Durante los días de intenso frío, las tareas de la Asociación civil “Trabajo, alegría y saber” se intensifican porque se multiplican las familias que necesitan un abrigo, algo de comida o una infusión calentita. Es común que durante cada jornada llegue un nuevo pedido, por lo que hay que seleccionar prendas, armar bultos y salir a repartirlos.
“Este es un trabajo hermoso”, señaló Avelina Dalcolmo, el pilar de esta asociación desde hace varios años. “El miércoles se trabajó mucho con la entrega de abrigos y alimentos, priorizamos los alimentos porque vemos mucha pobreza, abandono, soledad. Hoy me avisaron de una segunda casa que se incendió y los moradores perdieron todo. Tratamos de ayudar en lo que se pueda a los que más necesitan, más aún en estos tiempos difíciles donde se suma este frío terrible, que es algo histórico, nunca visto”, manifestó la mujer, mientras trata de recuperarse de una fuerte gripe.
Contó que, a su alrededor, hay personas solidarias que le ayudan a cargar las cajas, a repartirlas, a trasladarlas con su móvil “hasta el hogar de esa gente que está perdida en las zonas rurales o abandonada a su suerte en los barrios periféricos de la ciudad”.
En ocasiones también se trabaja con escuelas. Prueba de ello es el proyecto denominado ropero solidario “Abrigos que alegran el corazón”, realizado por alumnos del cuarto año turno mañana de la Escuela Normal Superior “Mariano Moreno”, cuyo objetivo fue ayudar a los estudiantes que enfrentan dificultades para contar con ropa adecuada en los días de frío y lluvia que se presentan en tiempos de invierno. Los beneficiarios agradecieron por los abrigos, pantalones, zapatillas, bufandas, gorras, medias, “que realmente abrigan el corazón de los estudiantes más necesitados”.
Vida dedicada al servicio
Dalcolmo es una docente jubilada, que comenzó con tareas de voluntariado hace unos 40 años y cuenta con la colaboración de una decena de mujeres a las que llama “Mis ángeles”.
Imitando los pasos de sus hermanas, se recibió de maestra normal, y su primer destino fue ejercer en áreas rurales. Su desempeño docente dejó huellas, especialmente en la Escuela 298 del paraje “La Cachuerita”, de Colonia Liebig, Corrientes. Allí, se inició como maestra y directora a cargo, con grados acoplados de un reducido grupo de alumnos, que con el tiempo se fue incrementando. Y no solo se dedicó al dictado clases, sino que con dedicación se propuso ir mejorando poco a poco la calidad de vida de los colonos.
En todo ese tiempo no tuvo reparos en hacer gestiones, pidiendo y consiguiendo recursos y donaciones, ante potenciales padrinos. En numerosas ocasiones fue reconocida por ese espíritu de entrega. La Asociación Civil “Trabajo, alegría y saber” es un emprendimiento, desinteresado y sin fines de lucro, que diseñó y comenzó, hace algunos años, junto a Marta Chijanowski, motivada por el lema: “La solidaridad es la salud del mundo”.
A pesar de las dificultades, con un maravilloso grupo de colaboradores, logra proveer de alimentos y otros recursos a escuelas, capillas, aldeas, barrios carenciados, y comunidades aledañas de la región.