Un trabajador del volante misionero era asesinado a martillazos el 3 de mayo de 2000, en uno de los episodios más sangrientos que por esos años tiñeron las páginas policiales de la época en la tierra colorada.
Se trataba de Juan Carlos Maciel, de 32 años, a quien le destrozaron el cráneo para robarle apenas 30 pesos.
Por el hecho, en diciembre de 2002, dos jóvenes de 22 años fueron condenados por el Tribunal Oral en lo Penal 2 de Posadas.
Carlos “Nene” Ramos y Hugo Javier Méndez fueron hallados culpables del delito de “robo seguido de muerte”, mediante un juicio abreviado con el que confesaron su crimen y aceptaron una condena de 16 años de prisión.
El atroz crimen
Hacía apenas ocho días que Maciel había empezado a trabajar en la empresa de remises Santa Rita, para la que conducía un Fiat Duna rojo en el turno noche.

Su pareja estaba a punto de dar a luz a una niña y había que “hacer plata” para afrontar los gastos que se les venían encima.
Tal vez por esa ansiedad de llevar más dinero a casa fue que “levantó” a esos dos pasajeros y recorrió con ellos algunas zonas que por entonces eran consideradas altamente peligrosas.
Lo cierto es que salió con el auto el miércoles 3 de mayo de 2000 alrededor de las 20 y una hora después se comunicó con la base. Fue la última.
Minutos más tarde apareció bañado en sangre en la avenida Cabo de Hornos, a unos 500 metros de la intersección de la exruta 213, en el barrio Sur Argentino.

Se presume que fue un tramo antes donde los delincuentes le destrozaron la cabeza utilizando un martillo tipo pata de cabra que, aparentemente, fueron a pedirle al suegro de uno de ellos.
Moribundo y en un acto cuasi reflejo, el remisero pudo conducir su auto hasta las inmediaciones del club recreativo del sindicato de mecánicos (SMATA).
El vehículo quedó recostado contra un pequeño barranco muy resbaladizo y el barro impidió que avanzara, pero con el último aliento de vida se bajó y se arrastró hasta el portón del lugar.
Un sereno salió a su encuentro y, al ver la horrorosa escena, avisó a las autoridades.
En el hospital Madariaga constataron que el remisero tenía el cráneo hundido y el ojo derecho desprendido. Presentaba además cortes en el rostro y golpes traumáticos en los miembros inferiores.
Murió en horas de la madrugada del 4 de mayo.
Los primeros pasos de la investigación fueron el secuestro del arma utilizada, cuyas huellas (sumadas a otras tareas de inteligencia) permitieron llegar hasta los los asesinos. Dos días después, la Policía detenía a los después condenados como autores del crimen.
Ambos, residentes en el barrio San Lorenzo, negaron al principio culpabilidad alguna, pero finalmente terminaron confesando que mataron a Maciel para quedarse con los 30 pesos que el remisero llevaba encima.









