Estamos disfrutando de las vacaciones del verano, momentos agradables en que nos encontramos con familiares, amigos y otros seres queridos, fortaleciendo la convivencia en cada uno de los hogares. Es importante reflexionar sobre estas ocasiones especiales que compartimos, dándoles el valor que merecen para que se conviertan en experiencias que llenen nuestro corazón de serenidad y paz, y enriquezcan nuestro descanso.
Una de las claves para un descanso sereno es alejarnos de las rutinas agotadoras del año. Es un momento para conectarnos con nuestros seres queridos, reconociendo el don y el regalo que cada uno de ellos representa, y abriéndonos a la belleza de compartir la vida. El afecto sincero, los vínculos saludables y la amistad nos brindan serenidad y alivian las tensiones y preocupaciones. Los encuentros en familia y con amigos fortalecen los lazos afectivos y nos permiten disfrutar del presente.
El encuentro con la naturaleza nos invita a conectarnos con nuestro entorno, algo que a menudo pasamos por alto. El contacto con la belleza de la naturaleza nos permite encontrar la calma interior y un corazón lleno de gratitud por la providencia de Dios, que ha dispuesto las cosas para que podamos disfrutar de sus innumerables bendiciones.
En medio de tantos “encuentros” que nos vacían interiormente debido a su superficialidad, el encuentro con Dios en el silencio, la contemplación de las maravillas del autor de la vida y el encuentro con nuestros seres queridos nos llenarán de fuerzas para enfrentar las adversidades de la vida. La gracia de la fe nos abre el corazón a un Dios vivo y presente que nos sorprende cada día.
La verdadera experiencia del encuentro con Dios, nace de nuestra fe en Él. Este nuevo año que estamos comenzando es una gran oportunidad para abrirnos al encuentro con nuestro Dios que nos revela los planes que tiene para cada uno. Es una experiencia de encuentro con la persona de Cristo en quien creemos y hemos puesto toda nuestra confianza. Es nuestra relación con el Maestro, lo que nos permitirá compartir ese mismo amor, en los encuentros con nuestros seres queridos.
El verdadero encuentro con Dios no consiste en liberarnos de problemas y sufrimientos, sino en llenarnos de fortaleza interior para enfrentar las dificultades cotidianas con la gracia de la fe. El sufrimiento es inevitable en la vida, y aunque vivimos en un mundo que rechaza el dolor, la cruz de Cristo nos enseña a abrazarlo con confianza en el amor de Dios.
En medio de las adversidades que cada uno enfrenta en su realidad particular, que el inicio de este nuevo año nos traiga la fortaleza interior a través del encuentro con Dios y con nuestros seres queridos.
Que transformemos nuestras experiencias de dolor y adversidad en oportunidades de aprendizaje y crecimiento. Que sea una gran oportunidad para unirnos como familia y que el encuentro con la fuerza del amor nos llene de fortaleza y ánimo en estos tiempos difíciles.
Que sepamos descubrir la belleza de la vida, compartiendo la vida y nuestros encuentros fraternos. Que esos encuentros, sean experiencias de descanso junto a nuestros seres queridos.