Todos en algún momento hemos tenido una desilusión, un dolor muy intenso, y en algún punto decidimos que eso no nos volvería a pasar, ya no nos lastimarían más.
Para asegurarnos y sin darnos cuenta, construimos una armadura invisible que nos protegiera.
Esa armadura tiene formas diferentes, puede ser escondernos tras un montón de trabajo, o salir con personas que no buscan una relación profunda, o escondernos tras una ropa suelta, o un carácter que aleja a las personas.
No importa la forma, lo cierto es que esa armadura, por un tiempo, y aunque tiene sus lados negativos, de alguna manera, nos hizo sentir protegidos.
La razón de la armadura es el miedo a salir heridos y pudo haber sido útil en un punto, pero hoy, ya no lo es. Aleja a las personas que sí podrían hacernos felices, y hace que no nos demos una nueva oportunidad.
¿Cómo hacer para protegernos sin armaduras? Lo primero es mirar el camino recorrido, no somos la misma persona que años atrás sufrió, nos hemos transformado, los dolores nos modelaron para hacernos más fuertes.
Tenemos herramientas para poder manejar las situaciones que se presenten, y aunque el miedo aparezca, tenemos la capacidad de verlo, reconocerlo, y actuar de una forma diferente.
Reconocer cual fue nuestro dolor es ya la prueba de que podemos manejarlo, nos hemos animado a mirar ese lugar oscuro en nuestro interior, y tenemos el poder de llenarlo de luz.
Aprendimos que siempre podemos decir “No” si algo no nos gusta, o podemos elegir otro camino. Aprendimos que las elecciones no son sentencias, y que todo el tiempo elegimos, aun cuando no elegimos, eso también es una elección.
Nos dimos cuenta que cada uno de nosotros viene a este mundo con una música única en su interior para hacerla vibrar, para tocar todas las notas sin quedarnos con cosas pendientes.
Todo es un aprendizaje, vinimos a este mundo a aprender y ser felices, a saborear cada momento y elegir como y con quien queremos disfrutar esta aventura llamada VIDA.
Natalia Moyano
Contadora con
corazón de escritora
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