En el sector financiero se percibe una amenaza silenciosa, el desapalancamiento entre depósitos y créditos en dólares, un proceso que detonó la Convertibilidad.
La desesperación por captar dólares es tal, que las entidades financieras ofrecen tasas de hasta 5,5% anual para los plazos fijos en dólares, liderados por el Banco Supervielle y el Banco Macro 5,1%, Banco Comafi 4,5%, Galicia 3,75%, ICBC 3,25%. La moderación que en este caso contrastan el BBVA, Banco Ciudad y Provincia donde las tasas oscilan entre el 0,3% y el 2,5% anual, prueban que se trata de una oferta muy agresiva.
Los números encienden alertas. Los depósitos en dólares del sector privado alcanzaron US$ 30.376 millones a fines de abril, con una suba mensual de US$ 1.024 millones, tras una tendencia decreciente sostenida desde octubre de 2024.
Como contrapartida, el stock de préstamos bancarios en moneda extranjera superan los US$ 25.000 millones, valor que surge de sumar el incremento de los préstamos en dólares de los bancos locales al sector y las emisiones de deuda en la misma moneda del sector corporativo, tanto en el mercado local como en el exterior. La emisión de deuda de empresas en el mercado de capitales estuvo muy activa. Desde enero 2024 el sector privado emitió bonos en dólares por US$ 11.000 millones, con tasas entre el 7.5% y 11%.
Además del descalce entre los dólares que absorbe y los dólares que prestan los bancos, otra de las claves está en el spread. Se refiere a la diferencia entre la tasa de interés que un banco cobra por prestar dinero y la tasa de interés que paga por los depósitos. El dato es que esos intereses en dólares no tienen ningún respaldo.
“Cuando el banco capta depósitos está creando dinero mediante intereses que puede cubrir o no, según como reaccione el sector privado ante una eventual suba de tasas. Lo que pasa es que los intereses en dólares que tiene que afrontar una empresa local son un invento, en tanto y en cuanto no se amplie el ingreso de divisas genuinas por la via comercial para compensar ese desfasaje. En este sentido, el frente comercial no genera mucha confianza, con un superávit cada vez mas estrecho”, explicó a La Política Online (LPO) una fuente del mercado.
¿La misma película?
El debate sobre respecto a si el escenario actual se asemeja más a la década del ‘90 o al 2017 lo abrió el expresidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, en una columna publicada en Ámbito. En el mercado ven la imagen de 2017 en el espejo. Lo dice explícitamente la consultora 1816, una de las más respetadas por el mercado.
“A esta altura de la historia no hace falta recordarle a nadie que el trade de los Botes (operación de la gestión anterior de ‘Toto’) terminó muy mal para los inversores institucionales que acapararon gran parte de esas emisiones. Sin ir mas lejos el legendario TO26 se sugirió a un tipo de cambio de $15,20 y es un título que aún no venció”, afirma 1816 en su informe.
La consultora compara aquel bono del ‘Toto’ Caputo macrista, con el que acaba de emitir el Toto Caputo libertario. A pesar del riesgo, desde esa consultora reconocen una gran oportunidad de negocio para los que entre y sobre todo, salgan a tiempo. “Tampoco hay que dejar de tener presente que en el camino que esos bonos dejaron buenas ganancias para aquellos que supieron realizarlas antes de las corridas”, consigna 1816.
Como sea, la reacción del mercado al bono que emitió al Gobierno para sumar las reservas que no está comprando, no refleja el optimismo del equipo económico. De hecho el riesgo país se ubica en 651 puntos básicos. “Con la altísimas tasas y el put que tuvo que ofrecer, el Gobierno admite que la inflación no va a bajar tan rápido, y convalida un ritmo de devaluación que va a contramano de sus propios objetivos”, consideró a LPO una fuente de un fondo de inversión.
Enojo del mercado
En medio de todo esto, el que la paso muy mal fue el vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning. Fue en un evento convocado por el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos, en El Salvador donde se dieron cita numerosos académicos, funcionarios públicos y representantes del sector financiero, posibles inversores.
Siguiendo la lógica de la perspectiva comparada, el vicepresidente del Banco Central buscó contraponer el escenario actual al 2017, para demostrar por qué esta vez va a ser distinto. “La presentación de Werning fue burlesca”, definió a LPO una fuente que formó parte de ese auditorio y completó “ya falta a la verdad en la tasa implícita a los contratos dólar futuro a un mes”.
Esta fuente remarcó el enojo del mercado porque el Gobierno soslaya el compromiso de no intervención en este segmento, que acordó con el FMI. “Según Werning ahora hay un mayor equilibrio externo cuando la Cuenta Corriente proyecta un déficit sideral como reflejan las advertencias de los economistas”, consideró la fuente y agregó “Werning hizo alarde de un proceso de desinflación que no es tal dado que ayer (jueves) se convalidó una tasa del 30%”.
Pasaron cosas …

Hace siete años inició la crisis que detonó el plan del entonces presidente Mauricio Macri. La salida de fondos que se registró el 25 de abril de 2018 forzó al BCRA a vender casi US$ 1.500 millones en una sola rueda para evitar un salto del precio del dólar, que era libre, y dio inicio a sucesivas corridas que arrastraron a la economía y liquidaron al gobierno de Cambiemos.
Las turbulencias torcieron el rumbo que hasta ese momento exhibía la gestión de Macri. En 2017, la economía creció casi 3%, la inflación cedió al 25% anual y el índice de pobreza se redujo al 26% a nivel nacional. Incluso, el oficialismo ganó las elecciones legislativas de ese año. Pero a principios de 2018 “pasaron cosas”.
Las variables financieras distaban enormemente de las actuales. El dólar, hoy al borde de los $ 1.200 en la plaza paralela, cotizaba en $ 20. Las reservas brutas, hoy en menos de US$ 37.000 millones, superaban US$ 60.000 millones. El riesgo país, ahora por encima de 600, rondaba los 400 puntos.
Qué cosas pasaron
Previo al inicio de las corridas cambiarias, el mercado externo de deuda le cortó el financiamiento a Macri, pieza fundamental para cubrir el déficit fiscal y renovar los vencimientos de deuda, en el marco de su plan de ajuste gradualista.
El portazo lo llevó a una de sus jugadas más cuestionadas: pedir un abultado crédito al FMI para reforzar las reservas y evitar caer en default.
Los analistas señalan distintos detonantes, como la pérdida de credibilidad tras la conferencia del 28 de diciembre de 2017, en la que el Gobierno intervino y relajó las metas de inflación del BCRA.
Suman la suba de tasas de la Reserva Federal de Estados Unidos, el menor ingreso de dólares por la sequía, la incursión del impuesto a la renta financiera y el atraso cambiario.
El economista Gabriel Caamaño recuerda que la crisis se gatilló a partir de los desarmes de posiciones en Lebac, que estresaron la balanza de pagos.
La salida de fondos presionó a las tasas de interés y al tipo de cambio, lo que obligó al BCRA a intervenir con fuerza en el mercado secundario de los instrumentos de política monetaria y en la plaza cambiaria.
Pero las causas detrás de la crisis, de acuerdo con Caamaño, estuvieron en el esquema que armó el gobierno para enfrentar la herencia que dejó Cristina Kirchner: hubo inconsistencia entre las políticas fiscal y monetaria, donde la corrección de la primera iba muy lenta y la de la segunda, mucho más rápida. La combinación derivó en un ajuste abrupto de desequilibrios.
El politólogo Ignacio Labaqui también apunta contra el desfase entre la política monetaria, que buscaba reducir la inflación muy rápido, y el excesivo gradualismo del ajuste fiscal.
Esto hizo, recuerda, que el peso se apreciara y cerrara 2017 con un importante déficit de cuenta corriente, lo cual no era un problema mientras el ingreso de capitales lo siguiera financiando.
La casa en desorden
El analista Sebastián Maril afirma que el cierre del financiamiento se generó, como siempre, por la falta de credibilidad en que el país pueda cumplir con su compromiso de pago.
La intervención en la meta del BCRA, sostiene, fue sólo uno de los factores que los acreedores observaron para constatar que Argentina tendría problemas para cumplir con los acuerdos. Maril destaca que Macri había emitido mucha deuda para cubrir el déficit fiscal que dejó el gobierno de Cristina Kirchner, pero no exhibía capacidad de pago porque no estaba haciendo las reformas necesarias.
El mercado empezó a descreer que Argentina pudiera cumplir y, efectivamente, años más tarde terminó reestructurando los títulos de deuda.
El especialista resalta que el problema es que “Argentina nunca pone la casa en orden”: siempre gasta más de lo que tiene y se endeuda para cubrir los déficits, en lugar de acudir al origen del problema, que es bajar el gasto público. Por lo tanto, hasta que eso no ocurra, cualquier gobierno que asuma, sea del partido u orientación que sea, todo seguirá igual, asegura.