Cerca de cumplir su primer semestre en el poder, el Gobierno finalmente comprendió la lógica política que rige los destinos de Argentina desde siempre y busca ahora encontrar la dinámica correcta para sentirse más cómodo teniendo en cuenta su compleja hoja de ruta.
La salida de Nicolás Posse, acaso la más anunciada de las muchas que protagonizó el oficialismo en lo poco que lleva de gestión, va en ese sentido. Y la puesta en funciones de Guillermo Francos no hace más que confirmarlo.
Harto de fracasar en un Congreso que aún le resulta muy adverso por su minoría parlamentaria, pero también por sus proyectos exuberantes, el Gobierno libertario busca una nueva dinámica que le reporte votos a favor mientras desenrolla la macroeconomía.
“Para aquellos que dicen que el Presidente no se da cuenta, el Presidente me elige porque se da cuenta de que con la política argentina se le hace complicado porque no la entiende, tiene diferencias; y yo tengo una posibilidad mayor de dialogar”, blanqueó Francos en su primera presentación bajo el nuevo rol.
El rango laboral del nuevo ministro se amplía enormemente teniendo en cuenta lo que Posse no hizo o no supo hacer. Tenía un perfil tan bajo que lo llevó a ganarse el apodo de “El Mudo”. Su función era la de coordinar un Gobierno que siente que aún no hace pie, dialogar con los gobernadores y acordar temas con la oposición. El fracasado y sinuoso camino de la Ley Bases ejemplifica como ninguna otra cosa el fracaso de la gestión de Posse. Esa tarea recae ahora sobre Francos que, en realidad, ya lo venía haciendo.
Francos es al mismo tiempo una fuerte señal a la política y un gesto para acelerar la agenda reformista que pretende plasmar el presidente Javier Milei.
Su objetivo es titánico a la luz de lo variopinto que resulta ser el arco opositor en su conjunto. Los gobernadores se dividen entre peronistas, radicales, macristas y provincialistas que tienen diferentes pesos específicos en el Congreso de la Nación donde sucede exactamente lo mismo. A su vez, cada espacio tiene fuertes internas y es difícil distinguir con quién negociar para conseguir votos.
El Gabinete, en tanto, es otro escollo para un oficialismo que todavía debate puertas adentro el protagonismo de cada uno más allá de los Milei, los estelares indiscutidos del momento económico y político del país.
Lo concreto es que con la salida de Posse y la transformación de Francos, el Gobierno apela a un reinicio político de cara a los desafíos por delante que no serán fáciles… para los argentinos. De frente solo se esperan aumentos de precios (combustibles, servicios y otros rubros) que aseveran lo pírrico que fue bajar la inflación licuando consumo, salarios y jubilaciones.