La vida de Victorino Cáceres transcurrió a ocho cuadras a la redonda del Club Atlético Villa Urquiza, de Posadas, por lo que era imposible no vincularse con esta prestigiosa institución. Con 90 años, lo sigue frecuentando “de vez en cuando. Suelo reunirme los miércoles, pero ya para jugar al truco. Creo que uno se acostumbra a participar en forma grupal, entre amigos”, dijo entre risas.
Contó que en Villa Urquiza existía un club social y cultural que fue fundado en el año 1936. Aunque no supo precisar el motivo, dijo que cuando nació ese club, el barrio se llamaba Villa Gutiérrez. “Cuando me di cuenta, iba a la escuela con cinco o seis años, ya pasó a llamarse Villa Urquiza”. El 6 de junio de 1944 un grupo de deportistas creó el Club Social y Recreativo Villa Urquiza para agrupar a los jóvenes futbolistas que actuaban en los clásicos campeonatos barriales. Más tarde se cambió definitivamente el nombre por el de Club Atlético Villa Urquiza.
Por la institución pasaron: Pedro Ciganda, Luis Villalba, Juan Ballene, Juan Luty, Alberto Boratti, Blas Vivero, Francisco Toledo, Rodríguez Mandagaran, Luis Simó, Claudio Lebreton, Héctor Schuler, Raúl Viana, Pablo Lezcano, Guillermo Molina, Arcadio Lewin, Carlos Cardozo, Luis Héctor Campos, Luis González, Victorino Cáceres, entre otros.
Comentó que el club fue progresando. Primero, sus miembros se reunían en casas de familia, después se contrató un local sobre la avenida Cabred para hacer los encuentros y, finalmente, surgió la gran idea de tener una propiedad propia, que está ubicada en la Chacra 11. Fue así que gestionando y haciendo esfuerzos, en 1962, durante la gobernación de César Napoleón Ayrault se consiguió un subsidio con el que pudieron comprar un terreno para empezar a limpiar y, más tarde, a edificar.
El predio estaba lleno de árboles, de tacuarales, pero después de mucho trabajo “se pudo empezar a construir y hacer los cimientos del edificio que hoy tenemos”. Describió que la parcela tiene unos 1.500 metros cuadrados y una edificación de 1.000 metros entre el playón polideportivo y el salón social que está al frente.
Quien desde los quince años está ligado a la institución -formó parte de la división inferior como defensor-, dijo que la entidad cuenta con un salón de 18 por 20, sanitarios para damas, caballero y discapacitados, una secretaría de 5 por 12, una cantina, una cocina y un playón deportivo de más o menos 30 por 25. También tiene un quincho para fiestas familiares y un parque libre para esparcimiento. Además, la cancha de fútbol de salón y básquetbol.
Confió que se realizan actividades durante toda la semana. Hay entrenamiento de fútbol de salón, actividades como el newcom para personas de la tercera edad, fútbol femenino, vóleibol femenino, entre otras. Las actividades empiezan a las 17 prácticamente hasta la medianoche, menos los domingos que es el día de descanso del encargado.
Cáceres se unió al club cuando tenía 25 años. “Dejé de practicar el fútbol porque en la Liga Posadeña me exigían que fuera futbolista o dirigente, una de dos, porque era delegado del Club ante la Liga Posadeña de Fútbol. Desde esa fecha, hace más o menos 65 años, es que estoy ligado al Club como dirigente y como colaborador. También cumplo el rol de asesor en la parte directiva porque a veces las comisiones son medio novicias y entonces necesitan el apoyo, el asesoramiento de personas que ya conocen el movimiento”, manifestó, quien fue presidente, secretario, tesorero, revisor de cuentas, y ahora disfruta de su estancia como socio vitalicio.
En la década del 90, Cáceres integró la mesa directiva de Ajupaprom. En ese tiempo, se fundó la sede social y administrativa de la calle Catamarca y varias delegaciones como: Oberá, Leandro N. Alem, Puerto Rico, Aristóbulo del Valle, Campo Grande, y La Posada del Tiempo, en Candelaria.
“Hasta ahora colaboro siempre con la parte de cumplimiento de cosas para las instituciones que rigen los destinos de los clubes como Personas Jurídicas, Liga Posadeña y colaborando con la contabilidad del club. Es que durante 33 años trabajé en la parte contable en la Provincia y por eso tengo ciertos conocimientos contables, principalmente, en el tema de subsidios”, expresó el padre de Jorge y Myriam, y abuelo de nietos: Steffy, Taty, Julián, José Carlos y Nina, de quienes se siente sumamente orgulloso.
Al hablar de sus anhelos indicó que “queríamos que el club tuviera su cancha de fútbol, pero no se pudo hacer realidad. Creo que en estos tiempos se está haciendo imposible porque la situación económica no es saludable. La gente se dedica más a conseguir algo para su sostén y para su economía particular que para dar a los semejantes. La entidad se mantiene, por lo menos, para ayudar a hacer fiestas sociales familiares, ya que se ceden las instalaciones a los socios, a los familiares, porque en realidad se hace un poco difícil para quienes viven en departamentos y no tienen lugar para su fiesta familiar y el esparcimiento. Entonces se concede mucho el salón social para esos eventos”. El club llegó a tener 350 socios, número que, con la llegada de la pandemia, disminuyó a 140 y “cuesta recuperar ahora”.
“El club tuvo buenas actuaciones en la Liga Posadeña de Fútbol, fue campeón de ascenso y jugó en Primera División durante muchos años. En un primer momento se fomentó mucho el fútbol, pero a raíz que esta zona progresó en forma desmedida, se fueron terminando los baldíos y con ellos los espacios para la práctica. En inmediaciones del Paraná teníamos una cancha, pero el avance de las obras de Yacyretá provocó inundaciones y obligó a desprendernos del fútbol. Esas tierras eran cedidas a préstamo por la gente que fabricaba ladrillos, principalmente por Don Emilio Elizalde, que era un comerciante importante acá del barrio. Él nos había prestado por tiempo indeterminado el lugar para la cancha, pero con el avance de la represa tuvimos que renunciar a ese espacio”.
A su entender, “los chicos de ahora se dedican a otra variedad de actividades, por lo que creo que se hace un poquito difícil que se juegue el fútbol a diferencia de cuando se creó el club, que había mucho terreno baldío. Amén de eso, los artículos deportivos son costosos y se le hace difícil a una familia conseguirlos”.
Cerca de todo
Cáceres nació en la zona de avenida Uruguay y Maipú, que es donde vivía su familia. Después se trasladó a la calle Formosa, detrás de la cancha de Jorge Gibson Brown, más tarde a Maipú entre Rademacher y López Torres y después a la chacra 17, situada al frente del domicilio actual, donde reside desde hace 48 años. Su vida transcurrió en un radio de ocho cuadras, cerca del club, que se encuentra en Formosa y Texo, a media cuadra de la avenida López Torres. La primaria la cursó en la Escuela 76, que está frente a la iglesia Inmaculada Concepción y frecuentaba el espacio público de Villa Urquiza, jugando a la pelota, porque la plaza no existía, sino que era un baldío donde se jugaba al fútbol.
El secundario transcurrió en el Colegio Nacional, hasta donde llegaba en colectivo. De bachiller se recibió en 1952. Hizo el servicio militar obligatorio en San Javier y, a su regreso, ingresó a la Municipalidad de Posadas y “pasé por distintos oficinas públicas, nacionales y provinciales”.
Recordó que había grandes comerciantes sobre la avenida Uruguay y que, los vecinos que se dedicaban a la parte rural, venían con los carros polacos de cuatro ruedas, a comercializar sus productos en la zona de El Palomar, que era una zona de muchos baldíos, y que no tenía la edificación que tenía el barrio Villa Urquiza por su cercanía con el principal centro de salud que era el Hospital Regional. “Por eso es que tenía un movimiento muy grande. Los colectivos venían por la avenida Uruguay, entraban por Cabred. Era prácticamente una ciudad aparte del centro de Posadas. La avenida Uruguay era de tierra y tenía un boulevard que después se quitó”, señaló, quien contrajo matrimonio con una chica del barrio, Adelaida Elba Aranda, cuando tenía 25 años.
“Soy idóneo en contabilidad. Antes aprendíamos así. Fui empleado de la Municipalidad de Posadas, del Ministerio de Trabajo y Previsión de la Nación y de la Contaduría General de la Provincia. Finalmente, terminé en el Poder Judicial donde fui subdirector de Administración del Poder Judicial. Tengo una trayectoria bastante amplia y adquirí conocimiento así de forma personal”.
Cáceres rememoró que por la zona solían pasar los gauchos de Corrientes. Había un personaje muy importante que se llamaba “El Gato Moro” (Ernesto Esquer Zelaya) que encabezaba una cuadrilla de entre ocho y diez secuaces de a caballo (jinetes) que venían a visitar al gobierno de esa época, que eran intervenciones federales (no era provincia sino territorio nacional). Lo hacían desde la Estancia Santa Tecla, situada a unos 80 kilómetros, entre Ituzaingó y Posadas. Generalmente pernoctaban en un hotel que había en la calle 3 de Febrero y Santa Fe, en la esquina donde se encuentra el complejo de departamentos, porque era un predio baldío inmenso donde podían atar a los caballos. “Yo los veía pasar por acá porque vivía a una cuadra de la avenida Uruguay”, agregó.
Cáceres también integró la Asociación Posadeña de Bochas durante 20 años, como secretario de la entidad, que participaba a nivel nacional de los campeonatos argentinos. Fue parte del Club Social y Cultural General Urquiza y miembro de diversas comisiones barriales de Villa Urquiza. Estuvo en la construcción de la avenida Rademacher, en el año 1975, cuando se empezaron las obras del fluido de agua potable y las líneas de alta tensión que aún existen sobre la avenida.
“La Rademacher -desde avenida Mitre hasta Tierra del Fuego- era demasiado concurrida y el polvo era intenso en esa época. Era la salida de Posadas, al igual que la avenida Uruguay. Después se fueron creando las avenidas López Torres, Francisco de Haro, Lavalle”, acotó.
Culminarla, llevó bastante tiempo porque “en simultáneo al asfalto se empezaron a instalar los caños grandes de buena densidad de agua potable y alta tensión. La usina eléctrica que distribuía electricidad a la ciudad se ubicaba en Posadas”, dijo, quien vio el inicio de obras muy importantes para el avance de la ciudad.