Además de turbulencias financieras, en las últimas semanas el Gobierno comenzó a recibir mucho fuego amigo, lo que denota la pérdida de confianza en la que va cayendo de la mano de medidas que aún no desenmarañaron la macro y dañaron notablemente la microeconomía.
El mundo económico y financiero del que provienen tanto el presidente Javier Milei como su ministro de Economía, Luis Caputo, cuestiona abiertamente la falta de respaldo técnico, de un plan que modere el daño que van causando las medidas de ajuste sobre una sociedad que va perdiendo afinidad con el modelo, si es que existe tal cosa.
Esta semana tomó notoriedad el cruce en redes de Carlos Rodríguez y Roberto Cachanosky, ambos economistas cercanos al pensamiento liberal. De hecho, Rodríguez, que fue el principal asesor económico del Presidente, trató de “burro” al mandatario y advirtió sobre la “falta de confianza en el plan económico. Algo que hoy no existe: ni plan, ni confianza”.
Otro dardo llegó de la mano de Fausto Spotorno, uno de los principales asesores económicos de Milei, quien apuntó contra Caputo al señalar que “el Gobierno salió con un anuncio el viernes a la noche cuando el mercado esperaba algo más”. Sobre ese anuncio de la semana pasada, la nada misma de un paso hacia la “fase dos”, el exviceministro de Economía, Orlando Ferreres, opinó que se trata de “una especie de plan Bonex para los bancos, con otro tipo de nombre, pero se pasa deuda del BCRA al Tesoro”.
Para quienes lo hayan olvidado, el Plan Bonex fue una medida implementada por el gobierno de Carlos Menem que consistió en la conversión forzosa de depósitos a plazo fijo en dólares y en pesos, superiores a un monto determinado, en bonos del Estado a diez años, llamados Bonex 89.
La medida buscaba reducir la alta inflación y la fuga de capitales, pero generó gran descontento y desconfianza en el sistema financiero. Muchos ahorristas se vieron afectados por la desvalorización de sus ahorros.