La noche del sábado 21 de septiembre de 2019 para Anabel Itatí Silva, lejos de cerrar el día de inicio de la primavera, se convirtió en el infierno sobre su cuerpo. Insultos, amenazas, nafta y fuego la pusieron al borde de la muerte.
Poco menos de cinco años después, su expareja Jorge Luis Dávalos fue condenado a diez años de prisión por intentar asesinarla. El Tribunal Penal 2 de Posadas lo halló culpable de “homicidio doblemente calificado por haber sido cometido contra su pareja y contra una mujer mediando violencia de género, en grado de tentativa”, artículo 80, incisos 1 y 11 del Código Penal Argentino.
Tras cuatro días de debate, los jueces Gregorio Augusto Busse, César Antonio Yaya y Carlos Jorge Giménez, coincidieron con la solicitud de pena argumentada por el fiscal Vladimir Glinka.
El hecho se registró en una vivienda del barrio El Piedral en la zona sur de Posadas, jurisdicción de la Unidad Regional X y se resume en un ataque contra la joven por parte de su concubino que decidió tomar un bidón con combustible, abrirlo y echárselo en el pecho y cuello a Anabel Silva y prenderle fuego con un encendedor antes de huir.
Durante su alegato, el fiscal Glinka definió a Dávalos como una “persona violenta e impulsiva sin límites”. Y sobre esta base detalló el delito y las circunstancias de contexto, incluso los motivos por los que la víctima se retractó de sus primeras declaraciones en el expediente fueron explicados durante la última audiencia.
“Siete meses después del hecho, Silva cambia su testimonio porque Dávalos fue excarcelado y ya en libertad volvió a imponerse como el hombre que pone la plata en la casa, la comida, el sostén”.
Sostuvo que la víctima cambió su relato por miedo: “Su retractación es nada menos que el síntoma de la situación de violencia para una mujer. Dávalos salió a la calle y Anabel volvió a quedar presa”.
Glinka destacó como pieza clave de la acusación a los diez minutos de la entrevista en Cámara Gesell del hijo de 4 años de Silva: “El niño dijo ‘mi papá le prendió fuego a mamá’, sin dudar y claramente: ‘con nafta y un encendedor (…) yo lo sé porque yo lo vi’”.
Pero el menor en su testimonio recordó que tiempo antes ya “la había ahorcado con ropa” a su madre. Esto coincidiría con el ingreso dos semanas antes del 21 de septiembre a un hospital con lesiones en el cuello”.

El niño sobre el instante posterior al ataque con fuego dijo: “Mi papá después se fue con la moto de mi mamá”. Una vecina fue coincidente con las circunstancias aportadas por el niño. Pero también fue clara al recordar una de las amenazas previas y reiteradas de Dávalos a su pareja: “Yo te voy a matar a vos. Está llegando ese día”.
En síntesis, para el fiscal “Anabel no murió de casualidad y porque su hijo es el héroe de toda la familia, porque antes y después ayudó a su madre limpiando la casa y dándole la leche a su hermana menor mientras ella se recuperaba”.
“Existió un acto homicida, tirarle un medio idóneo para matar como la nafta y más aún al arrojársela en zonas vitales como el pecho y cuello y encenderla”.
“El hijo lo manifestó, el padre amenazó a su madre: ‘Te voy a prender fuego a vos y a la casa’”.
“Si Anabel se moría, acá no habría discusión sobre un femicidio”, redondeó Glinka antes de pedir condena que incluya un tratamiento intensivo psicológico para el acusado.
Mario Sebastián Ramírez, defensor oficial 3, representó las garantías de Dávalos durante el debate y a su turno de alegar, solicitó la absolución por el beneficio de la duda en cuanto a la tentativa de femicidio y la prescripción por plazo de condena vencida para el delito de “desobediencia judicial”.
El defensor resaltó que “el contexto de violencia y vulnerabilidad de la víctima no está controvertido (…) El maltrato fue admitido por el acusado”. Pero insistió en que Dávalos “no accionó el encendedor” y que fue ella quien lo hizo.
Subsidiariamente, Ramírez solicitó que se lo sancione con una pena por “lesiones graves”.
El viernes 7 de junio, el Tribunal presentará los fundamentos del fallo y allí tendrá las respuestas a la postura contraria de Busse, Yaya y Giménez.