La Biblia, que es la palabra de Dios, tiene en su mensaje una hilación tan perfecta, congruente y especial que une, por un lado, la inspiración de Dios a varias personas que redactaron los escritos originales; y por otro, la amplitud de significados y diseños, un horizonte de analogías y metáforas que ponen a nuestro alcance verdades que siempre son presentes, transculturales y sin contradicciones.
El pesebre de Belén tiene un mensaje muy definido y especial. Dentro del andamiaje bíblico están escritas las palabras de Jesús quien declaró: “Mi Reino no es de este mundo”.
Ese niñito, para el que no había un lugar en el que su madre pudiera tenerlo “normalmente”, era Emmanuel Dios con nosotros, quien venía a “acercar” el Reino de los cielos a la humanidad.
Ese pesebre venía a representar lo que luego fue una fiesta del pueblo de Dios, la fiesta de las enramadas o sukka, que consistía en que cada familia hiciera en un monte una pequeña chocita con ramas y pasarán allí un tiempo determinado en oración y búsqueda de Dios, como recordando que Él y su Reino son lo más importante durante el peregrinar sobre la tierra.
En ese pesebre Jesús pasó desapercibido de todas las personas del lugar, pero Dios expuso a unos reyes de Egipto exactamente donde nacería, guiándolos con una estrella y les reveló que lo honraran con regalos bien específicos: oro, incienso y mirra. El significado de esos regalos era el siguiente:
• Oro: representa la Realeza y lo incorruptible e imperecedero que nunca cambia (Dios).
• Incienso: representa la adoración.
• Mirra: con ella se hacía una especie de vinagre que se daba de beber a las personas que morían crucificadas para que no sufrieran tanto en el proceso de esa muerte horrenda.
Desde el día de la anunciación del Ángel Gabriel a María, todo el proceso del embarazo y el día de su nacimiento hubo eventos naturales y sobrenaturales que evidenciaron a un Rey que, por amor, pagaría el precio de morir en la cruz para Salvación y vida eterna, constituyéndose en el único digno de suprema alabanza y adoración.
Ese día, literalmente, no fue que el mundo no tenía lugar para Jesús, sino que por voluntad de Dios se estaba estableciendo una plataforma sobrenatural, diferente para la misión de amor más importante de todos los tiempos. Jesús venía a establecer principios del Reino de Dios en la tierra a través de su obra redentora.
Estimado lector, a la manera del tráiler de una película, quiero motivarte y generar expectativas en tu interior para que esta sea una Navidad diferente en la que, más allá de lo tradicional y la costumbre de cada familia en la cena de noche buena, puedas recibir su mensaje bíblico, uno que genere permeabilidad en tu interior para que puedas tener un encuentro personal con Jesucristo.
Está escrito en Apocalipsis 3:20… “He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo”.
Esencialmente, esta expresión representa una invitación personal a abrir tu interior para que Jesús pueda entrar y hacer su obra maravillosa a través del Espíritu Santo de Dios.