El control biológico por conservación es una estrategia cuyo objetivo es proteger e incrementar los ensambles de las comunidades de enemigos naturales para maximizar el impacto colectivo sobre las plagas. En otras palabras, se trata de plantar flores junto a las hortalizas para atraer insectos benéficos que controlan las plagas de forma natural; lo que implica una reducción en el uso de bioinsumos y repercute en la protección del medio ambiente.
En este sentido, un equipo de investigación del INTA Concordia -Entre Ríos- trabaja en el desarrollo y puesta a punto del control biológico por conservación en el establecimiento hortícola “La Marta”, en Estación Yeruá. Desde 2011 el establecimiento se encuentra en transición agroecológica y desde el INTA se promueve esta experiencia de innovación colaborativa que se basa en la adición de recursos florales a cultivos hortícolas.
Beatriz Díaz -especialista del INTA y responsable de la experiencia- detalló que, en una primera experiencia, se evaluó la adición de un cultivo de servicio -en la primavera de 2022- con el propósito de incrementar el control biológico y la polinización en cucurbitáceas. Luego, a comienzo de otoño de 2023 y con los primeros resultados, diseñaron una franja floral con múltiples funciones, siendo la principal de ellas, el fortalecimiento del servicio de regulación natural de las plagas en cultivos de repollo a los que iba a asociarse.
“Para la elección de las especies constituyentes de la franja floral se consideró la factibilidad de su comercialización, dándole así un valor económico a esta tecnología de proceso”, indicó Díaz quien agregó que también se consideró su valor estético, como servicio cultural y su impacto positivo sobre las personas que trabajan y viven en el establecimiento, para lo cual se consideraron especies que les evocaban recuerdos familiares.
En cuanto a la instalación de la franja floral, la especialista indicó que, con 50 metros cuadrados, la franja se situó adosada al exterior de un invernadero para minimizar la ocupación de superficie productiva. “En la composición se incluyó especies vegetales de cuatro familias botánicas con diferente funcionalidad, combinando ‘plantas trampa’ (30%) cuya función es la de atraer y retener a las plagas con el objetivo de reducir el daño sobre el cultivo principal, ‘plantas repelentes’ (25%) debido a las sustancias químicas que emiten y ‘plantas insectario’ (45%) que les proveen recursos alimentarios, principalmente polen y néctar, a los enemigos naturales”, detalló Díaz.
Las especies vegetales seleccionadas como plantas repelentes fueron diferentes aromáticas como tomillo, orégano, albahaca perenne, salvia, curry, manzanilla, lavanda y tres variedades de menta. La caléndula se utilizó principalmente como planta trampa, mientras que las plantas insectario elegidas fueron especies ornamentales tales como aliso (Lobularia marítima), dos variedades de centaurea (Centaurea cyanus y C. imperialis), orlaya (Orlaya grandiflora) y Glandularia Alba INTA con una fenología de floración escalonada para asegurar una provisión de recursos a los insectos benéficos desde el otoño hasta el verano.
Al inicio del invierno las especies comenzaron a florecer alcanzando el pico de floración en los meses de septiembre y octubre, cubriendo los requerimientos de alimento y brindando refugio a los enemigos naturales. En este punto, Díaz indicó que, tanto en las observaciones visuales como en las muestras tomadas por aspiración de las flores, se evidenció la presencia de insectos depredadores y parasitoides de las plagas de los cultivos asociados.
“Las interacciones multitróficas que se establecieron entre las comunidades de plagas, enemigos naturales y las plantas asociadas, tuvo un impacto positivo en el control de las plagas en los cultivos de repollo aledaños en los que no fue necesario realizar tratamientos para las plagas, lo que redujo el costo derivado de la aplicación de bioinsumos que se realizan habitualmente en el establecimiento”, destacó Díaz.
La profesional del INTA Concordia aseguró que, “en esta experiencia, además de poner en valor la biodiversidad como servicio de regulación natural de plagas, se le dio un valor económico a una tecnología de proceso que permitió generar una nueva línea de comercialización para el establecimiento a partir de la venta de ramos de aromáticas frescas (tomillo, orégano, variedades de menta, salvia, albahaca y romero) y la de flores comestibles de caléndula y centaureas”.
En esta línea, Rosa Milera -productora y responsable del establecimiento “La Marta”- destacó: “No sabíamos que la implementación y comercialización de las franjas florales tenía tanto éxito. Es una muy buena puerta para explorar, trabajar y aprender. Y nos gusta porque es innovador”.
Finalmente, Díaz concluyó: “Esta experiencia permite poner de manifiesto cómo la conservación y la producción pueden abordarse desde un enfoque holístico estableciendo sinergias entre el valor los recursos naturales, los múltiples servicios que brinda la biodiversidad y la diversificación de los productos de cosecha obtenidos de manera sustentable que fortalecen el aporte de la agricultura familiar a los mercados de proximidad”.