Correos electrónicos y mensajes falsos, falsas ofertas y premios, suplantación de identidad en redes sociales… Los métodos son muchos y varían de acuerdo a la víctima, su entorno y la profundidad de su conocimiento en tecnología, publicidad y otros rubros.
Al calor de los avances tecnológicos y en telecomunicaciones, crecen sin pausa las estafas virtuales. Existe en lo consuetudinario una creencia que afirma que los adultos mayores son los más propensos a caer en algún tipo de engaño, pero cuando se trata de delitos cibernéticos nadie está absolutamente a salvo.
Estafadores envían correos electrónicos o mensajes que parecen ser de fuentes confiables (bancos o entidades gubernamentales, empresas reconocidas) solicitando información personal o financiera.
Ofrecen premios, préstamos baratos o beneficios y rendimientos increíbles a cambio de información sensible. A veces desarrollan historias plausibles en las que algún amigo o familiar de la víctima está urgido de dinero. A diario surgen diversos “cuentos del tío” que dan cuenta de ello.
Los métodos para estafar a los desprevenidos se actualizan y mejoran. Nos obligan a estar permanentemente atentos para no dar la más mínima ventaja que permita el ingreso de los criminales a nuestras vidas.
Ante este creciente contexto de engaños y delitos resulta necesario tomar recaudos adicionales como verificar la fuente, jamás proporcionar información personal a través de correos electrónicos, mensajes o web no seguras, emplear protección de seguridad (antivirus y antimalware, y contraseñas seguras), evitar llamadas de números desconocidos o, si se atienden, cortar y verificar, desconfiar de premios y beneficios inéditos y mantener la calma para no dejarse llevar por la ansiedad que estos criminales buscan transmitir.