En una carrera frenética sin solución a la vista y con más declaraciones de intención que puestas en prácticas, los países considerados mayormente responsables por la catástrofe climática en desarrollo se dan cita en los Emiratos Árabes.
La intención y la sede son de antemano un contrasentido y una clara muestra de lo poco que importa al mundo “desarrollado” avanzar contra el cambio climático y sus consecuencias en ese mundo que, declaman, quedará para las futuras generaciones. Discutir la migración desde los combustibles fósiles hacia energías menos contaminantes justamente en un “petroestado” suena a chiste.
A la inversa, podría decirse que marcar el puntapié para esa migración desde uno de los mayores productores de petróleo del mundo es hasta adecuado.
De la COP28, que se desarrollará hasta el 12 de diciembre, debe establecerse una fecha para terminar con los combustibles fósiles, una premisa que claramente incomoda al anfitrión y sus vecinos.