empresario Lukowski, el clásico pan dulce, emblema de la mesa navideña, “marca la pauta de un consumo que viene ajustado”.
Consultado en cuanto a precios, indicó que no sufrieron saltos grandes, si se tiene en cuenta la misma fecha, pero de 2024.
“Los de 600 gramos se consiguen entre $3.800 y $4.500, mientras que los de 400 gramos bajan a un rango de $2.500 a $3.000. Los budines de 250 gramos, a $2.200 o $2.500, son la opción más elegida de la gente, que ya empezó a comprar algo, aunque sin desequilibrar su presupuesto”, precisó.
En el sector de bebidas, reiteró que las sidras siguen siendo las más desplazadas del gusto popular. Se trata de un fenómeno que cobra fuerza porque “la gente está optando por la preparación de tragos”.
“No nos estamos estockeando con sidras porque después nos quedan de clavo”, sentenció.
“De todas formas tenemos algo de stock y ya están en la góndola, las botellas de vidrio de 710 mililitros se ofrecen en cajas de seis por $16.000, o sueltas entre $3.000 y $3.500, mientras que las de 910 mililitros cuestan $20.000 la caja o $3.500 a $4.000 por unidad. Las sidras especiales alcanzan los $5.000”, dijo.
Patrón evidente
Consultado sobre lo mismo, el expresidente de la Cámara de Comercio y empresario del rubro alimentos, Carlos Beigbeder, coincidió en que los clientes priorizan las segundas marcas, comparan precios y eligen presentaciones familiares o packs compartidos.
“La suba interanual está en el rango del 40% o 50%, pero está acomodado por la inflación por lo tanto todo viene bastante normal. Lo que está bajo es el consumo: ya no es impulsivo ni ostentoso; es un ejercicio de cálculo fino”, aseguró.
“En honor a la verdad lo único que rotan (venden) son el pan dulce, después le sigue, pero muy de lejos, los turrones. A la par las ventas son cada vez menores, porque se van perdiendo ciertas costumbres”.

“Antes llevaban tres o cuatro cajas de pan dulces grandes; ahora una sola y lo combinan con budines o sidra más económica”, explicó.
“Es la falta de plata lo que hace que el resto se condicione. La gente se ve obligada a elegir productos tradicionales pero de calidad y precio menor. Cuando el consumidor piensa en Navidad piensa en pan dulce y turrones, aunque el precio lo obliga a resignar. Todo bajó un escalón.”
El cotillón alusivo no escapa a esta realidad y la crisis ha cambiado algunas costumbres al momento de armar el arbolito y el pesebre. Sin embargo, recorrer negocios presenta oportunidades para no perder la tradición familiar.
“Los clientes ya curiosean los canastos, primero que nada para ver si los precios cambiaron. Para que se vayan anticipando, nosotros mantenemos el mismo que el año pasado”, señaló a este Diario, Claudia Frete, vendedora de Garma SRL, donde el cliente tiene un poco de todo incluido comidas y bebidas típicas de la temporada.
“Para una familia que busca un arbolito mediano con estrella, luces, borlas y guirnaldas no gastará más de $50.000, pero puede armar según su bolsillo ya que los adornos por pack arrancan desde $3.000 y varía de acuerdo a lo que quieran agregar. Cuando empieza noviembre aparecen los artículos novedosos, que son de interés, pero no dejan de lado lo tradicional”, finalizó.







