Siempre se escucha que el arte es sanador, pero no muchas veces se escuchan testimonios, en primera persona, que den fe de eso.
Esa es justamente la historia de Norma Duarte, una joven artista posadeña que se abrió paso en el muralismo y usó su talento como camino de sanación. Así lo contó en una entrevista con FM 89.3 Santa María de las Misiones.
“Yo no estudié en una escuela de arte ni nada por el estilo, todo lo que aprendí lo hice en las redes, observando a otros artistas y así de a poco fui sacando mis propias técnicas. Soy autodidacta”, comenzó contando Norma.
Si bien siempre tuvo ganas de estudiar arte, la joven contó que nunca tuvo la oportunidad de hacerlo.
No obstante, eso no impidió que su talento saliera a la luz y se convirtiera en una reconocida muralista que hoy tiene encargos por toda la provincia y el país; de parte de familias, particulares, y tiendas.
“Me adapto a cualquier pedido que me hagan. Algunos clientes vienen y me muestran un diseño particular y otros por ahí quieren que les ayude a ver cómo se puede plasmar algo… todo se puede hacer”, agregó.
“Siempre supe que era buena para algo pero no encontraba qué. Un día estaba en un punto muy apagado de mi vida y empecé a pintar. Me di cuenta de que eso era lo mío, que era lo que no estaba encontrando, y así de a poco empecé a proyectar y dije ‘esto es lo mío, lo que voy a hacer’ y así se fue dando”.
En ese marco recordó con humor cómo fueron sus primeras experiencias pintando murales. Después de haber hecho el primero en su casa; aún sin tanta experiencia, le llegó un pedido que, como si fuera irónico, requería pintar un montón de figuras difíciles.
“Ese día yo me presenté como muralista y encima me pidieron un montón de cosas: la selva misionera, cascada, yaguareté, todo y yo no sabía decir que no porque era algo que yo sentía que podía hacer. Si me salía mal yo le pintaba de nuevo toda la pared y ya está, no le cobraba, nada pero increíblemente salió un espectáculo”, recordó.
Fue así que su trabajo fue siendo recomendado de boca en boca; y, a su vez, tomando eso, Norma se fue perfeccionando en técnicas y estilos; lo que le permitió expandirse y hoy en día convertir el muralismo en su principal salida laboral.
Además, contó que también empezó clases para que las personas puedan usar el arte como medio de sanación. “Tengo un alumno que fue a una clase y después su mamá me escribió un mensaje que decía que mis clases le estaban sirviendo al nene más que el psicólogo y yo sentí que era así porque lo mismo me pasó”.
El arte: un medio de sanación
No todo fue sencillo y rápido, el proceso fue lento y difícil.
Difícil, porque en sus inicios estuvo atravesado por una problemática que atañe a muchas mujeres del país: la violencia de género, psicológica y económica. Así lo contó Norma.
“Yo sufrí mucho maltrato psicológico de parte de mi expareja, violencia de género no física pero sí psicológica y económica. Es algo que te va atando por dentro y vos sentís que no tenés salida. Cuesta mucho hablar de eso, yo antes no podía contar lo que me estaba pasando ni al psicólogo. Creo que es algo que pasaba porque la gente, en lugar de escucharte te juzga”, afirmó.
Tal como lo narró Norma, cuando se encontró por primera vez con el arte, estaba en pareja con una persona que controlaba todos sus movimientos, incluso cuando a ella le tocaba ir a pintar un mural por trabajo.
“Yo tenía muy poco tiempo para pintar, era todo un tema… todos mis proyectos él me los tiraba para atrás, no quería que yo salga adelante. Yo aprovechaba el poquito tiempo que tenía y me metía de lleno en pintar. A su vez, en cada mural que hacía, él estaba al lado mío como si fuera inspector para que yo no hable con nadie, para ver hasta donde yo iba, en qué avanzaba o no avanzaba. También lo que ganaba tenía que dárselo a él. Pero a mí no me importaba porque lo único que quería era ir a pintar”, recordó.
“Por ahí la sociedad dice que es imposible vivir de las pinturas. Me lo han dicho y la verdad es que estaban equivocados porque yo encontré mi salida laboral. He hecho murales para locales de ropas y para bares. De ahí van viendo, van pidiendo mi número”
Fue así, mediante el arte y los pedidos, que cada vez eran más, que Norma fue adquiriendo fuerza para terminar ese ciclo de violencia, del cual también eran víctimas sus hijos.
“Terminar la historia se pudo, yo de a poco fui juntando fuerzas hasta que llegó el día que me fui. La paz no sé como describirla. Los tres, mis dos hijos y yo, tenemos ahora esa paz de haber podido salir de eso y dejar atrás ese pasado”, indicó.
No obstante, dando fe de resiliencia, confesó que sus pinceladas e incluso su estilo evolucionaron después de haber pasado eso.