Orlando Olinto “Queco” Bregagnolo (86) tiene una memoria prodigiosa. Describe cada momento con nombres, apellidos, lugares y fechas, por lo que se le hace difícil resumir en pocas páginas, las múltiples actividades que desarrolló en su vida. A cada etapa relatada, agrega una anécdota que lo mueve a risa, y la contagia.
Sentado a la sombra de frondosos árboles que alberga la quinta de su hijo “Rulo”, contó a Ko’ape sobre su dedicación y amor a la profesión, a la que está sumamente agradecido y por medio de la cual “tuve la suerte de conocer gran parte del país”.
Nació en Bonpland, justo donde comienza el Cerro Almafuerte, el 17 de abril de 1937, pero a los cuatro años, sus padres, Ángel y Santina Graziosetti, lo trajeron a Campo Viera. En la Capital del Té, sus hermanos: Miguelina, Anita, Celestina, Armando e Ítalo, que eran mayores, ya habían ayudado a plantar yerba mate, a unos cinco kilómetros de la ruta 14 -desde Campo Viera o desde el kilómetro 40, que era límite entre Campo Viera y Campo Grande-.
“A veces nos escribimos con compañeros del barrio. A uno que reside en Mar del Plata le pido que no escriba sobre temas políticos, de cuando fue la deuda externa, que son pálidas, que mejor hablemos de la época del barrio, de los maestros o de mejores recuerdos”.
Contó que fue a primer grado en la Escuela 205 de Campo Viera y que, la escuela primaria es la que más recuerda, “en especial, porque las maestras trabajaban en un solo turno. Y creo que el mayor placer era escucharlas”. Cuando tenía ocho años, lo pasaron a primer grado superior, donde su maestra fue Josefa Krause de Riobó, que era la nuera de la directora.
En 1949 la familia se afincó a poca distancia de la Escuela 244, donde era director Sergio Bullón y donde tuvo como maestra en segundo grado a la señorita Peralta, “de la que no puedo recordar el nombre, tampoco si era sanjuanina o catamarqueña. En tercer grado, a Eduardo Behmetiuk, un maestro de Apóstoles que hizo época en Campo Viera y terminó su carrera docente en Campo Grande”, agregó.
Poco después, por problemas de salud de su madre, se establecieron en Posadas, donde Bregagnolo hizo cuarto, quinto y sexto grado, en la Escuela de Varones Hernandarias, que ahora se llama Fraternidad. En aquel tiempo era de varones por la mañana, y de niñas por la tarde. En cuarto grado fue su maestra, Camila Taled de Cardozo; en quinto, Elsa de Halty y en sexto, María Celsa Pianetti, que vivía en 3 de Febrero y Salta.
“En 1958, me tocó el servicio militar. Mis padres ya habían fallecido. Mi madre en 1955, cuando estaba en cuarto año y, mi padre, en 1957, cuando tenía que presentarme a trabajar. El 18 de marzo debía ir a la escuela, y él se fue el 17. Es el mal recuerdo del comienzo porque inicié con una semana de licencia por duelo. Son cosas que no sé si a uno le hacen bien o lo van puliendo o mejorando”.
Comentó que el director de la Hernandarias –Nº 6 de varones- era Maximino Verbes, que era profesor en el Instituto Incorporado Posadas. El vicedirector era Arturo Amores, que era director del Incorporado Posadas, que estaba en Félix de Azara y Santa Fe. “Hasta tercer año hice allí (1952, 1953 y 1954) y nos llamaban saldos y retazos, porque si se rendían materias, lo hacíamos en el Colegio Nacional que quedaba a una cuadra, sobre Santa Fe y Buenos Aires. De allí nos quedó ese nombre, tantos recuerdos y los valores que se inculcaban en aquel tiempo”.
Allá por 1955, en acuerdo con su madre, pasó a la Escuela Normal. “No le gustó mucho a mi padre porque quería que fuera a la Escuela de Comercio, pero terminé la normal en 1956. De ahí también tengo grandes recuerdos”, agregó.
Confió que la suerte lo acompañó porque “después de mi egreso se crearon 20 escuelas provinciales. Estaban numeradas de la 1 a la 20. Vine a trabajar a la Escuela Nº 3 de la colonia Sección Novena, en Campo Ramón. Ese fue mi primer destino, en el que trabajé durante un año. En 1968 le agregaron el número 400 y pasó a ser la 403. Entrábamos por Campo Viera porque había mejor camino, pero, cuando en 2007 celebraron un aniversario, el intendente Adolfo Pischik, de Campo Ramón, me aclaró que esa escuela pertenecía a su municipio”, recordó.
En Aristóbulo del Valle, Bregagnolo formó su familia. Se casó el 24 de abril de 1965 con Elena Christen, a quien conoció a mediados de 1963 en la panadería de la abuela de la joven, que quedaba frente al colegio secundario donde ejercía, y adónde iba a comprar palitos dulces. Al año siguiente nació su hijo Raúl “Rulo” Orlando y dos años más tarde su hija Norma Elena.
Hubo quienes lo desaconsejaron cumplir con el servicio militar obligatorio, pero “Queco” quiso hacerlo y su destino fue Santo Tomé, Corrientes. “Cuando me presento en Posadas, me preguntaron si quería ir a Apóstoles o a Santo Tomé. Como un hermano estuvo en el Regimiento de Caballería de Santo Tomé, elegí ese destino y fue un año fantástico, con 25 días de maniobras en los bañados del río Guaviraví”, manifestó.
Se presentó en marzo, y en mayo pudo conocer al teniente general Isidro Bonifacio Cáceres, al que llamaban “hijo directo de Santo Tomé”, por quien Bregagnolo sentía un aprecio especial, que sobresale en el relato.
“Lo valoraban porque decían que después de ser abanderado en la escuela primaria, también lo fue en la Escuela Normal Profesor Víctor Mercante, de Santo Tomé. Su papá murió cuando la madre estaba embarazada de seis meses. Los comerciantes y los militares de Santo Tomé influyeron para que ingresara al Colegio Militar de la Nación, donde también portaba la bandera”, rememoró.
De vuelta a Posadas
El 29 de diciembre de 1958 recibió la baja especial y llegó a Posadas en el tren de las 6. “Vivía en una pieza, en una esquina, porque la casa de mis padres estaba alquilada, y me encuentro con el folleto para estudiar educación física. Se me ocurre ir a ver al profesor de educación física desde el segundo año del Incorporado al quinto año de la Normal, el correntino Oscar Ariel Cardozo. Le digo ¿esto qué es? Porque acá aparezco como inscripto. Sí me contesta. Yo ya te inscribí para cursar en el Instituto ‘General Belgrano’ de San Fernando, provincia de Buenos Aires”, comentó, y aclaró entre risas que “por eso siempre digo a mis hijos: ‘Rulo’ y Norma, que siempre hice lo que quise”.
Más adelante, se encuentra con el profesor Teófilo Edsel “Chongo” Horrisberger, que era director de Deportes de la provincia. “Como teníamos amistad, voy a saludarlo y me invita a trabajar en una colonia de vacaciones en Cerro Azul. O sea que tenía enero y febrero ocupado, y el 2 de marzo me tenía que presentar en San Fernando provincia de Buenos Aires”, expresó.
Después de hacer la carrera, de 40 que se recibieron en 1962, 11 ingresaron a la Escuela General Lemos, donde hacían instrucción para oficial del ejército y pasaban a ser oficial de gimnasia y esgrima.
En el medio, Bregagnolo tuvo dos operaciones de meniscos. A raíz de una caída en las paralelas “me salió un quiste en la rodilla izquierda y perdí el año 1961. Tenía segundo completo, pero la última materia fui a rendir rengo. Me operé el 27 de diciembre del 60 y no mejoré hasta julio del 61. Vine a Misiones a visitar a mis hermanos porque ya podía caminar, pero se me hinchaba la rodilla izquierda. En el casamiento de una sobrina, me dicen que hay dobles turnos vacantes”.
Acudió a Inspección de Escuelas, en calle La Rioja entre San Luis y Jujuy, donde le ofrecen ir a una escuela de San Javier, con doble turno. Mientras caminaba por La Rioja, a la altura de la plaza San Martín, se encontró con Dejesús Gauna, un compañero de promoción que era de Candelaria. “Me contó que trabajaba en Colonia Aurora. Me invitó a que lo acompañara, pero le dije que ya tenía como destino a San Javier y que me quedaba ahí. Era el 11 de julio de 1961. Cuando voy a retirar mi designación, en Inspección de Escuelas me dijeron: acá estuvo el director Gauna y dijo que usted va a trabajar con él en Colonia Aurora. Pero ¡no sé ni donde queda! No se preocupe, le dejó anotado: nos encontramos a las 10 de tal día en la terminal de ómnibus de Oberá, para viajar con tal empresa”, graficó.
Tras varias peripecias, el docente estuvo en la Capital del Monte pasadas las 9, procedente de Campo Viera. “Allí me encontré con Ignacio ‘Nacho’ Fernández, mientras que Gauna esperaba el ómnibus en Campo Grande. Ya en Alba Posee, pasamos en balsa a Porto Mauá para almorzar. Se sumaron otros dos colegas. Terminada la comida nos subimos a un remís y por la costa fuimos a Porto Pratos, donde abordamos a un caico, para volver a Colonia Aurora. En una ocasión llovía tanto que me tocó salir de a pie a lo largo de 31 kilómetros, desde Colonia Aurora hasta Santa Rita, con el ayudante de un viajante”, añadió.
En la frontera estuvo hasta el 12 de diciembre de 1961. Después lo enviaron a una escuela de El Soberbio, pero renunció al cargo para poder terminar la carrera. “Como tenía que ir a prueba, para ver si me aceptaban de nuevo, pedí licencia sin goce haberes por seis meses. Terminé la carrera en 1962”.
Volvió a Inspección General de Escuelas, pero no había horas. Dejó sus datos y le avisaron si quería 18 horas de educación física en Aristóbulo del Valle. Al llegar a la Capital de los Saltos y Cascadas se hospedó en un hotel cuyo dueño era Raúl Augusto Vázquez, un conocido de Campo Grande, y se encontró con “Yuyo” Canteros, jugador de básquetbol del Club Racing de Posadas. “Llegué en la tarde del 8 de abril de 1963, a la escuela me presenté el 9 de abril y de ahí me quedé hasta el 2 de mayo de 1983”, cuando lo destinaron a Eldorado a la Supervisión de Enseñanza Media y Superior. Cuando se jubiló, construyó en su casa una pileta, gracias a los planos cedidos por el profesor Carlos Ramírez, y comenzó a dictar clases de natación, disciplina en la que fue precursor en esta localidad.
Cuando su querida “Eli” falleció, empezó a seguir los pasos de su hijo, que en 1992 había fundado el Grupo Ecologista “Cuña Pirú”. En septiembre de 2013, formó parte de la columna de manifestantes que se oponían a la construcción de represas en los cauces de los ríos que bordean a Misiones y caminó los más de 150 kilómetros que separan a Panambí, desde donde partieron, de Posadas. “Cuando me dice algo, le contesto: me invitaste a caminar, caminé; a remar, remé. Donde me invites, voy”, compartió, sonriente. Formó parte de numerosas actividades deportivas y fue reconocido por el Consejo Provincial del Deporte como “uno de los propulsores del atletismo misionero”.
Hijo de inmigrantes
Llegados de Italia a Brasil, sus abuelos paternos Giovanni Bregagnolo y Elisabetta Guidolín vinieron a vivir a Porto Lucena, del otro lado de Puerto Rosario. El hombre murió aplastado por un árbol, por lo que la mujer decidió regresar con sus hijos a Veranópolis. Ángel, el papá de “Queco”, tenía quince años, decidió quedarse en la frontera y, según contaba a su familia, cruzó a la Argentina montado sobre un caballo cuando el cauce del río Uruguay había descendido.
“Sé que trabajó en un puente sobre la ruta nacional 12 a la altura de Santa Ana, en 1903, y luego fue a vivir a Bonpland porque en esa zona hubo una especie de reparto de chacras por parte del gobierno”. Al pie del Cerro Almafuerte tenía una plantación de naranjas, y viñedos que le permitían elaborar vinos. Después fueron en busca de un mejor futuro, “aunque no me explico por qué dejó esa tierra, productiva, donde tenía el famoso trapiche para vino y para la caña de azúcar, todo con mucho ingenio”, razonó quien en junio venidero participará en el décimo encuentro de los descendientes de Bregagnolo, en Nova Prata, Brasil.
Una mejor educación
Durante varios años Bregagnolo acompañó en su lucha a los docentes jubilados de “Marea blanca”, un grupo que comenzó a reunirse el 24 de mayo del 2012, en la plaza 9 de Julio. “Cuando empezaron eran seis y yo me agregué después. Hasta hace dos meses, viajaba todos los jueves en colectivo para manifestarles mi apoyo, pero ya se siente la edad”, señaló.
La prédica de quienes se reúnen en el principal espacio público capitalino es que el maestro de grado “debe ganar lo suficiente en un solo turno por cuestiones de salud, de una mejor enseñanza, de una mejor crianza de sus hijos y el bienestar del hogar. No puede ser, como veo aquí en el interior, que la maestra de grado trabaja en la mañana en un turno y, sin almorzar, recorre 15 kilómetros, gastando combustible y su vehículo, para llegar a tiempo a la otra escuela”.
Aclaró que “no es una crítica, pero en el turno de la mañana la obligan a estar pensando en el cuaderno de temas o la carpeta, del turno en la tarde. Y a la tarde estar pensando en el otro día. Escucho que, en todos los países, que se comenta que están bien, que tienen cierto bienestar, que la educación tiene cierto nivel, los docentes tienen buenos sueldos y acá se les está regateando. Si bien estoy jubilado, me interesa el docente activo. Necesitamos una mejor educación para tener una mejor provincia y mejor país”.