Cómo describir la forma en que te invade la adrenalina y la ansiedad te desvela antes de una competencia. Sensaciones que las he vivido durante varios años en mi paso por los deportes motor, pero que muy por el contrario de lo que pensaba sobre el deporte de la pesca, me ocurrió a mediados de los 80 cuando mi amigo y pescador Juan Carlos Adams me invitó a participar de las 20 Horas. Yo, que nunca había competido en un torneo de pesca y mucho menos en una maratón como ésta, me encontré en aquella primera experiencia con un río agitado, una llovizna tenue que nos hacía presagiar que no iba a ser una de las mejores noches para pasar mis primeras 20 Horas en el río.
Largamos la competencia presurosos para llegar hasta el arroyo Nambi-í (final de cancha) pero ni bien arribamos al lugar donde comenzaba la zona de pesca (boca del arroyo Mártires), a mí compañero Lucho se le ocurre tentarle al dorado con unos señuelos. Apenas recorrimos unos 50 metros haciendo trolling aguas abajo, se nos dio el gran “zapallazo”: un dorado de casi 12 kilos que a minutos de comenzar la competencia nos aseguró la Challenger del Tigre del Paraná. Hoy a casi 30 años no me caben dudas de que aquel fue el momento exacto donde sentí esa misma pasión que hasta ese entonces me despertaban los fierros.
De a poco me fui metiendo de lleno en la actividad hasta que empecé a escalar posiciones. La segunda gran alegría llegó con mi querido Hugo Hereter en el año 90, cuando gracias a un pacú de casi 8 kilos accedimos a la Challenger de esa especie.
Luego tuvimos la suerte de escribir junto a Hugo Myslinczuk nuestro nombre en la del salmón, en la de especies de cuero y en la de la piraña. El trofeo a esta especie se puso en juego por última vez en el año 96, cuando capturamos 96 piezas y fuimos los ganadores. En el 98 llegó el gran día que hasta hoy me eriza la piel: en la edición que hubo casi 600 pescadores en las 20 Horas logramos subirnos a lo más alto del podio. Esa misma experiencia la repetimos 10 años después. Así llegó el 2023, que nos encuentra con la misma pasión y las mismas ganas que despierta la gran maratón.
Pero al hacer un balance de las experiencias vividas en esta competencia que no se parece a ninguna otra, puesto que es única en su tipo; pone a prueba la sapiencia, la paciencia y sobre todo la constancia de los competidores. Y rescato por sobre los logros deportivos el haber podido cosechar tanta cantidad de amigos de distintas partes del país y el extranjero que acudieron a conocer esta gran fiesta de la pesca deportiva que hace mucho dejó de ser patrimonio del Club Pira Pytá para ser orgullo de todos los misioneros.
Por Walter Gonçalves