La segunda jornada de debate oral, en la que dos policías son juzgados por los integrantes del Tribunal Penal 2 de la Primera Circunscripción, acusados por la muerte de la docente Mirta Carmen Rosa (47) el 14 de febrero de 2013 en un descampado de Garupá, tuvo tres testigos de los seis que se preveía iban a asistir.
Entre los que cumplieron con la citación, fue el esposo de la víctima fatal quien asumió el desafío más intenso, el de sentarse y relatar lo sucedido hace diez años pero revivir los cerca de veinte anteriores en San Javier, cuando en su pareja comenzaron a manifestarse los síntomas de esquizofrenia.
Carlos Antonio Zarza (65) manifestó que quince años antes del episodio violento que acabó con la vida de su pareja en un descampado del barrio los Potrillos, comenzó el tratamiento terapéutico de Mirta Carmen y que por tal motivo se mudaron con sus dos hijos a Garupá, más cerca de las posibilidades y alternativas clínicas para aliviar la patología.
“Pasamos de suministrarle hasta catorce medicaciones en San Javier a bajar a tres y que ella esté mucho mejor (…) Ella salió de casa el 14 de febrero después de que yo la bañara y me fuera a ver el problema de la bomba del servicio de agua de Garupá. Yo trabaja ahí y el arreglo se demoró más de lo que yo pensaba. Cuando volví ella ya no estaba en casa y comencé a buscarla primero llamando a los familiares más cercanos, porque cada vez que ella salía sola se iba para alguno de esos lados y siempre caminando porque no se subía a ningún auto, ni al colectivo de un amigo que teníamos y que si la veía frenaba y le pedía que subiera, pero ella no quería”.
Zarza amplió: “Pasadas las 4 de la tarde, más o menos, me avisaron que apareció un cuerpo en Los Potrillos. Me llamó mi hermana y me lo dijo porque lo había visto en la tele como noticia. Fui de inmediato a la comisaría Quinta y me dijeron que había muerto por un problema en la vejiga, que le había explotado. Hasta ese momento no había sospechas de que no se tratara de un hecho accidental”.
“Pero ella tenía miedo de ir a esa zona sola, a veces pasábamos por Los Potrillos en auto y se ponía mal, no quería pasar por ahí”.
“Un amigo me paró en la calle para hablar, me decía que iba a quedar loco por lo que pasó. Pasó un motociclista y lo llamó al muchacho, frenó y me llevó a su casa para que su señora me contara que ella había llamado a la policía porque Carmen se acercó ese día a pedirle agua. Andaba deambulando y que fue la policía quien se la llevó después”.
Pero también recordó que antes de que esto ocurriera “Un amigo de mis hijos fue a la comisaría Quinta y vino (Aníbal) Villalba a mi casa y me mostró una cadenita que reconocí que era la de mi esposa (…) Me dijo que ella murió por un problema en la vejiga, que fue una muerte natural. Me tranquilizó, le creí”.
“Después me llamó la atención en el velorio de Carmen que aparecieran policías y preguntaran el resultado de la autopsia. Se lo preguntaron a mi hijo y a varias personas más”.
Resaltó además que el cuerpo de Carmen fue hallado sucio y descalzo: “Ella siempre estaba limpia, esa mañana la bañé y se puso ojotas, ella nunca caminaba descalza y cuando llegó a la casa de los vecinos que llamaron a la policía, ellos dijeron también eso, que la vieron limpia”.
“Siempre estuvo medicada, hasta tuve problemas porque crucé al Brasil cuando vivíamos en San Javier para ver si conseguía un medicamento puntual y tuve que ir a la policía de allá porque no tenía la orden de un médico de allá. Por esos motivos nos vinimos a Garupá, para conseguir la medicación y el tratamiento”.
El debate se reanudará el próximo martes a las 8.30 con más testigos y continúa como fecha agendada para alegatos finales y sentencia, el viernes 18 de agosto.