La perfección es una meta inalcanzable, pero como todas las cosas tiene un lado de luz y uno oscuro.
Buscar la perfección puede ser el motor que nos impulse a dar lo mejor de nosotros mismos, a practicar varias veces con entusiasmo hasta sentirnos orgullosos de cómo lo hacemos, de aprender las habilidades necesarias que nos permitan desarrollar nuestro don natural al máximo.
En este caso, estamos usando esta energía para un fin positivo: ser lo mejor que podamos ser, entendiendo que en el camino cometeremos errores y está bien, porque es lo que nos va a permitir ir mejorando cada vez más.
De eso se trata la excelencia; buscar a cada paso dar lo mejor que podemos dar, ser lo mejor que podemos ser y ver a nuestros errores como oportunidades de mejora.
Preguntarnos ante cada tarea si lo que estamos haciendo o lo que estamos entregando refleja lo máximo que podemos dar, esa es la clave. No se trata de compararse con otros, ni de si está perfecto o no; se trata si realmente lo que estamos ofreciendo es lo máximo que podemos dar en este momento.
En cambio, en el lado oscuro de la búsqueda de la perfección, se transforma en perfeccionismo, en una fuerza que en lugar de impulsarnos nos frena, nunca lo hacemos, nunca lo presentamos porque “no está perfecto”, y así cometemos el peor de los errores: enterrar nuestros dones, no sacarlos a la luz porque no está perfecto.
La diferencia entre excelencia y perfeccionismo es como vemos al error, si lo vemos como oportunidad de mejora o como fracaso.
Nadie quiere fracasar, pero todos queremos mejorar, esa es la clave, permitirnos el error y animarnos a hacerlo, dando el máximo potencial que tenemos en el momento y sabiendo que, si hay algún error en el camino, nos permitirá hacerlo mejor la próxima vez. Hay una frase que se escucha mucho “mejor hecho que perfecto”, y es muy cierta siempre que lo hecho, sea la expresión de lo mejor que podemos hacerlo en este momento.
Buscar la excelencia en cada cosa que hacemos, la forma de cocinar, cómo hacemos las compras, el trabajo que estamos preparando, nuestra presentación, todo cuanto hacemos por mínimo que parezca, poner foco en dar lo mejor, eleva nuestra autoestima y muestra respeto por el otro.
Como expresa Leo Burnett: “Trata de alcanzar las estrellas, nunca lo lograrás, pero seguramente no terminarás con las manos embarradas”.
Por Natalia Moyano -Contadora con
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