Por: Lic. Hernán Centurión
Esperanza, es lo único que le queda al trabajador clase media que mes a mes, desde diciembre, tuvo que recortar los gastos que ya había recortado durante la gestión de Alberto Fernández.
Angustia, es lo que carga el que hacía changas, porque hoy no puede pagar los alimentos como lo hacía en el mes de diciembre, cuando ya apenas comía, por la inflación que se devoraba sus circunstanciales ingresos (sumado a las ayudas estatales si le correspondía a su grupo familiar.
Desesperación, es lo que sufre el jubilado, que históricamente cobró miserias y con la última devaluación se le escaparon de las manos la comida y los remedios.
La gente que tiene edad, energía, ganas y se sobrepone mentalmente a la crisis, busca hacer lo que sea y hasta hace cosas que antes no hubiera hecho para rascar unos pesos para el día.
Preparar algo en casa y salir a venderlos en una bandeja por la calle, es la opción que eligieron algunos y se ve mucho en los últimos tiempos en Posadas. Gente de edad avanzada que pide una moneda en los semáforos y otros que venden limones o lo que sea para sacarle unos pesos a la vida para poder comer. No es que esto no existía desde el 10 de diciembre para atrás, sino que empeoró aún más.
Si al que cobra una jubilación no le alcanza, ver o imaginar cómo puede estar entonces el que siempre vivió de changas, o la señora que trabajaba como doméstica y a ambos se les vino la edad encima y no tienen más ayuda que la de sus hijos que también están en una situación crítica, es una realidad casi insoportable. Esto genera trastornos mentales que se suman a todos estos tipos de angustias.
En las escalinatas del Congreso Javier Milei anticipó que se iban a venir meses muy duros. Una cosa es escucharlo y otra distinta es sentirlo en carne propia. La cultura política argentina siempre hizo que tuviera más valor la mentira demagógica que la verdad dolorosa.
No hay que soslayar los cálculos de ganancias que las empresas alimenticias diagramaron para no perder con las políticas económicas que iba implementar el nuevo Gobierno. Hicieron un “overshooting” de precios que hace que hoy muchos productos salgan más caro en Argentina que en Europa o Estados Unidos.
Resultado, caída estrepitosa de las ventas, gaseosas de primerísima marca vendida con descuento antes que se venzan, etcétera, etcétera. Todo producto de la liberación de precios fijada por la administración libertaria. Cobren lo que quieran, vendan si pueden. ¿Necios, avaros, irresponsables? Buscaron ganar más pero ¿no pensaron que el poder adquisitivo de la gente iba desplomarse?.
“El problema de los precios de las empresas alimenticias es que en Argentina ya nadie nadie hace costos”, decía el exsecretario de Comercio Guillermo Moreno, para explicar por qué si querían cobrar un producto lo que se les antojaba, desde el Estado le ponían un freno.
Sin ir más lejos, basta escuchar lo que pasó en la audiencia pública por el boleto de colectivo en Posadas y Oberá, por ejemplo. Otra vez quedó en evidencia que no se sabe lo que gana el Grupo Z. Solo se sabe por boca de sus representantes acerca de sus pérdidas.
Pero la ley de mercado dice que la competencia hace que los precios se equilibren. O si la demanda baja no les queda otra que readecuar sus precios si quieren vender al mismo o similar volumen que antes. El Estado fuera de toda discusión de precios. Como no funcionó en estos últimos meses, el Gobierno apeló a la apertura de productos alimenticios importados para que esto obligue a que compitan con mejores precios. La pregunta es:
¿Qué pasa si los mismos monopolios alimenticios son los importadores?. Deciden comprar lo ya hecho que fabricarlos, con los costos de producción que eso implica. Todo sea para maximizar la rentabilidad. La responsabilidad social empresaria no existe.
Y no es que tengan que regalar mercadería, sino no poner un precio exorbitante que después provoque una reducción abrupta de compradores, con el drama social que eso conlleva.
Es un tema complicado porque se trata de alimentos, pero también en el mismo sentido se puede equiparar lo que pasa con el precio del boleto urbano en Misiones. La gente (prácticamente) no puede prescindir de pagar un pasaje, pero tampoco lo podrá hacer a un boleto que suba casi un 100%, si pagar alquiler, vestirse o inclusive comer está más caro.
Y otra vez se vuelve a lo mismo, no se saben los costos de la empresa. Entonces cabe la pregunta, si las grandes empresas alimenticias años atrás daban a conocer a funcionarios de la secretaría de comercio sus costos para que le habilitaran las subas o no,
¿Por qué una empresa de transporte se niega a dar sus números a los entes estatales locales?
La más grande empresa argentina de alimentos es un monopolio que con diferentes marcas maneja productos de primera hasta de cuarta calidad.
Son tan grandes que la competencia se rige por los precios de ellos. La única traba que tendrán de ahora en más será el poder de compra de la gente. Lo mismo pasa con el monopolio de transporte local. ¿Podrá pagar el usuario el nuevo valor del pasaje?
¿Va aguantar la gente que pase eso con un servicio público? Viene a la memoria la historia de Rosa Parks y el boicot de la comunidad afroamericana de Montgomery, Alabama, al transporte público.
Durante 381 días no subieron a los autobuses en rechazo al caso de segregación racial que ella había sufrido. Se organizaron y buscaron formas alternativas de desplazarse sin usar los colectivos.
Con poquísimos pasajeros las empresas entraron en déficit y la alcaldía de la ciudad tuvo que dar marchas atrás con la política de diferenciar asientos para negros y blancos.
Para volver a la temática principal, ¿cuánto tiempo va soportar el país este estado de la economía? Hace unos días, el examigo de Javier Milei, el economista Diego Giacomini, anticipó que el gobierno no va llegar al final de su mandato.
¿Por qué? Porque ya no tiene más “hipotecas” para usar. Y ejemplificó al decir que Cristina hipotecó el déficit fiscal para llegar a fin de 2015. Macri hipotecó con deuda externa. En todo 2023, Alberto Fernández y Sergio Massa cometieron la irresponsabilidad de hipotecar el déficit fiscal y cuasifiscal (la deuda del Banco Central) que se aceleró antes y después de las PASO, para intentar no perder las elecciones.
Hasta septiembre, se había emitido un 31% más de toda la plata que ya circulaba en la economía. De ahí la frase de la que se jacta Milei con la baja de la inflación aunque a costa de una recesión brutal.
“Paramos la hiperinflación”. Pero Giacomini dice que el libertario ya no tiene “hipotecas” de las cuales manotear como lo hicieron los anteriores y por eso profetiza malos augurios hacia más adelante.
En Conferencia de prensa, el vocero presidencial Manuel Adorni respondió la pregunta de Fabián Waldman, periodista de FM La Patriada con el que cada día mantiene en buenos términos, cruces de opinión.
Ante la consulta acerca de cuándo iba parar la brutal recesión y comenzar la vía de recuperación de la economía, el funcionario (palabras más palabras menos) le retrucó al decirle que la Argentina había empezado a cambiar, porque cuando en diciembre se hablaba de cuándo iba estallar la hiperinflación, (con inflación en baja por ahora), la pregunta ahora apunta a algo más positivo, a un horizonte de recuperación.
La cierto hasta hoy, es que siendo mediados de marzo de 2024, nadie soporta más este estado de la situación económica. Si bien ya venía mal pero el trabajador no lo notaba aún, desde el segundo gobierno de Cristina Kirchner la situación comenzó a deteriorarse.
Pasaron muchos errores desde aquel entonces hasta el 10 de diciembre de 2023. Muchos apuntan a que debe ocurrir un asamblea en el parlamento que destituya a Javier Milei. Pero dentro de todo ese ruido, los disgregados altos dirigentes peronistas, en el fondo están calmos, porque nadie quiere agarrar la papa caliente que dejaron Alberto-Cristina-Massa.
Seguramente esperarán que el libertario pague el costo político del ajuste, el costo de acomodar las finanzas que el propio peronismo durante décadas, el Pro de Macri en sus cuatro años y los efímeros gobiernos radicales que no pudieron sortear.
El cuento de la buena pipa y la frase que llega a lo más profundo de sus votantes: “los días más felices siempre fueron peronistas”, están guardados por ahora.
Cuando lo hagan y vuelvan, repetirán la misma historia que nos trajo hasta esta durísima realidad. Primero la felicidad del pueblo, el manejo responsable de la economía lo vemos después.
Para los escépticos del cambio en Argentina, (como la película Hechizo del Tiempo) “el día de la marmota” nos espera solo un poco más adelante.
Argentina no se baja del Delorean. Parece que tiene tres fechas en guardadas en la memoria. No se si ahora estamos en 1975, (Rodrigazo), 1989 (hiperinflación) o diciembre 2001 (país estallado). Eso sí, acá nadie tiene la culpa de nada.