Aislado durante al menos en lo que va de la semana el fenómeno libertario, con un ministro/candidato recuperado por el voto de confianza, convendría advertir que Argentina sigue ahí, con los mismos síntomas de crisis progresiva a la vista.
El resultado del domingo, pronto a quedar “viejo” en un país en el que la inflación crece sin pausa todos los días, reacomoda el mapa político mientras dirigentes de uno y otro bando intercambian valores, discursos y potenciales puestos. Pero no cambia en nada los rasgos distintivos de una economía en retracción.
Será difícil olvidar el súper martes que protagonizaron casi sin sonrojarse Macri, Bullrich y Milei; y quizás hayan cambiado las perspectivas sobre lo que pueda ocurrir en la segunda vuelta (aunque siempre hay que dejar margen para la sorpresa y lo imprevisto, más aún después de la dinámica de las PASO y la primera vuelta), pero lo que es seguro es que no se modificaron los indicadores que a fin de año depositarán al país entre los de población más pobre de la región.
Quedan poco más de tres semanas para relanzar las campañas, adecuar los discursos a las nuevas realidades y salir a buscar los votos que hacen falta. Pero que ninguno olvide que luchan por gobernar un país en grave crisis.