En la última rueda de la semana, el dólar oficial escaló quince pesos y cerró este viernes en $1.260 en las pantallas del Banco Nación, estableciendo así un nuevo máximo nominal histórico. La cotización superó el anterior pico de $1.255 y generó preocupación entre operadores e inversores por la creciente presión sobre el sistema cambiario.
En tanto, el dólar blue se mantuvo estable en $1.225 en el mercado informal. En el segmento financiero, el contado con liquidación (CCL) avanzó un 0,4% y se ubicó en $1.249, mientras que el dólar MEP subió un 0,5%, alcanzando los $1.245. El tipo de cambio mayorista cerró en $1.242, reflejando una dinámica compleja en un contexto de crecientes tensiones financieras.
El salto del dólar se produjo en medio de un escenario caracterizado por intervenciones del Gobierno en los mercados de futuros y restricciones de liquidez, con el objetivo de contener la presión sobre el tipo de cambio. A esto se sumaron alzas en las tasas implícitas y una fuerte demanda de cobertura, elementos que profundizaron el movimiento alcista.
El foco del mercado estuvo puesto en la capacidad del Banco Central para sostener la estrategia de control cambiario, en un momento donde los pesos comenzaron a circular con más fuerza y la estacionalidad dejaba de jugar a favor del Gobierno. Las jornadas venideras se presentaban como clave para determinar si se trató de un nuevo escalón en la cotización o de una corrección puntual.
Impacto en bancos y fondos comunes
Desde Grupo IEB señalaron que los cambios recientes en la política monetaria, como la eliminación del corredor de tasas, generaron un impacto considerable tanto en el negocio bancario como en la industria de Fondos Comunes de Inversión. En ese contexto, la tasa a un día que cobraban los fondos Money Market equivalía al 80% de la tasa de repo entre bancos. Sin embargo, con la decisión del Banco Central de unificar el encaje diferencial con el de los depósitos a la vista (actualmente en 45%), los rendimientos de esos fondos se vieron inevitablemente reducidos.
Además, las operaciones de caución quedaron en desventaja frente a instrumentos como las LEFI y Lecap, ya que están alcanzadas por el impuesto a los Ingresos Brutos. Esto implicó un costo adicional que los bancos trasladaron a la tasa ofrecida. Según el informe de la consultora 1816, las entidades financieras mostraban disposición a pagar rendimientos hasta 250 puntos básicos inferiores a los ofrecidos por las LEFI.
La eliminación de estos instrumentos también modificó su tratamiento regulatorio. Mientras que las LEFI estaban exentas de los límites de exposición al sector público que fija el BCRA, las Lecap no contaban con esa excepción. Este cambio contribuyó a la incertidumbre en torno a cómo se reacomodarían bancos y fondos ante un esquema más volátil.
El ancla de los futuros
En paralelo, el Gobierno intensificó su intervención en el mercado de futuros del dólar. Durante mayo, el Banco Central incrementó su posición vendida en contratos con vencimiento en diciembre en unos 1.537 millones de dólares. El objetivo fue frenar las expectativas de devaluación y mantener el tipo de cambio oficial por debajo de los $1.200, considerado hasta entonces un techo simbólico.
Esta estrategia incluyó una combinación de herramientas como política de tasas, intervenciones cambiarias y reducción temporal de retenciones a las exportaciones de granos, una medida que rigió hasta el 30 de junio. Esa decisión permitió acelerar liquidaciones de divisas y reforzar las reservas.
No obstante, los analistas alertaron sobre la sostenibilidad de esta política. Desde la consultora 1816, remarcaron que el esquema comenzaba a recordar al modelo de los años noventa: tipo de cambio prácticamente fijo, tasas endógenas y un sistema financiero de baja profundidad. Pero con la diferencia de que hoy la economía argentina presenta una dolarización más extendida y un crédito privado que apenas representa el 12% del PBI, muy por debajo del promedio regional.
La escasez de pesos y su efecto inflacionario
Según Grupo IEB, la escasez de pesos respondía a múltiples factores: el cambio de ancla monetaria hacia el M2 transaccional, la licitación del Bopreal y las tensiones propias del cierre de semestre, con vencimientos fiscales y el pago del medio aguinaldo. Esta conjunción redujo la liquidez y elevó el costo del dinero en el sistema.
Paradójicamente, advirtieron que ese encarecimiento del crédito podía tener un efecto más inflacionario que deflacionario. Las empresas, al enfrentar mayores costos financieros, tendían a trasladarlos a precios, alimentando así la inercia inflacionaria.
(Fuente: IProfesional)