En el corazón de la existencia, late una verdad ancestral: todos somos uno. No hay separación entre tu ser y el mío, entre tus alegrías y mis tristezas, entre tus victorias y mis aprendizajes. Somos como las ramas de un mismo árbol, extendiéndonos en diferentes direcciones, pero alimentándonos de las mismas raíces. Cuando uno de nosotros florece, todo el árbol resplandece y cuando una rama se debilita, el resto del árbol también siente su dolor.
En este juego divino de la vida, no caminamos solos. Cada gesto que emites hacia otro, ya sea de amor o de dolor, regresa a ti como un reflejo, porque el universo se teje a través de todos nosotros en una danza interminable. Cuando lastimo a alguien, en realidad estoy lastimando esa parte de mí que habita en ellos. Y cuando amo, ese amor viaja por los hilos invisibles de la existencia, tocando no solo el alma de quienes están a mi alrededor, sino también la mía propia.
Comprender que todos somos uno es despertar a una realidad más profunda, una realidad donde el ego se disuelve y el espíritu se expande para abrazar la totalidad de la vida. En este espacio de unidad, no hay necesidad de competencia ni de separación, porque el éxito de uno es el éxito de todos. Lo que tú ganas, lo ganamos todos, porque estamos inextricablemente conectados. El destino de cada alma es también el destino de la humanidad entera.
A medida que avanzamos por este sendero compartido, nos damos cuenta de que la paz, la felicidad, la abundancia y las historias extraordinarias que anhelamos no son solo sueños individuales, sino aspiraciones colectivas. Juntos estamos creando un tejido de experiencias que, cuando se entrelazan, forman una obra maestra mucho más grande de lo que podríamos haber imaginado por separado. No somos viajeros solitarios; somos una comunidad de almas moviéndonos en la misma dirección, hacia el mismo horizonte luminoso.
Y al final, cuando comprendemos profundamente que todos somos uno, el juicio desaparece, el resentimiento se disuelve y solo queda el amor. Un amor tan vasto que abraza al mundo entero, reconociendo en cada ser la misma chispa divina que llevamos dentro. En ese amor, encontramos la verdadera paz, la felicidad genuina, y la abundancia que no se mide en posesiones, sino en la conexión profunda y sincera con los demás.
Porque en verdad, no hay “otros”. Solo hay nosotros. Nos vamos acompañando. 💖
Karina Holoveski
Mujer Medicina-Chamana.
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