Luego de 17 años de investigación, enfocados en el estudio del aporte de diferentes especies gramíneas, leguminosas y sus mezclas como cultivos de cobertura, desde el INTA Cañada de Gómez –Santa Fe– brindan información sobre los beneficios de su incorporación a los distintos sistemas agrícolas. Ensayos realizados con la colaboración de productores y técnicos de la región, determinaron que la incorporación de los cultivos de cobertura, disminuye los procesos de erosión hídrica, controla las malezas y aumenta el aporte de macroelementos al suelo.
Julia Capurro, especialista en cultivos de cobertura, señaló: “Los beneficios de su incorporación se ven en el incremento de la productividad de los cultivos de renta y en el aporte a la sustentabilidad de los sistemas agrícolas, ya que contribuyen al balance del agua de los suelos, a la disminución de los procesos de erosión hídrica y al control de malezas; a la vez que incrementan la captura y almacenamiento de carbono”.
Los sitios experimentales conducidos en la zona, se han basado en la implantación de un cultivo de cobertura invernal en secuencias de cultivos de verano, en especial en soja y maíz, que ocupan la mayor superficie sembrada en la región. Además de contribuir a la fijación de carbono, los cultivos de cobertura reciclan nutrientes y las especies leguminosas fijan nitrógeno por simbiosis en sus raíces.
“En forma paralela a la evaluación de su inclusión como antecesores de soja, y siempre trabajando en establecimientos rurales de la región, se desarrollaron experiencias en maíz en diferentes ambientes, probando diferentes cultivos de cobertura y niveles de fertilizantes nitrogenados minerales, con el objetivo de medir su efecto sobre el rendimiento del maíz”, indicó Capurro.
Se trabajó en densidades de siembra de cultivos de cobertura y su impacto en la producción de materia seca final. Y se evaluó la producción de biomasa y su consumo de agua, en diferentes momentos de supresión de su crecimiento. Se estudió de igual modo, el efecto de los cultivos de cobertura en la mitigación de la erosión hídrica, a fin de disminuir las pérdidas de agua, carbono orgánico y nutrientes del suelo, que forman parte de los escurrimientos superficiales, producidos por las lluvias en suelos agrícolas.
Capurro agregó: “Hemos evaluado además la producción de semilla de diferentes especies de cultivos de cobertura disponible en la región, y el comportamiento de nuevas especies que se incorporan a la práctica, con el objetivo de conocer sus aportes a los sistemas productivos”.
En una de las últimas investigaciones, el equipo del INTA Cañada de Gómez estudió el aporte de algunos macroelementos que las distintas especies de cultivos de cobertura realizan al suelo mediante sus tejidos vegetales aéreos –es decir, tallos, hojas y flores– al momento de la supresión de su crecimiento.
Los resultados concluyeron que los aportes al suelo en biomasa aérea fueron significativamente superiores en las especies gramíneas y sus mezclas con leguminosas; en tanto que el aporte de Nitrógeno, Fósforo y Azufre fue superior en las especies leguminosas Vicia sativa y Vicia villosa, respecto del resto de los tratamientos.
En este sentido, Capurro señaló: “El estudio permitió diferenciar el aporte de nutrientes de los diferentes tratamientos evaluados, dato relevante a la hora de definir qué especie implantar en cada secuencia. Este aporte va a depender de la concentración de los nutrientes en los tejidos vegetales y la cantidad de materia seca total producida, al momento del secado de los cultivos de cobertura”.
En un lote destinado a soja de primera se establecieron 12 tratamientos de cultivos de cobertura, con 132 días entre emergencia y supresión del crecimiento: “Se midió la producción de materia seca aérea, la concentración de nitrógeno, fósforo y azufre de la materia seca obtenida y se calculó el aporte total de estos nutrientes”, describió la investigadora.
Según las especies o mezclas utilizada, varió el aporte total de materia seca aérea y de macroelementos aportados por la biomasa vegetal. Los valores más altos de materia seca total se obtuvieron en centeno, centeno en mezcla con vicia villosa, avena sativa en mezcla con vicia sativa, cebada y trigo, con registros que llegaron hasta 7673 kilos por hectárea, respecto de las vicias puras, trébol persa, rye grass y su mezcla, así como triticale.
Cuando se analizó el contenido de macroelementos de esa biomasa aérea, el aporte de nitrógeno de las vicias puras fue de 195 y 137 kilos por hectárea para Vicia sativa y Vicia villosa, respectivamente. Estos valores fueron significativamente superiores al resto de los tratamientos, que aportaron hasta 82 kilos por hectárea.
La diferencia del aporte de nitrógeno entre las especies de vicia fue producto de su concentración en los tejidos – 4,84 % y 3,24 % en Vicia sativa y Vicia villosa respectivamente – y se debió posiblemente a la mayor precocidad de la primera, que estaba en inicios de floración.
También los aportes de fósforo de las vicias –16 y 18 kilos por hectárea para Vicia sativa y Vicia villosa, respectivamente– fueron significativamente superiores al resto de los tratamientos.
Por último, los contenidos de azufre de ambas vicias, además de centeno más Vicia villosa y trigo se destacaron sobre el resto, con aportes de hasta 11,55 kilos por hectárea.
Para la especialista, el objetivo final de la generación de estos conocimientos, es el aporte para lograr una agricultura sustentable de alta productividad, conservando el recurso del suelo e incrementando la captura y almacenamiento de carbono.