En su habitual conferencia de prensa, el vocero presidencial Manuel Adorni fue consultado ayer sobre si el Gobierno es consciente de que el ajuste está corriendo más por cuenta de la sociedad que de otros sectores, como la “casta” o los industriales, por poner algunos ejemplos.
Adorni, incómodo con la pregunta y la contextualización que realizó el periodista acreditado, abundó en comentarios aleatorios para concluir que la inflación es en sí misma un impuesto que, claramente, sufren con mayor énfasis los sectores de medios y bajos recursos y que en ello está ahora el Gobierno.
Sin lugar a la repregunta, la conferencia continuó en la voz de otro periodista que consultó si ya tienen claro qué pasará con los haberes jubilatorios tras la caída de la Ley Ómnibus.
Adorni, más incómodo que con la anterior pregunta, invitó al periodista a tomar un café para debatir el penoso proceso que siguieron las jubilaciones en las últimas décadas, un dato que justamente formaba parte de la consulta.
Finalmente, reconoció que, hasta tanto surja una nueva ecuación, se seguirá usando la movilidad jubilatoria vigente.
Técnicamente, las respuestas del vocero reconocen en la inflación a un impuesto perverso que deja sin defensas a quienes lo padecen. De hecho, el diagnóstico no difiere del de otros especialistas, pero el problema sigue siendo que la única respuesta que ofrecen en la práctica es la licuación.
Haber dejado en terreno negativo la tasa que remunera a los depósitos genera una inusitada evaporación de pesos.
La devaluación, en tanto, generó tremendos ajustes de precios relativos que se sirvieron de los ahorros para cubrir tamaño desfasaje. De hecho, sus efectos se agotaron tan rápido que es un secreto a voces que habrá otra a fines de marzo.
La otra licuación preocupante es la de las jubilaciones, la otra pregunta de ayer. En la instancia de debate legislativo, la Oficina de Presupuesto del Congreso demostró que la peor opción es continuar con la fórmula que comenzó a aplicar Alberto Fernández.
Pareciera que la preocupación política del oficialismo hoy pasa más por castigar al Congreso (o a los “traidores” que no acompañaron con su voto) que por aliviar la situación de los sectores más vulnerables.