Vivimos en un mundo donde esa frase que dice que “lo único que permanece es el cambio” está más vigente que nunca. Por eso, si queremos crear negocios que perduren en el tiempo tenemos que innovar. Lo primero es ejercitar el músculo de la creatividad, aunque hay personas que, por su naturaleza, tienen un mayor talento para pensar en nuevas ideas, también es cierto que todos podemos ser creativos.
La clave está en animarnos a unir conocimientos, experiencias y aprendizajes que acumulamos en el tiempo de una manera diferente. En cambiar nuestro punto de vista, en ponernos en los zapatos del consumidor y liberarnos de prejuicios. Y en preguntar muchas veces, como si volviéramos a ser un niño: ¿por qué?
Cuando estamos al frente de un negocio son muchas las barreras que nos impiden ser más creativos. La buena noticia es que, si somos capaces de identificarlas, ya habremos dado un primer paso para liberarnos de ellas.
1. La falta de curiosidad: Es mejor ser innovador cuando las cosas en el negocio van bien, y no cuando no vemos obligados a hacerlo por una crisis de mercado, o por el avance de la competencia. Eso nos dará tiempo para salir del día a día de la operación, generar prototipos y hacer pruebas y ajustes necesarios. El hambre por conocer y aprender cosas nuevas es una de las características más destacadas de los grandes innovadores de la historia.
2. El temor al fracaso: Está bien visto que un emprendedor lo haya intentado muchas veces, aún a costa de tener un largo historial de negocios que cerraron. Generar nuevas ideas y llevarlas a la práctica significa entender que algunas no van a funcionar, y que tendremos que exponernos a la crítica de socios, empleados y de los mismos clientes. Y asumir el impacto emocional de la derrota, que según los expertos en psicología es hasta tres veces mayor que el de una victoria.
3. Hacer conclusiones rápidas: La creatividad es un proceso que necesita tiempo, pero sobre todo inocencia en el pensamiento. Cuando somos niños ante cada pregunta cualquier respuesta nos parece posible, y esa es una de las condiciones para imaginar nuevos escenarios. Así antes de ponerte a trabajar en nuevas ideas, identifica tus ansiedades, tus miedos y tus prejuicios.
4. El ego: Solemos querer inventar el hilo solos y desconfiamos de toda propuesta que venga de afuera, así sea de nuestro colaborador más cercano o de un socio. Con esa actitud no solo estarás debilitando la capacidad de innovación del negocio, sino las bases de la cultura organizacional.
5. La duda permanente: Los jefes más conservadores se sienten tranquilos cuando, ante una nueva idea, prefieren no tomar ninguna decisión, o esperar hasta el momento adecuado. Mientras tanto, los clientes empiezan a buscar nuevas opciones, los empleados se frustran y el mercado sigue transformándose. Un día, el dueño del negocio se da cuenta de que no tomar una decisión tuvo el mismo impacto negativo que haberse equivocado. Por supuesto, los riesgos deben ser medidos, pero para innovar siempre hay que asumirlos y atreverse a andar por nuevos caminos.
Karyna González
Fundadora de Spacio Mujer
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