Una verdadera fiesta del reencuentro, vivieron los alumnos de la promoción 1973 de la Escuela Normal Superior Nº 2 “Manuel Belgrano”, de Montecarlo, en una jornada emotiva que se inició en el mismo establecimiento que los albergó y los despidió con nostalgia hace 50 años. Recientemente regresaron, ataviados con su guardapolvo blanco, como cuando eran unos adolescentes. Pero, ahora, peinando canas, con las experiencias de la vida cargando sobre sus espaldas. Pero felices, alegres, sintiendo profundamente esa amistad como cuando decidieron marcar su vida tomando distintos rumbos.
A pesar de la distancia, siempre buscan estar en contacto, saber el uno del otro, están animándose, apoyándose. Y en esta ocasión tan especial, quisieron estar juntos nuevamente, el mayor número posible, por lo que cambiaron la fecha pactada en varias oportunidades.
Gladis Yolanda Aguilera (escolta), Julio César Barreto, Francisca Benítez, Virginia Benítez Garay, Norma Edith Bergman, Norma Paulina Bochert, Roberto Federico Bochert, Olga Ester Díaz, Hayde Margarita Ehling (abanderada), Mirta Mabel Engler, Francisco Feierabend, Hannelore Luisa Geck, Norma Beatriz Godoy, Nilda Cristina Jara, Roberto Jorge Mayerhofer, Eduardo Ernesto Meili, Aníbal Antonio Montero, Jorge Eduardo Muñoz, Jorge Alberto Olivera, Martín Heriberto Ott, Daniel Antonio Pastori, Elizabeth Waltraud Plocher, Primitivo Ramírez, Gladyz Mercedes Rojas (escolta), Jorge Aníbal San José (escolta), Lidia Silvero, Héctor Hugo Witzque, Brigida Zeutzem e Irma Edith Frank.
Y llegó el gran día, tan esperado. Hubo besos, eternos abrazos, y lágrimas de emoción. Bromas oportunas, risas, carcajadas. Cuando la algarabía cesó por momentos, los exalumnos se formaron, respetando el orden, pero haciendo acotaciones al compañero, como cuando estaban por pasar al aula. Después de izar la bandera nacional en el patio del colegio, de cantar el himno nacional y la canción Aurora, y del cambio de abanderados, hubo un momento para cada uno. Casi todos pasaron al frente para expresar lo que sentían estar bajo el mismo techo, compartiendo, como en aquellos tiempos.
Francisco Feierabend es padre de tres hijos profesionales y se desempeñó como chofer de colectivos durante muchos años. Ahora está jubilado y reside en Posadas. Contó que siempre asiste a las reuniones “porque esto me atrae” y que, en esta ocasión, se reencontró con Roberto “Tito” Mayerhofer “con quien no nos veíamos desde hace 50 años”.
Sostuvo que, si bien la idea se venía madurando desde antes de la promoción 1971, “no fue tarea sencilla juntar al grupo porque queríamos que estuvieran todos. Fuimos acomodando las fechas, y logramos esto. Este grupo es muy unido y, lo que pasamos acá, es único. Salió todo mejor de lo esperado porque hubo un equipo de trabajo que estuvo en todos los detalles”.
Gladis Yolanda Aguilera jugó de local. “Estudié acá, me recibí y me jubilé acá. Durante 43 años me desempeñé en esta escuela”, dijo, y aseguró que “me produce una felicidad total el hecho de reencontrarme con mis compañeros. Me siento muy bien. Con muchos no nos vemos hace 50 años”.
Eduardo Meili comentó que nació en Montecarlo pero que “salí del pueblo siendo muy chiquito. Me recibí de arquitecto en La Plata allá por 1979, trabajé en Buenos Aires y hace 40 años que estoy en Neuquén. Vengo las veces que puedo, y este encuentro me emociona muchísimo. Por ejemplo, con Tito, no nos veíamos desde hace 50 años, con otros 40, con otros 30”.
Jorge San José nació en Colonia Gisela, pero como en ese municipio no había colegio secundario, fue a vivir a la casa de un familiar, en Montecarlo, y cursó sus estudios en la Normal Nº 2. Apenas finalizó quinto año, rumbeó para Corrientes donde egresó de la Facultad de Medicina. Hizo su especialidad en pediatría en Eldorado, y ahora reside en Posadas, desde donde viaja a Santo Tomé, donde ejerce la docencia en tres cátedras de medicina de una facultad privada, desde hace 13 años. Expresó que este encuentro “me sobrepasó. Fue una gran sorpresa todo lo que me tocó vivir. Caminar este trecho hasta el aula donde me formé, donde hemos desarrollado tantas cosas, tantas ilusiones. Un dolor que siempre tuve es que me recibí de bachiller con orientación pedagógica y los caminos de la vida me llevaron a otro saber. Pero Dios es tan grande que, después de muchos años de trabajo como médico, también soy docente. Pude cerrar este círculo”. Dijo que a esta escuela “le debo todo. Con mis compañeros, con quienes nos juntamos cada tanto, somos verdaderos hermanos. Entre nosotros prevalece la amistad, aunque a veces cuesta porque la misma vida es un poco tirana y nos tenemos que aferrar a situaciones que no nos permiten estar juntos y desarrollar ese sentimiento que conservamos. Estoy muy feliz de ser amigo de estas personas bellísimas”.
A Daniel Pastori, en tanto, le vino a la memoria “todo lo que aprendimos, lo que nos transmitieron los distintos profesores. Como es el caso de Guillermo ‘Willy’ Maerker, que, con el hecho de enseñarnos teatro, las carrozas, su impronta, su forma de ser, nos transmitió muchas cosas lindas. Era algo novedoso cómo planteaba la historia. Era un capo. Decía que la libertad de un ser humano era acercarse a un arroyo y tomar el agua de las manos. Lo que significa la libertad, eso nos enseñaron todos, a transitar esa libertad dentro de las reglas de la escuela”. También recordó a Rubén Ricardo ‘Calculin’ Rosas, un genio de las matemáticas, “que nos costaba aprender”; a Blanca Darú, en literatura. Hay versos que nos quedan”, dijo, al tiempo que todos comenzaron a recitar “Volverán las oscuras golondrinas”, de Gustavo Adolfo Bécquer. Rememoró a Ángel Eustaquio Colman, de matemáticas y a otros, como Da Motta, Otto “Mbopí” Wiedemann, “con quien aprendimos inglés”.
La bienvenida estuvo a cargo de la directora del establecimiento cuyo edificio fue declarado Patrimonio Cultural Histórico del municipio de Montecarlo, en septiembre de 2017. “Estamos tremendamente agradecidos porque hayan elegido venir a la Escuela. Es una enorme alegría y doy gracias a Dios que todavía estoy aquí para poder vivir estos momentos tan lindos. Fue muy emocionante recibirlos, abrirles las puertas. Lo más hermoso es el reconocimiento que nos brindan porque nos alienta a seguir formando ciudadanos para la Patria”, aseveró.
Indicó que hubo un momento en el que tenían que decidir si hacer inglés o francés. “Elegí francés, y hasta hoy me acuerdo la enseñanza de la profesora. Qué calidad, con esa tranquilidad, sencillez, de poder transmitirnos cosas que nos quedan hasta hoy”, comentó. Y mientras pronunciaba algunas frases en francés, sus excompañeros comenzaron a cantar La Marsellesa (himno nacional de Francia). Evocó especialmente a la profesora Wolanski. “Creo que hoy no existe esa enseñanza tan particular de poder identificar las hojas, las mariposas, los bichos, en las carpetas. Era una cosa increíble. Esa etapa de nuestras vidas seguramente nos mantiene unidos, conectados. Nos reconocemos, por lo que vivimos en esa etapa de nuestras vidas. Y si alguien falta, nos sentimos un poco tristes y preguntamos que le ha pasado. Bailábamos carnavalito con el poncho, la guitarreada en el curso, las carrozas, las serenatas, transitamos una vida esplendorosa. Con lo poco que teníamos éramos felices, y éramos tan ricos con esas enseñanzas”, añadió, sin antes mencionar al profesor de educación física, de apellido Marasca, que “era un tipo completo, hasta béisbol nos enseñó”.
Gladys Rojas nació en Montecarlo, donde su papá se desempeñaba como gerente de la Cooperativa Agrícola Mixta. Se fue a Corrientes a los 17, allí se recibió de odontóloga y reside actualmente. “Mantengo un recuerdo lindo. Conservamos la amistad, el respeto, la tolerancia y rememoramos cosas pasadas que nos traen nostalgia. La alegría de vernos, nos nace de adentro”, dijo esta madre de dos hijos y una nieta. Confió que con Héctor Biske –“un gran compañero, al que tengo presente”-, salieron campeones misioneros de atletismo en cuarto y quinto año, gracias a la preparación de Oscar “Cacho” Smichowski. “Competimos y viajamos hasta Formosa. Mientras todos estudiaban nosotros teníamos que estar practicando en la cancha. Una vez, ensayando jabalina, acerté en el tanque de la moto de ‘Calculin’ y rompí el tanque, que después tuvimos que pagar”. Olga Ester Díaz, vive en Posadas, y aseguró que en el corazón “sigue latente la juventud, la amistad y todo lo vivido. Es como si nos reuniéramos todos los días para ir a la escuela. Esa sensación me produce a mí, verlos a todos ellos”.
A la fiesta del reencuentro asistieron exalumnos de España, Neuquén, Buenos Aires, La Rioja, Corrientes, y de varias localidades de Misiones, particularmente de Posadas y Montecarlo. También se pintó un mural en el Paseo de la Paloma.
Enrique Daniel Osinaga, se domicilia en Lomas de Zamora. Había venido a casa de sus tíos y “me dijeron si quería quedarme un año con ellos. Fue el mejor de mi vida. Acá conocí a gente maravillosa”. Mónica Machicote se jubiló como profesora de Biología. En esta escuela hizo segundo y tercer año, “pero siempre fui del grupo y hoy no podía faltar. Nunca hice el cálculo de llegar a los 50. Fue hermoso el acto. Hubo anécdotas, recuerdos. Esperamos que se siga repitiendo con más frecuencia. Esto es un ejemplo para las otras generaciones”.
Para Margarita Ehling estos 50 años “pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Fue un momento sumamente emotivo. Estoy agradecida a los docentes que se prestaron a venir a colaborar un sábado, como también a la regente, Norma Ramos. Con el grupo nos encontramos con frecuencia”.
Primitivo Ramírez nació en Jardín América, luego su familia se trasladó a Tarumá. En un primer momento, venía diariamente a Montecarlo, luego vivió en algunas casas, que era lo que se estilaba. “Completé quinto, fui a estudiar ciencias económicas en La Plata donde viví en el Centro Misionero y me encontré con otros compoblanos como los hermanos Hilarión, Timoteo y Efrén Benítez”, mencionó.