
Natalia Ramos tenía doce años cuando salió de la escuela con la intención de ir a su domicilio, adonde nunca llegó. Fue brutalmente violada y asesinada. Por ese espantoso crimen se hallaba tras las rejas un hombre de 54 años, conocido con el alias de “Rapaiz”, quien finalmente confesó la autoría del hecho al firmar un juicio abreviado.
Allí acordó una pena de prisión perpetua, es decir, 35 años de cárcel, tras hacerse responsable por el delito de “abuso sexual con acceso carnal y homicidio criminis causae en concurso real”.
El miércoles 22 de abril de 2015, alrededor de las 17, la pequeña Natalia Ramos salió de la Escuela Provincial 171 del municipio de Nueve de Julio, donde cursaba el sexto grado. Como lo hacía habitualmente, se dirigió en dirección a su humilde vivienda del barrio Inmaculada, donde residía junto a su madre y cuatro hermanos.
En algunas ocasiones la menor acortaba camino por un trillo de la zona, donde el agresor la habría interceptado, a unos 100 metros de la ruta provincial 17 y detrás del club Trajes Típicos.
Poco después, y como no regresaba a su casa, la familia y vecinos salieron a buscarla en un clima de extrema tensión y angustia que se acentuó con el devenir de las horas ante el resultado negativo del rastrillaje.
La sensación de un final indeseado se confirmó en los primeros minutos del día siguiente, alrededor de las 0.15 del jueves 23 de abril, cuando dieron con el cuerpo de la inocente víctima.
La pista de la gomera
Con posterioridad, la autopsia confirmaría que el deceso de la víctima se produjo como consecuencia de un cuadro de asfixia por sofocación. En otras palabras, fue estrangulada (aparentemente con un trozo de tela o un elemento similar). El cuerpo médico forense constató vestigios o rastros de un ataque sexual.
En la escena del crimen los investigadores policiales hallaron a un costado del cuerpo una gomera y un pulóver. Los vecinos dijeron que esa honda de fabricación casera era con la que “el brasilero cazaba pajaritos”.
Fue entonces que los uniformados de la UR-III y de Homicidios fueron tras un changarín de 54 años, cuya descripción coincidía con la dada por los lugareños. Se trataba de Antonio “Rapaiz” Moza, quien hacía ocho meses se había radicado en la zona.
Al allanar la morada del sujeto, los efectivos no hallaron otra gomera, por lo que se dedujo que la encontrada junto al cuerpo de la niña era la que le pertenecía. Ese y otros elementos de prueba fueron fundamentales.